«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

El Ebro, la nueva e hipócrita batalla de la Memoria Histórica

La Memoria Histórica sigue usándose para borrar los fracasos y los crímenes de la izquierda durante la Segunda República y la Guerra Civil

La sectaria aplicación de la Ley de Memoria Histórica parecía haber dado ya todos los ejemplos posibles de manipulación. Hemos visto nombres de calles “franquistas” dedicadas tras su nueva denominación a criminales del otro bando como Santiago Carrillo, La Pasionaria o Largo Caballero. Hemos visto el intento de eliminar los crímenes del comunismo del callejero de muchas ciudades eliminando placas de víctimas de la persecución religiosa, o nombres como Mártires de Paracuellos. También borran nombres supuestamente franquistas de personas asesinadas antes de la Guerra Civil como las dedicadas a Calvo Sotelo o al falangista extremeño Juan Jara, asesinado tres años antes del inicio de la Guerra.
Ahora, en Alicante, vemos como una batalla iniciada por los republicanos como último intento de no perder una guerra que ellos mismos se dejaron ganar, es considerada como un recuerdo del franquismo. Una hipocresía más. La decisión de borrar la Batalla del Ebro del callejero de Alicante no deja de mostrar la vergüenza de la izquierda ante sus propios fracasos e intentos criminales de dar la vuelta a una contienda, aun a costa de ocasionar una carnicería.
En el mes de julio de 1938 el Ejército Popular de la República inició una importante concentración de tropas al norte del río Ebro. Pretendían lanzar una ofensiva que les permitiera retomar la iniciativa de la guerra. La decisión se tomaba contra el criterio del general Rojo que proponía atacar desde Castilla La Nueva a Extremadura y avanzar hacia el norte que era la zona menos guarecida de las tropas de Franco.
Los argumentos de Rojo no sirvieron de nada y los 100.000 hombres del ejército del Frente Popular cruzaron el 25 de julio el río Ebro a la altura de Mequinenza logrando romper las modestas posiciones defensivas del Ejército Nacional. La batalla duró casi cuatro meses y fue la más sangrienta de la Guerra Civil. Las tropas republicanas perdieron más de un tercio de sus efectivos, y las Nacionales más de 20.000 hombres.
Como es bien sabido, el fracaso de la gran batalla diseñada por los dirigentes republicanos dejaron campo libre para que la contraofensiva de Franco tomase Cataluña sin apenas oposición y la guerra quedó decidida, terminando cuatro meses después de la derrota de los frentepopulistas en el Ebro.
En ese absurdo intento de las tropas republicanas se dejaron la vida más de veinte mil españoles de ambos bandos y casi setenta mil resultaron heridos. Fue una iniciativa y un fracaso del bando perdedor de la guerra, que ahora venden como una batalla franquista para sacarla del callejero de Alicante. La calle Batalla del Ebro se llama, desde hoy en esa ciudad del Levante sencillamente Calle del Ebro.
No es un cambio de nombre por razones franquistas, como pretenden vender los miembros del tripartito municipal -PSOE, Podemos y Compromís- con el aplauso cobarde y acomplejado de la oposición del PP. Es un intento de ocultar la realidad de la Guerra Civil en la que los republicanos lanzaron a sus hombres a una batalla que tenían perdida en un intento absurdo de mantener la guerra para hacerla enlazar con la que se preveía en Europa, como repetía constantemente Juan Negrín, jefe del Gobierno republicano.
La Memoria Histórica está sirviendo, como en este caso, como una fuente para imponer una historia que oculta los crímenes de la izquierda a la vez que oculta sus fracasos en un intento de vender una Segunda República sectaria y revolucionaria como si fuera el paradigma de las virtudes de la libertad.
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