«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Actrices y escritoras contra el 'feminismo totalitario' de #MeToo

Son cien mujeres en total las que desde el mundo del arte, la ciencia, el periodismo o el cine han levantado la voz contra un feminismo en el que no se reconocen y que está poniendo las bases de una «sociedad totalitaria». E insisten: «El flirteo no es un delito».


Un nutrido grupo de mujeres de la cultura francesa, entre las que destacan la actriz Catherine Deneuve, la escritora Catherine Millet o la cantante Ingrid Caven, plantan cara a la corrección política.
En un texto publicado en ‘Le Monde’, el grupo de mujeres alertan de que el escándalo de los abusos contra algunas actrices destapado en Hollywood puede crear un clima propio de una «sociedad totalitaria» y poner en peligro la libertad sexual.
«La violación es un crimen, pero un flirteo tenaz o torpe no es un delito y una galantería tampoco es una agresión machista», señalan las firmantes. Y añaden que «como mujeres no nos reconocemos en este feminismo”. Critican el “odio” contra los hombres y el sexo que, a su juicio, se ha desatado a raíz de la campaña ‘#MeToo’. Una campaña contra los abusos sexuales que se llevó a cabo tras las denuncias contra el productor de Hollywood Harvey Weinstein.
«Desde el caso Weinstein se ha producido una toma de conciencia sobre la violencia sexual ejercida contra las mujeres, especialmente en el marco profesional, donde ciertos hombres abusan de su poder. Eso era necesario. Pero esta liberación de la palabra se transforma en lo contrario: se nos ordena hablar como es debido y callarnos lo que moleste, y quienes se niegan a plegarse ante esas órdenes son vistas como traidoras y cómplices», dice el manifiesto, que lamenta que se haya convertido a las mujeres en «pobres indefensas bajo el control de demonios falócratas.

Contra la vuelta al «puritanismo» y a la «moral victoriana”

Las mujeres firmantes defienden «la libertad de importunar a alguien», al considerarlo algo «imprescindible para la libertad sexual”. Y denuncian la vulnerabilidad del hombre frente a las denuncias, “individuos a los que no se deja la posibilidad de responder o de defenderse”.
Los hombres se habrían convertido, a juicio del manifiesto, en las “víctimas” de un nuevo ecosistema intelectual y moral que los lleva “al matadero”. Un sistema auspiciado por “los enemigos de la libertad sexual, los extremistas religiosos, los peores reaccionarios y aquellos que opinan que las mujeres son seres ‘especiales’, niños con rostro de adultos, que piden protección».
«Esta justicia expeditiva ya tiene sus víctimas: hombres sancionados en el ejercicio de su oficio, obligados a dimitir por haber tocado una rodilla, intentado dar un beso, hablado de cosas intimas en una cena profesional o enviado mensajes con connotaciones sexuales a una mujer que no sentía una atracción recíproca”.
 
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