«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

La cobarde desbandada de los separatistas tras arruinar Cataluña

Todo para demostrar, aparentemente, su nula voluntad de reincidir en el delito, el argumento usado por Pablo Llarena para mantenerles en prisión provisional.


Las declaraciones del exconsejero de Interior Joaquim Forn y los líderes independentistas Jordi Sánchez y Jordi Cuixart asumiendo en el Tribunal Supremo que las vías constitucionales son las únicas válidas para defender la independencia son la últimas muestra de la cobardía de los dirigentes separatistas, capaces de ilusionar a dos millones de personas con un ‘procés’ imposible y en el camino empujar a tres mil empresas a trasladar su sede fuera de la región, fracturar la sociedad y no asumir sus consecuencias.

 «Reconozco la Constitución y las resoluciones judiciales», señaló Forn, que también dijo al juez que renunciará a su escaño si el futuro Govern mantiene la vía unilateral. Cuixart, por su parte, aseveró que «el único referéndum con validez sería el que convocara el Estado» y Sánchez confeso que existía una hoja de ruta independentista y que «nunca había sido partidario del enfrentamiento con el Estado». Algunos internautas en Twitter señalaron que solo les faltó arrancarse por Manolo Escobar y ataviarse la bandera de España. Todo para demostrar, aparentemente, su nula voluntad de reincidir en el delito. Ese riesgo fue el argumento usado por el magistrado que sigue el caso por el proceso independentista, Pablo Llarena, para mantenerles en prisión provisional.
El pasado día 4, el exvicepresidente de la Generalitat, Oriol Junqueras, reiteró que «nunca defendió ni optó por la violencia en el camino hacia la independencia» -«soy un hombre de paz y busco el diálogo”, dijo a los magistrados del TS, antes de asegurar que creía en una «solución bilateral al conflicto»- y que la presidenta del Parlamento de Cataluña, Carme Forcadell, que asumió el 155 que conllevó la disolución de la cámara y matizó las consecuencias jurídicas que a su juicio tenía la declaración de independencia unilateral (DIU) que fue aprobada el pasado 27 de octubre, y a la que se refirió como «simbólica», no se postulará para revalidar el cargo y ha sugerido que su sucesor debe ser una figura «libre de procesos judiciales».
La cobardía forma parte de la estrategia judicial de un movimiento en desbandada, cuyo jefe está huido en Bruselas y quiere ser investido presidente por Skype, una ocurrencia surrealista.
Tildan de «presos políticos» a los golpistas, pero sus abogados lo niegan ante el juez. Es preciso señalar que alguien es preso político si la detención viola alguna de las garantías recogidas en la Convención Europea de Derechos Humanos, es discriminatoria con respecto a otras personas, es impuesta puramente por razones políticas, las condiciones de la condena no son proporcionales al delito cometido o es el resultado de un proceso judicial claramente injusto. Los ‘Jordis’, Junqueras y Forn no cumplen estos requisitos. 

Con todo, el ejemplo palmario de la cobardía es Artur Mas, que después de llevar a Cataluña al abismo busca marcharse sin consecuencias. El delfín de Jordi Pujol e impulsor de la consulta separatista del 9N de 2014 por la que fue inhabilitado y de la que responsabilizó a los «voluntarios» ante el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, anunció esta semana su dimisión como presidente del PDeCAT.
Justificó su decisión por el calendario de sus causas judiciales y la necesidad de dar margen a nuevos liderazgos después de los resultados electorales de Junts per Catalunya, aunque dejo claro que «no se retira de la política, porque la vida es muy larga y el futuro dirá», aunque sí abandona «la primerísima línea».

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