«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
«YA CUALQUIERA PUEDE SER NARCO»

De Sanlúcar a Sevilla: el narco conquista el Guadalquivir ante la inacción del Estado

Narcolancha en Cádiz. Europa Press

A las seis de la mañana del pasado 10 de abril, unos agentes de la Guardia Civil fueron recibidos a tiros cuando intentaban detener a un presunto narco en Los Palacios y Villafranca, Sevilla. El agresor, de 28 años, acabó herido. Era parte de una operación coordinada que se desplegó en varios puntos de Andalucía, pero sólo en ese municipio se desató el fuego. Lo que parecía una intervención puntual, sin embargo, refleja una realidad mucho más profunda y extendida: la del narcotráfico que ha invadido el cauce del Guadalquivir y que avanza con total descaro hacia el corazón de Sevilla.

Hasta hace pocos meses, el epicentro de esta ruta estaba en Sanlúcar de Barrameda. Pero con el endurecimiento del acceso por el Campo de Gibraltar, los narcos han encontrado en el río andaluz una vía más silenciosa, menos vigilada y más efectiva para mover su mercancía. Y lo hacen a plena luz del día, con encapuchados navegando sin oposición por municipios como La Puebla del Río, Coria o La Algaba. Nadie los detiene.

«Esto ocurre por la facilidad que están teniendo los narcos para avanzar cada vez más por el río», denuncia Agustín Domínguez, presidente de la Asociación Profesional Justicia Guardia Civil (JUCIL) en Cádiz. «No hay medios ni personal suficientes para controlarlos. Lo que antes era contrabando puntual ahora se ha convertido en algo descarado», detalla a El Confidencial.

En La Puebla del Río, el primer núcleo urbano que encuentran las narcolanchas en su travesía fluvial, la escena es de resignación. Los agentes destinados en el pueblo ni siquiera disponen de salvavidas. Un funcionario local reconoce bajo anonimato que las embarcaciones han pasado a escasos metros de familias paseando, sin que nadie pueda hacer nada. «La Guardia Civil está ahí, pero si llamas, no pueden actuar. Si esto se normaliza, veremos a chavales trabajando para ellos», advierte.

El peligro ya no es hipotético. A principios de 2025, se interceptaron cerca de tres toneladas de cocaína en naves a diez kilómetros del municipio. Aun así, los vecinos parecen más preocupados por el virus del Nilo que por los narcos. En lugares como La Algaba, donde niños jugaban antes junto al río, hoy los padres evitan que se acerquen al agua. «A los chavales ya les hemos dicho que no bajen al río, porque es peligroso», relata una vecina.

El avance del narcotráfico en el Guadalquivir empieza a recordar a lo vivido en la costa gaditana. Francisco Mena, presidente de la Federación Provincial de Asociaciones Antidroga de Cádiz, Nexos, lo resume con crudeza: «El narco tiene la capacidad de contaminar todas las capas sociales. Si no se actúa con contundencia, estos pueblos tendrán un problema muy serio«. En Sanlúcar y Barbate ya lo han vivido: jóvenes sin interés en estudiar ni trabajar, cobrando cientos de euros por montar en una moto y vigilar los movimientos de las fuerzas de seguridad.

En Coria del Río, otro punto caliente, la Policía Local confirma lo insólito: nunca antes habían visto narcolanchas pasar a plena luz del día. El pueblo, con un paseo fluvial de dos kilómetros, vive de cara al río, pero sus agentes carecen de medios para patrullar las aguas. «Sólo llegamos a la orilla si nos llaman», admite el inspector jefe Francisco García.

La población, mientras tanto, mira hacia otro lado. El encargado de un bar frente al muelle que conecta con Dos Hermanas se negó incluso a comentar el asunto: «No veo nada y no comento nada». Una trabajadora de otro restaurante recuerda ver pasar narcolanchas durante el servicio de comidas. Sus clientes, sorprendidos, siguen comiendo como si nada. «No es que pase todos los días, pero ya no nos asombra«, dice. Luego lanza una amenaza: «No pongas nada de lo que te he contado, que te cojo y no sé lo que te hago».

En Alcalá del Río, donde termina el tramo navegable del Guadalquivir, una profesora fue alertada por sus alumnos: «Maestra, ya cualquiera puede ser narco«. Y es que los niños, más atentos que muchos adultos, detectan lo que se ha convertido en una rutina en estos pueblos.

El colofón de esta tragedia lo pone la decisión judicial tras el tiroteo en Los Palacios. El presunto narco quedó en libertad tras abonar 30.000 euros de fianza. «Eso incentiva que no pase nada. Si metiendo unos fardos consigues ese dinero, ¿qué te impide tirotear a un guardia civil?», lamenta Domínguez.

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