«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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LA FRONTERA SUR DE EUROPA, EN PELIGRO

Invasión inmigratoria: un modelo de guerra híbrida contra España

Inmigrantes ilegales asaltan la valla de Melilla. TWITTER

La política exterior, o internacional, no puede programarse y menos aún ejecutarse con las mismas reglas o principios que se desarrolla la política interior o nacional. Lo sabe Pero Grullo, ese hombre, depositario de las esencias del sentido común, al que conocí de joven, cuando devoraba a Don Miguel, el rector Unamuno, en los trayectos en metro por mi ciudad, Barcelona, otrora ciudad segura, limpia, y abierta a España. Que todo va unido, y en política, como en todo, no hay casualidades, sino causalidades.

Al parecer, las adquisiciones de gas argelino han caído un 40% desde que Sánchez, el felón, el mentiroso, el ególatra, decidió echarse en brazos de la monarquía marroquí. Si mueves un caballo del tablero dando un salto imprevisible, alfiles y peones avanzan y te paralizan. Argelia ha abierto la mano en su limes y la ruta argelina se ha reactivado con más fuerza, hacia Baleares, el Levante, y la costa almeriense. Macron, apremiado, anuncia también viaje a Argelia, para fortalecer, dice, relaciones bilaterales. Y así estamos.

Marruecos, que lleva desde el año 2003 mareando la perdiz – en el seno de la negociación con la Comisión Europea para un nuevo Acuerdo de readmisión de inmigrantes ilegales-, se frota las manos ante la posibilidad de que la Unión Europea reproduzca el modelo turco y se consolide el pacto “euros por ilegales”. Los números de la llegada de inmigrantes ilegales a Canarias desde costas africanas en las últimas jornadas, especialmente a Lanzarote, donde veranea el felón, mentiroso y ególatra, atestiguan que Marruecos sigue utilizando la inmigración ilegal, las mafias, y las redes de trata de seres humanos en un modelo de guerra híbrida moderna contra España, Frontera Sur de Europa.

En 2021 fue Ceuta; en 2022, Melilla; en las últimas jornadas, Canarias. Y Argelia, ya de modo permanente. El Tribunal de Cuentas europeo, en un informe de 2021, decía literalmente: “Los largos retrasos entre la recepción de un mandato y el comienzo real de las negociaciones (Marruecos, Pakistán y Túnez) y entre las rondas de negociación constituyan indicios de que las autoridades del tercer país no tienen la voluntad de llevar a cabo las negociaciones”. Pero Grullo no necesitaba ningún informe con colorines, pero ahí está escrito. Y no por ningún líder de ningún partido al que los grandes medios puedan etiquetar con palabras groseras propias del tonto útil del inmigracionismo violento que nos acecha desde hace décadas.

La situación que hemos calificado de invasión inmigratoria es gravísima, y no solo por las decisiones de Sánchez, su incapacidad para defender los intereses reales de España en el plano internacional. Porque antes de Sánchez hubo otros que tampoco fueron capaces ni tuvieron voluntad alguna de proteger las fronteras, la seguridad interior y el orden jurídico nacional. Prefirieron eso de “gestionar los flujos de inmigración” como si estuviésemos hablando de resolver los problemas logísticos de los intercambios internacionales de bienes. Porque así han entendido y afrontado el problema.

Creen que las personas son sujetos intercambiables que se pueden comerciar, trasladar o mover de un lado a otro, sin que tenga consecuencias. Sociales, políticas, económicas, culturales. Les importa un bledo si se integran o no en nuestra cultura y cumplen todas nuestras leyes. Para quien no se trata sino de gestionar, todo es susceptible de ser “mejor gestionado”. Pero cada vez hay más españoles – se cuentan ya por cientos de miles – que sufren en sus barrios, en sus calles, en sus pueblos, en sus carnes, las consecuencias de la invasión inmigratoria.

Para combatir esta inmigración ilegal hay que hacer muchas cosas. Si me permiten, iremos desglosándolo. Pero la primera es llamar a las cosas por su nombre. Y la segunda, cumplir las normas. El artículo 79 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea dice que “la Unión desarrollará una política común de inmigración destinada a garantizar, en todo momento, una prevención de la inmigración ilegal y de la trata de seres humanos y una lucha reforzada contra ambas”. Inmigración ilegal, dice el Tratado. No irregular. Irregular puede ser el asfalto de las carreteras; pero el inmigrante que salta la valla, que se mete en una patera confiado en que llegará a la costa española – o que le transportará una oenegé o salvamento marítimo – sin documentación, sin contrato de trabajo, sin entrar por el paso habilitado al efecto, sin cartilla sanitaria, y sin voluntad de integrarse en nuestra cultura, sin excepción ni reivindicación de derecho extraño alguno, es ilegal.

En el período 2014 a 2018 una media de 23.300 marroquíes que entraron ilegalmente no fueron retornados a su país de origen, como exige la Ley y el sentido común. Sumen ahora 2019 a 2022. En España, gestores y felones les regularizan de forma extraordinaria, periódicamente. Y luego les regalan la nacionalidad española. El problema es gravísimo. Perturbador. Aterrador. Y hay que ponerle freno, y fin, con rapidez. Para ello es preciso que VOX, o sus propuestas, estén en el gobierno y se ejecuten: fin de las nacionalizaciones fraudulentas y reforma del sistema de adquisición de la nacionalidad, fin regularizaciones extraordinarias y fin inmediato de los incentivos para el asalto de las fronteras: ayudas, subsidios, compensaciones. Seguiremos.

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