«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Vecinos denuncian el caos y el miedo a hablar durante estas «fiestas»

El infierno de vivir en Chueca durante el «orgullo LGTBI»: sexo en la calle, basura, macrobotellones y vecinos expulsados

Chueca vecinos
Orgullo Gay. Europa Press

«Te vas a trabajar a las 7 de la mañana y te encuentras a gente teniendo sexo en plena calle». Así resume Esteban Nieto, presidente de la Asociación de Vecinos de Chueca, lo que viven los residentes del barrio durante las fiestas del Orgullo. Mientras el Ayuntamiento presume del «impacto económico» y los medios aplauden el despliegue ideológico del evento, los vecinos se ven forzados cada año a huir de sus casas como si se tratara de un éxodo anunciado.

Según recogió El Mundo, miles de personas abandonan sus viviendas del 2 al 6 de julio para escapar del macrobotellón masivo que ha convertido el barrio en un festival de alcohol, ruido, orines y descontrol. «Durante diez días, Chueca deja de ser un barrio. Se transforma en una fiesta pura y dura de alcohol, sexo y drogas», denuncia Nieto. «Pero si nos quejamos, nos llaman homófobos. Y eso que soy gay y estoy casado».

El Ayuntamiento concede una exención de ruido durante la semana del Orgullo, pero los niveles legales se sobrepasan cada noche. Las multas se pagan religiosamente —unos 60.000 euros— mientras los residentes tienen que dormir con tapones, ventanas cerradas y persianas bajadas, intentando soportar el ruido constante que describen como «una turbina de avión».

La situación se repite año tras año: meadas en portales, basura acumulada, viviendas invadidas, agresiones verbales y, en palabras de los comerciantes, «morralla» que no compra nada y ahuyenta al cliente habitual. Varios vecinos relatan que gente drogada entra sin permiso a sus portales o duerme en sus escaleras.

Muchos de los residentes históricos, como Pablo, han acabado marchándose. «Ya no queda barrio. Se fue muriendo poco a poco. Quedan pisos turísticos, bares para turistas y ruido. Los pocos gays que viven aquí ya no resisten. El «orgullo» pasó de ser reivindicativo a un negocio para unos pocos».

Chueca ha sido sacrificada en nombre de un evento político blindado ideológicamente, donde nadie —ni el Ayuntamiento, ni los medios generalistas— se atreve a denunciar el caos por miedo a ser etiquetado como intolerante. Lo sufren los vecinos. «El problema no es la manifestación, es la impunidad con la que se permite todo lo demás», concluye Nieto.

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