Sería interminable intentar completar una lista con los problemas que sufre España en estos momentos; muchos y bastante graves, sin duda. Algunos que ya veníamos arrastrando desde hace años, décadas e incluso siglos, y otros que nos ha deparado este Gobierno encabezado por Pedro Sánchez, de cuya legitimidad y legalidad cada día tenemos todos más dudas razonables.
Sin embargo, quizá el problema más grave que padecemos como sociedad (en España y seguramente también en Occidente) sea la aceptación por una gran mayoría de ciudadanos de las manipulaciones que elabora o promueve el PSOE, con su gran aparato político y mediático.
No nos proponemos enumerarlas todas (porque no habría espacio suficiente, ni siquiera en el «espacio virtual»), sino simplemente llamar la atención y poner la lupa sobre las más burdas, las más desvergonzadas, aquellas que, sin duda, en otro tiempo y en otra España, habrían provocado seguramente alguna algarada digna de aparecer en los libros de Historia.
2023 subió mucho el listón de las manipulaciones groseras con el famoso episodio del «besito» del ex presidente de la RFEF, Luis Rubiales, a la jugadora de la selección femenina, Jenni Hermoso, durante la entrega de trofeos posterior a la victoria española en la final del Mundial. En pocas horas, un hecho que todos pudimos ver y que cualquier persona racional calificaría como «una broma, sin más», logró el efecto boomerang deseado por la izquierda, haciendo del suceso un hito del feminismo woke.
El asunto ha terminado en los tribunales, y de hecho esta semana declaró la «víctima» del beso robado ante el juez, una víctima que, por lo demás, protagonizó el programa estelar de Nochevieja en la TV pública, junto a Ramón García, aprovechando su momento de gloria para reivindicar el «empoderamiento feminista» ante los millones de espectadores que probablemente sólo querían tomarse unas uvas en familia.
Pongamos ahora la lupa sobre el episodio relativo a las famosas declaraciones de Santiago Abascal a un periódico argentino, coincidiendo con la jura del cargo como presidente del país del liberal Javier Milei, una ceremonia a la que fue invitado el presidente de VOX. Una frase hecha que cualquier persona entiende como lo que es (un guiño a la historia, que está repleta de malos mandatarios a los que han echado del poder sus pueblos, a veces de muy mala manera) se convirtió rápidamente en una bola de propaganda y falsas acusaciones, hasta el punto de llevar el PSOE el asunto a la Fiscalía.
El modus operandi del PSOE y sus satélites cibernéticos en casi siempre el mismo: hay alguien que «levanta la liebre» sobre algo que puede ser fácilmente manipulado, bien sacándolo del contexto en el que fue dicho, bien alterando su significado más elemental (como en el ejemplo anterior de Abascal).
A partir de ahí, los algoritmos que mandan en el juego de las redes sociales se ponen al servicio de la propaganda izquierdista para que el bulo, la invención y la burda manipulación se convierte pronto en trending topic, «obligando» a los telediarios de casi todas las cadenas de TV a hacerse eco de la «noticia».
Es necesario decir que, al contrario que en otro tiempo no demasiado lejano, no quedan ya en las redacciones de los medios de comunicación mayoritarios jefes de redacción, editores o incluso directores que, ante una manipulación tan evidente de la realidad, pongan la deontología por delante de su «obediencia debida» a unas siglas. Ahora se está con el partido hegemónico del sistema, siempre, con razón y sin ella.
Volviendo a la reciente Nochevieja, la concentración patriota en la calle Ferraz, animada por los chavales de Revuelta y amenizada por una piñata popular rellena de turrones, ha sido aprovechada también por el fenomenal aparato propagandístico del PSOE para convertir una simple fiesta de amigos en la comisión de un posible «delito de odio». Y es que el muñeco apaleado en la piñata ha llevado a los Pachi López y demás prebostes socialistas a denunciar el acto ya que, según su peculiar criterio, «incitaba a la violencia» contra el presidente del Gobierno.
Todos los juristas de cierto prestigio se han apresurado a decir públicamente que nunca, en ningún lugar del mundo desarrollado, una piñata se ha relacionado con delito alguno, y mucho menos de odio. Incluso la vicepresidenta del Ejecutivo, Yolanda Díaz (que no es jurista de prestigio, pero sí es licenciada en Derecho) ha negado que el suceso constituya dicho delito, lo cual desde luego resulta bastante llamativo y significativo.
Los tres recientes ejemplos que hemos puesto, a los que podríamos añadir varias decenas más, demuestran cómo la izquierda ha estrechado cada vez más los lados de la ventana de Overton. Todo está regido por un marco estrechísimo, asfixiante, que oscila entre el puritanismo más rancio y el uso ad nauseam de tópicos ideológicos que ya nadie puede tomarse en serio: guiños al franquismo y la guerra civil, uso de esvásticas que relacionan inexplicablemente con VOX o el PP, demonización de cualquier posición conservadora en lo moral, burla constante de lo católico, rechazo frontal al liberalismo económico, etc.
Y aunque, en efecto, en las RRSS (que es donde se sustancia buena parte del debate público actual) hay «sitio para todos», y se supone que todos los puntos de vista pueden ser expresados, es la izquierda la que sigue controlando mayoritariamente las corrientes de opinión prevalentes mediante un sistema perfectamente organizado que sistematiza la manipulación de todo lo que hace «la derecha» para presentarlo como lo contrario de lo que es: una agresión sexual donde había una broma, una amenaza donde había un dicho popular, o un delito de odio donde se festejaba el fin de año con una piñata.