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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Por qué la independencia catalana favorece los planes de Bruselas

Aunque no puede reconocerlo abiertamente, la UE es partidaria de la independencia catalana.

Uno de los argumentos más repetidos por los observadores contra el ‘procés’ es que Cataluña no se independizará porque la Unión Europea no lo permitiría. Un ‘club’ tan poderoso y que avanza tan decidido y con tanta urgencia hacia la creación de un ‘megaestado’ no va a consentir que en uno de sus miembros surja un miniestado que les estropee el proyecto.

Grave error: el proceso independentista catalán, lejos de estropear los planes de Bruselas, es un regalo caído del cielo para acelerarlos. Dicho de otra manera: aunque no puede reconocerlo abiertamente, la UE es partidaria de la independencia catalana.

En medio de la gritería independentista, en estos tiempos de urgencia y desafíos a la ley, es fácil pasar por alto una respuesta mucho más silenciosa y discreta que es, sin embargo, clave en todo el proceso: la ambigua postura de Bruselas.

Fue en su día insuficientemente comentada la respuesta de Jean-Claude Juncker, el presidente de la Comisión Europea, sobre el hipotético referéndum catalán. Fue una réplica algo más diplomática y ambigua de lo que es habitual en un político notoriamente bocazas, procuró no pillarse los dedos, pero acabó diciendo que la Unión aceptará la «voluntad» de los catalanes, sea la que fuere, aunque Cataluña no podría seguir «automáticamente» dentro de la UE.

Hay adverbios que matan, y ese parecía dejar muy claro que Bruselas aceptaría complacida la solicitud de ingreso de una Cataluña independiente.

Pero casi más que lo que puedan decir los líderes comunitarios es su silencio y equidistancia en este asunto lo que llama la atención. No vale decir que se trata de un «asunto interno» de España, que no se han caracterizado últimamente los eurócratas por su exquisita neutralidad ante lo que hacen los países miembros de puertas adentro.

En un hombre, Juncker, que ha expresado en numerosas ocasiones su desprecio por las consultas populares y que aborrece todo nacionalismo, ¿cómo puede expresar tal ecuanimidad difusa ante el referéndum que preparan los nacionalistas catalanes?

La respuesta podría estar en un libro firmado por dos entusiastas europeístas,  Guy Verhofstadt y Daniel Cohn-Bendit, titulado ‘¡Por Europa! Manifiesto por una revolución unitaria’, en el que puede leerse: «El Estado Nación ya no sirve de nada, y por ello es hora de pasar página e inaugurar la federación europea, los Estados Unidos de Europa (…) El Estado Nación (Roma, Berlín, París, etcétera) se desmonta ya por abajo, dando valor al papel de los entres locales de las regiones, ya por arriba, con la delegación de toda una serie de competencias a Bruselas…».

Es decir: el fomento de los nacionalismos no estatales, lejos de ser una respuesta al proyecto globalista, es una de sus herramientas, al atacar ambos a un mismo enemigo: los Estados que verdaderamente existen. Debilitar esos Estados que cuentan con una estructura política asentada y una identidad consolidada por los siglos a favor de mini Estados necesariamente débiles y vacilantes en sus primeros pasos, y necesitados del apoyo de un ente supranacional.

Eso explicaría no solo el relativo silencio de los responsables comunitarios, sino también la actitud beligerantemente proindependentista de los brazos mediáticos del globalismo. Es difícil creer que un proceso de ‘independencia’ sea meramente tal cuando cuenta con el respaldo de la élite globalista, desde The Guardian y el Wall Street Journal hasta ese perejil de todas las salsas, George Soros.

No lo decimos nosotros, que lo publicaba La Vanguardia: al y como destaca La Vanguardia: la Fundación Open Society Initiative for Europe de George Soros financió actividades del Consell per la Diplomàcia Pública de Catalunya, el Diplocat.

El Diplocat han admitido la información publicada sobre estas aportaciones de Soros, que no son las únicas que el financiero internacional ha donado a causas independentistas, como el CIDOB, otro organismo separatista.

Por lo demás, el ex presidente de la Generalitat Artur Mas ofreció un dato esencial el pasado marzo al declarar que «una Cataluña independiente será una aliada clave de la OTAN». El ‘procés’ no parece aspirar a la ‘independencia’ en un sentido inteligible y real, sino más bien a convertirse en un campo de pruebas del globalismo al margen del Estado al que pertenece desde hace más de medio milenio, como leal peón de organismos supranacionales.

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