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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Floridablanca analiza el documento del Círculo de Economía catalán

La nota es un claro ejemplo del empobrecimiento intelectual y moral de una parte del empresariado catalán, que hace imprescindible desmontar las falacias de quienes  han sido colaboradores necesarios del independentismo.


Con motivo de su XXXlV reunión en Sitges, el Círculo de Economía ha publicado una “nota de opinión” que lleva por título Propuestas para mejorar el autogobierno de Cataluña y el funcionamiento del modelo territorial de Estado. Con dicho documento, esta organización empresarial tercia en la crisis abierta por el secesionismo catalán, trasladando a la opinión pública española una postura que resulta alarmante para todo aquel que lea con atención su contenido.
No solo porque uno esperaría una posición mucho más clara -por sentido común-, sino por la farragosa argumentación que encuentra en el tótem del diálogo un recurso permanente y casi mágico para una situación que se ha producido exclusivamente por voluntad de una parte de la clase política catalana.
Lejos de tratarse de una aportación de interés al debate, el documento es un ejercicio de aparente equilibrismo que en el fondo no hace otra cosa que servir a la causa independentista.
Además, la nota es un claro ejemplo del empobrecimiento intelectual y moral de una parte del empresariado catalán, que hace imprescindible desmontar las falacias de quienes -no nos engañemos- han sido colaboradores necesarios del independentismo bajo el disfraz de la neutralidad:
La crisis catalana no es el “fracaso del conjunto español de convivencia”. De nuevo, la falacia de “España como problema” o la imposibilidad de convivir. Los cuarenta años más prósperos de la historia de nuestro país y el mayor régimen de autogobierno que nunca ha tenido Cataluña -y uno de los más profundos actualmente en el mundo-, resulta que suponen un fracaso. La vieja tesis del nacionalismo que nunca se da por satisfecho porque el nacionalismo, por definición, siempre “quiere más”.
Pese a declarar la “importancia del respeto al principio de legalidad”, el documento asume que está suponiendo una limitación a la “voluntad democrática” que una mayoría de catalanes no ve canalizada y, por tanto, entiende que se “desborde” la legalidad.
El Círculo de Economía, que dice defender la Constitución de 1978, parece no aceptar que exista un Tribunal Constitucional que vele, precisamente, por su cumplimiento. ¿Cómo pretenden, entonces, que se cumpla la legalidad a la que apelan, si ni siquiera asumen que se haga cumplir la norma suprema de nuestro ordenamiento jurídico? Que un tribunal “enmiende a posteriori la voluntad popular” no es un error político, es la máxima manifestación de la prevalencia del Estado de derecho sobre cualquier tipo de poder que aspire a convertirse en absoluto por vía de hecho.
La propuesta de un estatuto “que sea una verdadera constitución catalana dentro de la Constitución Española” es un disparate político y jurídico. La figura del Estatuto de autonomía está perfectamente definida en la Constitución como “norma institucional básica de la comunidad autónoma” que forma parte “del ordenamiento jurídico del Estado” y que se tramita en las Cortes (art. 147 CE), es decir, por los representantes de la soberanía nacional en su conjunto, que deben velar por el interés general de todos los españoles. No caben, ni existen en ninguna parte, figuras jurídicas que sean “constituciones dentro de constituciones”.
Tampoco tiene reconocimiento constitucional esa “comunidad nacional” a la que alude el Círculo. La Constitución habla de las nacionalidades y regiones que integran la “patria común e indivisible”, así como la “solidaridad entre todas ellas”. Pese a que el nacionalismo pretende una soberanía catalana, resulta que sólo existe una soberanía nacional que atañe a todos los españoles. La definición del demos no es opinable.
La CE 1978 se puede reformar, pero lo que es inadmisible es que una parte imponga al conjunto una ruptura del modelo de convivencia por la vía de una reforma estatutaria. Por otro lado, y en coherencia con la supuesta defensa que esta organización empresarial hace de la Constitución, lo primero que debería hacer es exigir su estricto cumplimiento y aplicación.
El Círculo de Economía se pregunta en una mesa de su futura reunión “Cómo puede hacer Europa frente al malestar social y al populismo autoritario”. La respuesta es sencilla: no hacer pasar por argumentos jurídicos las pretensiones nacionalistas, no hacer pasar por democracia lo que es un asalto al Estado de derecho, y no hacer pasar por diálogo lo que es una imposición. No blanquear la pulsión autoritaria que reside en el nacionalismo. Si la clase política independentista ya había mostrado su bajeza, ahora lo ha hecho la clase empresarial representada en el documento del Círculo de Economía.

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