«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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LEIRE ABORTÓ CUANDO TENÍA 26 AÑOS

Leire Navaridas: «La defensa de la vida no es una bandera conservadora, sino de personas con sensibilidad»

Leire Navaridas

Hace ya varias semanas el debate del aborto se reavivó con la medida provida que Vox presentó en Castilla y León. Muchos tildaron de radical la propuesta, que tan sólo pretende facilitar el acceso al latido fetal en aquellas mujeres embarazadas que se plantean abortar. Apenas hace unos días, el Tribunal Constitucional desestimaba, con trece años de retraso, el recurso de inconstitucionalidad de la ley del aborto. Hoy ya no quedan providas en el PP ni magistrados sensibles en el Constitucional. Entre todas las voces, estos días emerge la de Leire Navaridas, madre de tres, que abortó cuando apenas tenía 26 años. Nos dice que el aborto es un drama que acaba con la vida de miles de inocentes cada año, y frente a él debemos luchar. «Ninguna sociedad va a avanzar y progresar si no defiende la vida, especialmente la de los más vulnerables», sentencia. Nunca el fallo de un Tribunal había sido tan fallido.

¿Una chica de 26 años aborta con conciencia de ello?

Depende de los valores y el amor con el que le hayan criado y la información que tenga, y no sólo de la vida intrauterina, sino de lo que significa ser madre. Para mí el mayor regalo en la vida. En mi caso yo me quedé embarazada en un contexto de muy poca afectividad y bastante insensibilidad. Aunque fuera con mi pareja estable, aunque estuviéramos casados, había una gran desconexión entre cuerpo y corazón. Yo había sido educada en una cultura donde la vida no es sagrada, el hombre es el enemigo, donde el aborto es un derecho y el «nosotras parimos, nosotras decidimos» es lo justo. Yo fui a abortar además con la idea de que era inocuo y un medio para mantener la independencia de la mujer, especialmente, con respecto al hombre.

¿Cuándo te llegó el conocimiento de lo que es verdaderamente un aborto?

Comencé a tener vértigos en la universidad, estuve viviendo en el extranjero y tuve algunos nuevos episodios. Al volver a España, a raíz de empezar una terapia, y con mucho trabajo de introspección, pude ser consciente y enfrentar el dolor de la pérdida de mis dos primeros hijos, una de forma violenta y otra espontánea. Yo había vivido siempre una vida de puertas para afuera, con poca sensibilidad interior. Tenía una agenda social muy apretada pero apenas tenía intimidad interior. Muchas fiestas, droga, promiscuidad en la sexualidad, etc. Venía de un trasfondo bastante destructivo. Por eso cuando me quedé embarazada pensé en mi vida tal y como la tenía planeada, y no en mi hijo. Una amiga, con toda su buena intención, me recomendó abortar. Ella quería ayudarme, lo sé. Pero es parte de la inmensa ingeniería social que ha vendido que el aborto es una solución inocua, sin consecuencias. A mí nadie me dijo que el problema no era el hijo que esperaba sino la profunda soledad con la que se enfrenta una madre. Es mucha la soledad, el miedo, la incertidumbre…

¿El aborto acaba con la maternidad?

En cuanto hay embarazo hay madre, al igual que un padre. Y esto se rechaza. Se ve muy bien en la película “El grito silencioso” toda la ingeniería social iniciada en los ´70 en Estados Unidos. Una ingeniería que consiguió que gran parte de la sociedad americana pasara de ver el aborto como el asesinato de un hijo a reconocerlo como un derecho de la mujer. Con la complicidad de la líder feminista del momento, se puso en el centro del debate social la voluntad de la mujer. Pensaron cómo vender que el aborto fuese algo positivo y vieron en el derecho a elegir la vía perfecta: ¿Quién va a estar en contra de que una mujer decida libremente? Pero yo me pregunto: ¿decidir sobre qué? La maternidad no se puede elegir, es un engaño, una falacia. La mujer embarazada es madre y ahí no hay elección posible salvo la de tener un hijo vivo o muerto.

¿Cómo fue el camino entre el aborto de tu hijo y el reconocimiento de tu maternidad? ¿Cuándo le pusiste rostro?

Es un proceso largo que empieza con el reconocimiento de una misma. Según vas entrando en esa verdad, encuentras todas las dimensiones de tu ser: físico, emocional, pasional, intelectual y espiritual. A mí esa última dimensión me fallaba porque yo era súper atea, nunca había creído en lo que no se ve y me parecían ridículas las creencias religiosas. Pero esa dimensión, según te vas profundizando y conociéndote mejor, superando límites mentales, aparece inevitablemente. En mi caso, fui reconociendo mi parte espiritual y me ayudó sin duda a afrontar el trauma del aborto, pues sin ella el aborto no tiene solución ni consuelo. Poco a poco fui adquiriendo una trascendencia que me hizo ver que a mi hijo no le habíamos dado la oportunidad de nacer. Yo a mi hijo abortado nunca le voy a poder abrazar y besar, como sí hago con mi tercer hijo. Sin embargo, ese vínculo de amor, de respeto y cariño que se merece, de ser único e irrepetible, pues está. Mis hijos no nacidos tienen nombre y los sigo amando mucho, me llenan el corazón. Pero fue con esa conciencia espiritual cuando pude por fin enfrentarme al trauma del aborto y comenzar una reconstrucción. Seguí teniendo mucha culpa por ese acto cruel y desalmado del que me creía responsable. Con el tiempo me di cuenta de que yo también fui una víctima porque nadie me apoyó con amor, nadie me informó adecuadamente, nadie me apretó la mano y me reconoció lo maravilloso de dar vida a un hijo. En mi caso ni las instituciones, ni mi pareja, ni mi familia… Nadie pensó que aquel aborto era una equivocación.

¿Cómo llegó el perdón?

El perdón no te llega, te lo tienes que dar. A mí ya me habían perdonado por todos lados. Los hijos nos perdonan, la vida nos perdona, la gente con conciencia y sensibilidad sabe el drama por el que pasamos. Yo no necesitaba el perdón de los demás. El perdón o se lo da una misma o no hay nada que hacer. A mí me ayudó proyectar mi historia en otra mujer y viendo todo el sufrimiento cogí fuerzas y me perdoné y me empecé a rebelar contra el propio sistema. Y desde esa indignación ha venido toda mi lucha y entrega por visibilizar públicamente el horror y el error que hay detrás del aborto.

La defensa provida es muchas veces católica y conservadora. ¿Se puede defender la vida desde el ateísmo y la izquierda?

Es una cuestión de sensibilidades y la sensibilidad no entiende de ideología política. De hecho, hasta ahora se pensaba que los conservadores defendían la vida pero Feijóo ha hablado en nombre del PP y parece que los conservadores poco defienden la vida cuando se juegan muchos votos. Aunque bueno, sin ser yo conservadora, me parece atrevido tildar al PP de referente provida. De hecho, ya Gallardón en su momento quiso introducir una ley más sensible hacia la realidad de la madre gestante y tras un cálculo de votos le señalaron la puerta. Ahí podemos ver que la defensa de la vida no es una bandera conservadora, sino de personas con sensibilidad.

Ahora bien, es verdad que la falta de conexión espiritual que genera el ateísmo (en favor de lo puramente intelectual) hace difícil la defensa de la vida porque no entienden la dimensión humana a un nivel espiritual. Pero no deja de ser cierta la realidad científica de que una madre embarazada que se deja intervenir violentamente dicho embarazo está acabando con la vida de su hijo. Así que no hace falta ser creyente para conocer la realidad del aborto.

Decía el Papa Francisco hace poco que no hay nada más progresista que defender la vida…

Tiene toda la razón. Ninguna sociedad va a avanzar y progresar si no defiende la vida, especialmente la de los más vulnerables. En España vivimos en los bandos, eso sí, y ni siquiera en la defensa de la vida, que debería ser universal, hemos logrado ponernos de acuerdo.

Esa defensa de la vida la ha emprendido Vox en Castilla y León, con su propuesta del latido fetal. Entre muchas críticas, tú la has defendido públicamente. ¿Escuchar el latido fetal salva vidas?

Para mí lo más fundamental de este asunto es la información que ofrece a la madre que quiere abortar. Esta medida hace que las mujeres vayan a abortar sabiendo que no tienen dentro un amasijo de células sino una vida humana, y más concretamente, la de su hijo o hija. Cuando escuchas un corazón el impacto es imborrable. Es un pum-pum increíble que trae a la conciencia toda la trascendencia de la maternidad, es el sonido de la vida dentro de ti. Por eso escuchar el latido hace que la madre al menos conozca la verdad. Lo de negarle la información a una mujer adulta es de un paternalismo lamentable que no hace que la IVE (Intervención Violenta del Embarazo) sea menos traumática.

Ahora bien, esta ley no es suficiente. Está bien pero hace falta más. Porque hay muchas mujeres que se ven abocadas al aborto aún sabiendo que en el vientre llevan a su hijo. Sin embargo, la amenaza que empuja a la mujer a una opción tan dramática no se resuelve solo con la conciencia de la vida intrauterina. Por eso, además de dar información, hace falta dar apoyo, y creo que eso falla en la ley.

Hace unos días conocimos, trece años después, la resolución del Tribunal Constitucional que avala la ley de plazos de Zapatero. Una ley que permite abortar a niños con síndrome de Down hasta los cinco meses y medio…

En fin. Me parece lamentable. Para mí esta resolución ha sido la representación de un acto cobarde y paternalista. Creo que con esto volvemos a poner el foco en los intereses de la industria del aborto y no en las necesidades de la mujer embarazada. Por eso repulso totalmente esta ley y a las personas que siguen avalando leyes que muestran insensibilidad e inhumanidad.

¿Hay esperanza?

Hay mucha gente buena que está trabajando incansablemente en defensa de la vida y ayuda a las mujeres gestantes. Yo llevo ya dos años con un grupo de madres a las que acompaño en su trauma postaborto y está siendo precioso conocer los procesos de estas mujeres que pasan de víctimas a heroínas. Hay madres que ayudan a otras madres y eso es ilusionante. A mí me han contactado mujeres al borde del suicido y gracias al grupo que hemos formado, «Unión Postaborto», muchas de ellas han recuperado la ilusión de su maternidad, de amar y ser amadas.

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