«Como presidente de la Junta he trabajado durante 13 años para que VOX no entrase en el Parlamento gallego». Eran palabras del entonces candidato popular, Alberto Núñez Feijoo, el 19 de julio en el diario La Vanguardia. Se veía presidente. Su corte —Cuca Gamarra, Esteban González Pons, Borja Sémper— se lo repetía sin cesar: «Es imposible que no gobernemos», insistían asesores, encuestadores y periodistas de confianza con Narciso Michavila, director de GAD3, a la cabeza.
Por eso dio un paso más allá en esa entrevista: «Tengo la esperanza de que el PSOE evitará que pactemos con VOX», dijo, probablemente considerándose capaz de lograr una mayoría absoluta. Y fantaseando con que, si no, su victoria sería tan aplastante que el PSOE no podría provocar de nuevo un bloqueo como el que propició para impedir la primera investidura de Mariano Rajoy. Se lo creyó hasta tal punto que esa noche no asistió al debate de candidatos en el que sí estuvieron presentes Pedro Sánchez, Santiago Abascal y Yolanda Díaz. Le parecía, después de su victoria —o la de Isabel Díaz Ayuso y el auge de su socio, que le permitía recuperar varias comunidades— en las municipales y autonómicas, que no tenía nada que ganar.
Pero no contaba Feijoo con que su principal rival, Pedro Sánchez, —y no Santiago Abascal—, le llevaba ventaja. Como siempre. De varios meses, como confesaba sin pizca de rubor ni mala conciencia este jueves la mano derecha del ya presidente, Santos Cerdán. El PSOE, con su número dos a la cabeza, llevaba desde marzo visitando clandestinamente al forajido Carles Puigdemont en Bruselas. Qué le prometieron, todavía no lo sabemos, aunque lo intuimos. La amnistía y el relator ya eran peticiones oficiales de los separatistas.
Así que ese 19 de julio Santiago Abascal recibió en solitario en el debate a tres los ataques que Sánchez y Díaz les dedicaban a él y a Feijoo. No sólo eso: lo defendió y le afeó a la líder de Sumar que acusara de presuntos delitos a alguien que no podía defenderse. No hizo mención a los ataques del popular que se habían hecho públicos esa mañana. Se centró en repetir los motivos por los que había que dedicar todos los esfuerzos a echar al responsable de amnistiar a los golpistas catalanes de Moncloa. El 4 de julio, además, le había pedido a Feijoo que no vendiera «la piel del oso antes de cazarlo», «simplemente porque aún no ha logrado echar a Sánchez». Oídos sordos.
Tan sólo cuatro días después llegaba la confirmación de que el menosprecio a la capacidad de Sánchez para engañar a unos y otros, mezclado con el desprecio a su único socio potencial, en absoluto era una estrategia electoral imbatible. La noche electoral transcurrió mal de principio a fin. En ningún momento, ni con escrutinio mínimo, se reflejaron los números que el PP esperaba. Al terminar el conteo todos menos los populares sabían que habría en España nuevo gobierno Frankenstein.
Feijoo y su cúpula decidían celebrar en el balcón de Génova que habían obtenido más escaños, pero la única celebración verdaderamente alegre esa madrugada se producía en Ferraz. Desde ese momento, el PP trató durante todo el verano de convencer a Junts y el PNV de que apoyaran su investidura. VOX ofreció, para ello, sus votos a cambio de nada. Esteban González Pons llegó a encontrarse con líderes de Junts en una reunión secreta en Barcelona. El PNV se negó incluso a encontrarse con los populares. Diputados socialistas llegaron a presionar a líderes de VOX haciéndoles ver que su electorado, más patriota que el del PP, no vería con buenos ojos que permitieran a Feijoo pactar con los supremacistas vascos o catalanes. Sánchez ya había vendido a España como en el gran bazar y no estaban dispuestos a que se perdieran los esfuerzos iniciados medio año antes.
El resto es historia: Feijoo siguió implorando al PSOE pactos y abstención hasta perder su investidura, a la que se presentó sin esperanza alguna. No fue hasta el miércoles, cuando Sánchez dedicó varios minutos a burlarse y reírse de él a carcajadas desde la tribuna, cuando Feijoo le dijo al reelegido presidente que hasta aquí había llegado: «Cuando el independentismo le falle, no me busque», terminó ayer su última intervención. Tras la votación final, sin embargo, corrió a felicitar al presidente que ha traicionado a su nación y ha advertido a la verdadera oposición de que tramitará la amnistía en el Senado, donde cuenta con mayoría absoluta. El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Y el PP, el único que lo hace hasta el infinito.