No hay lugar para la sorpresas, que era quizá una de los mayores incentivos de la prensa diaria en papel allá en el Pleistoceno, cuando tenían algún sentido. Hay gente que lo hace todo mal y gente que lo hace todo bien, siendo a menudo la misma gente para cabeceras distintas.
Ejemplo: la actitud de nuestro presidente con respecto a la situación de Venezuela. Quien me haya leído otras veces sabe que pienso lo peor de Sánchez, pero no estoy tan seguro como todo el mundo a mi alrededor de que tenga la necesidad o la obligación de precipitarse en reconocer al tal Guaidó. Es más, casi agradezco que, por una vez, no se decante por algo con su habitual atolondramiento.
Pero da igual no solo lo que yo piense, sino casi lo que haga, porque las cartas están ya repartidas. El caso es especialmente interesante porque mis cuatro cabeceras tienen más o menos la misma opinión sobre la situación en Venezuela. Para El País, Pedro lo hace siempre bien. Debajo de su titular principal -‘Maduro resiste en el poder por el apoyo de los militares’-, le salvan la cara con este otro: ‘Sánchez promueve que la UE reconozca al líder opositor’.
A partir de aquí, la visión sobre su postura no hace más que empeorar. El Mundo tira de entrecomillado, siempre tan socorrido, para desmentir completamente a su rival: ‘El Gobierno, sobre Guaidó: «Ni empujamos ni frenamos a la UE». O sea, que no, que no promueve nada ni su contrario. A verlas venir.
ABC le saca de espaldas paseando por la nieve, teléfono en mano. ‘Sánchez enfría las esperanzas del pueblo venezolano’. Qué grandilocuente todo, como si ‘las esperanzas’ (sic) del ‘pueblo venezolano’ (sic) estuvieran en esas manos que tanto gustan a su dueño.
Y llegamos a La Razón, que roza el terreno de la difamación: ‘Sánchez da oxígeno a Maduro al no legitimar el cambio’, un argumento bastante traído por los pelos que, si lo aplicamos, no sé, a China o Arabia Saudí, íbamos a quedar todos muy mal.