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OBITUARIO

En la muerte de Juan Velarde

Juan Velarde Fuertes. Europa Press

El 30 de enero de 2013 tuve la oportunidad de entrevistar a Juan Velarde Fuertes en su despacho de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas en el curso de una serie de entrevistas preparatorias para mi libro Nuestro hombre en la CIA. Guerra Fría, antifranquismo y federalismo (Ed. Encuentro, 2020). Dos años después hice lo propio para la Fundación DENAES, en relación a la enseñanza del Islam en la educación pública española. Esas fueron las dos únicas ocasiones en las que tuve contacto, exquisito, por otra parte, con el eminente economista asturiano cuyo magisterio abarca a varias generaciones de discípulos, entre los que destaca, por ejemplo, Mikel Buesa, anatemizado por sus paisanos por denunciar el timo que subyace bajo el cupo vasco.

Un anatema, el de Buesa, que, al calor de los efectos de sectarismo que caracteriza la legislación memoriohistoricista, alcanzó, bien que tangencialmente dada la escala del personaje, al propio Velarde, al que algunos siguieron refiriéndose como Juanito el Flecha por su pertenencia a Falange. La invectiva fue neutralizada por el propio Velarde, que no sólo no negó esa vinculación, sino que matizó la misma, exhibiendo su adscripción joseantoniana. 

Asistente al Congreso de Falange de 1953, Velarde fue testigo y aún protagonista del giro que transformó el primigenio nacionalsindicalismo en el socialismo de derechas que caracterizó, según fórmula acuñada por Gustavo Bueno, con quien el de Salas tuvo tanta relación, a ese periodo evolutivo y lleno de matices, mal que les pese a los manejadores de la brocha gorda maniquea, llamado franquismo. En efecto, tal y como se puede comprobar en la primera de las entrevistas aludidas, Velarde presenció las pugnas internas que caracterizaron el régimen desde el primer momento, cuando, a la fusión entre las facciones de Ledesma y Redondo se unió un tradicionalismo que era visto con recelo desde el lado más obrerista y estatalista, partidario de las nacionalizaciones y mantenedor de un vigor sindicalista que fue reconducido oportunamente. Desde este último grupo surgió la temprana figura de un Velarde que, un lustro antes de su asistencia al susodicho congreso, arremetía contra la economía liberalcapitalista por entender que esta dejaba indefenso a un ciudadano que encontraba en las estructuras comunes la garantía de su propia libertad.

Naturalmente, el curso vital de Velarde fue moldeando y matizando sus posiciones sin que ello mermara su capacidad analítica acerca de la transformación que experimentó España después de una devastadora guerra civil que obligó a una dura reconstrucción y ofreció al mundo polarizado de la Guerra Fría la imagen de una nación ni democrática ni comunista. Esta anomalía dentro de un contexto que, o bien propugnaba, en ocasiones con elevada carga retórica, la entrega del poder al proletariado o la invocación a la metafísica autorregulación del mercado, unida a la realidad, subrayada por el propio Velarde, de unos gobiernos de concentración que daban cabida a las diferentes familias ideológicas sobre las que se apoyó Franco, ofrecieron, no obstante, una oportunidad que destaca en la charla mantenida en el despacho de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

En mitad de la conversación, don Juan afirmó que la España franquista, en cuyo seno se mantenía la figura del proteccionista catalán Gual Villalbí, que trataba de incorporarse a un Mercado Común Europeo orientado hacia una configuración confederal de corte liberal-demócrata apuntada en el Informe Birkelbach de 1964, encontraba en su autoritarismo un obstáculo que el pragmatismo de la nueva Europa surgida tras el Plan Marshall supo disculpar hasta el punto de que en 1970 estableció con nuestra nación un acuerdo preferencial que hubiera permitido a España una integración mucho más favorable que la realmente se dio, tutelada –Velarde cuenta las llamadas que recibía Felipe González–, en todo momento por la Alemania que financió al PSOE de los jóvenes turcos.

Quisiera, dentro de este modesto homenaje a Juan Velarde Fuertes, subrayar esta cuestión obviada por todos aquellos que, ahítos de unamuniano papanatismo, cultivan ciegamente el mito europeo.

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