España es hoy el único gran país de la OTAN que rechaza de forma tajante el plan del nuevo secretario general de la Alianza, Mark Rutte, para elevar la inversión en Defensa hasta el 5% del PIB en 2032. Una propuesta que cuenta con el respaldo de Estados Unidos, Alemania, Francia, Reino Unido o Italia, y que busca reforzar las capacidades militares ante la amenaza de una Rusia que ya se mueve en clave de economía de guerra.
La fórmula planteada por Rutte —3,5% en gasto militar directo más un 1,5% en amenazas híbridas y ciberseguridad— ha sido recibida con reservas en algunos países, pero ninguno ha mostrado el rechazo frontal que ha dejado claro la ministra de Defensa, Margarita Robles, en nombre del Gobierno de Pedro Sánchez.
El Ejecutivo socialista insiste en que el compromiso de llegar al 2% del PIB ya es suficiente, y que ese objetivo se alcanzará este mismo año. Alega que, como el PIB español crece, la inversión en euros también lo hace. Pero en Bruselas nadie pasa por alto que España ha decidido desmarcarse justo cuando la Alianza está cerrando posiciones antes de la cumbre clave de finales de mes en La Haya.
Ningún otro país importante ha adoptado una postura tan inflexible. Incluso Italia, con su elevada deuda, ha dado su apoyo al objetivo del 5%. Alemania, pese al alto coste que implica alcanzar esa cifra con su gigantesco PIB, también ha mostrado compromiso. Francia y Reino Unido, este último con el mayor rearme desde 1980, se han posicionado en la misma dirección.
España, en cambio, ha quedado expuesta. Bajo el foco y sin aliados de peso que respalden su postura, mientras otras naciones, incluso de menor tamaño como Polonia, Lituania o Suecia, se alinean sin matices con la idea de aumentar el gasto en defensa. «Estamos dispuestos a asumir la responsabilidad», declaró el sábado el ministro sueco de Defensa, Pal Jonson, al explicar cómo su país aspira al 5% con una mezcla de inversión militar directa y gastos en seguridad nacional.
La presión internacional no es menor. Rutte quiere enviar una señal clara a Estados Unidos y a Donald Trump, mostrando que Europa está comprometida con su propia defensa. Sabe que la permanencia de los 80.000 soldados estadounidenses en territorio europeo no está garantizada, y que Trump podría redirigir buena parte de esos recursos hacia el Pacífico.
El problema para Sánchez es también interno. Las tensiones en su Gobierno por cualquier aumento del gasto en Defensa son evidentes. Algunos miembros del Ejecutivo incluso han llegado a plantear que España debería abandonar la OTAN, lo que hace inviable políticamente plantearse el 5% que exige Bruselas.
A medida que se acerca la cumbre de La Haya, la posición de España amenaza con convertirse en un símbolo de desafección atlantista. Y lo hace justo en el momento en que la amenaza de Putin se percibe más real que nunca. «Nunca había visto en Europa el sentido de urgencia que veo ahora», sentenció Jonson. Mientras todos se preparan, España se queda atrás. Y sola.