«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Será nombrado hijo predilecto de la ciudad a título póstumo

El inolvidable alegato de Antonio Burgos contra la eutanasia, el aborto y el laicismo en su pregón de la Semana Santa de Sevilla

Antonio Burgos recibió el reconocimiento como Hijo Predilecto de Andalucía. Europa Press

El periodista y escritor Antonio Burgos murió este miércoles, a los 80 años de edad, en su Sevilla natal. Su excelencia literaria y su estilo único y original le consolidaron como el gran cronista de la ciudad, de todos sus rincones, de su patrimonio, de sus costumbres… y de su Semana Santa. Él fue el pregonero de la Semana Santa de Sevilla en el año 2008. 

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El pregón, que llevaba por título Los días del gozo y fue interrumpido por aplausos y olés hasta en 28 ocasiones, lo inició con aquel «¿Estáis puestos?» que el pueblo cofrade y mariano de Sevilla sigue recordando cada mes de abril: «¿Estáis puestos, cardos y yedras de la Canina que nos decís que la muerte no es el final ni siquiera de la Semana Santa, porque proclamáis el triunfo de la Santa Cruz en la Jerusalén de Sevilla? Mira que voy a llamar…».

En su recorrido rememoró la «penitencial» Semana Santa de los hospitales —«cuando estéis oyendo el tintineo de unas caídas de palio, reloj inexorable del tiempo que nos devora, pensad, sevillanos, en estos silencios de penitencia del inmenso dolor del hospital»— y llegó al farol de cruz de guía, artículo escrito a la memoria de su padre. Y lanzó, delante del entonces alcalde socialista Alfredo Sánchez Monteseirín, un inolvidable alegato contra la eutanasia, «esa forma de asesinato»; contra el aborto, «esa forma de pena de muerte con trituradora«; contra el relativismo, «que ha borrado las fronteras entre el bien y el mal«; y contra el laicismo «de una sociedad que niega todos los valores y principios morales y éticos, y se burla de la religión, y la desprecia, y la margina en los colegios…».

«En una España que pone en duda la tradición de su fe, Sevilla, saliendo en masa a la calle a ver sus cofradías, emocionándose ante un Crucificado (…), diciéndole a una Virgen sencillamente una oración sin palabras en unas lágrimas… En estos ritos no aprendidos que traemos en la masa de la sangre, el pueblo llano y soberano de Sevilla proclama colectivamente el sentimiento y la emoción de su fe, la cercanía familiar de lo divino», zanjó Antonio Burgos.

Antonio Burgos, que será nombrado hijo predilecto de Sevilla a título póstumo, también dedicó una pieza poética a las manos del Gran Poder («La gente besa sus manos, / de oro un cordón las amarra: / manos que mueven el mundo») y un memorable poema a La Macarena, su Virgen de la Esperanza: «Iba a mirarte… y no puedo: / ¿quién te aguanta esa mirada? / Que no se puede aguantar / la belleza de tu cara… / Como todo te lo han dicho, / mi silencio es el que habla, / pues verás, Niña del Arco, / que hay un nudo en mi garganta. / Y sólo digo tu nombre, / ése que todo lo alcanza, / como te nombra Sevilla, / como tu barrio te llama, / como un viejo macareno: / ¡mi Virgen de la Esperanza!».

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