España exportó electricidad a Marruecos, Francia y Portugal en pleno apagón general, tal y como refleja el gráfico de «intercambios internacionales» de Red Eléctrica Española, una compañía controlada mayoritariamente por el Estado a través de la SEPI, aunque el presidente Pedro Sánchez la haya calificado como «privada». Esta situación ha generado una fuerte controversia, ya que mientras millones de ciudadanos se quedaron sin suministro eléctrico durante horas, el sistema mantenía sus compromisos de exportación con países vecinos, tal y como ha avanzado Libremercado.
El lunes, en medio del colapso energético que afectó a buena parte del territorio nacional, las conexiones internacionales siguieron activas. Según los datos oficiales, se enviaron más de 1.200 MWh a Francia, casi 800 MWh a Marruecos y cerca de 3.500 MWh a Portugal. Aunque pueda parecer contradictorio, el sistema está configurado para cumplir con los acuerdos de suministro transfronterizo incluso en situaciones críticas, lo que pone en evidencia algunas rigideces operativas del entramado eléctrico nacional.
Más allá de lo que indican los gráficos, este incidente ha reavivado el debate sobre la fragilidad del sistema energético español. Aunque las causas exactas del apagón aún no se han esclarecido del todo, numerosos especialistas coinciden en señalar que la creciente dependencia de fuentes de energía renovables, especialmente de la solar fotovoltaica, podría estar detrás de algunos de los desequilibrios estructurales que afectan a la red.
La clave del sistema eléctrico reside en mantener un equilibrio constante entre la producción y el consumo. Cualquier desajuste puede provocar oscilaciones peligrosas que deriven en cortes generalizados. Hasta ahora, esta estabilidad se ha logrado gracias al respaldo de tecnologías tradicionales como la nuclear, la hidroeléctrica o las centrales térmicas, que aportan una energía constante y predecible. Sin embargo, las renovables, aunque imprescindibles para una transición energética sostenible, presentan inconvenientes como su carácter intermitente, disperso y, especialmente, la falta de inercia que sí generan las turbinas de las centrales convencionales.