«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Los 'arrepentidos' del Brexit saltan al 47% en Gran Bretaña

Brexit

¿Cómo se queda uno después de tanto tiempo diciendo adiós? Es la pregunta que se hacen muchos observadores ante un ‘Brexit’ que cada vez se ve menos probable.

Ya no es solo que las negociaciones de desconexión no vayan bien, al menos desde el punto de vista de Theresa May; es que hasta los británicos empiezan a arrepentirse de haberse metido en semejante lío.
O eso dicen algunas encuestas. Según la más reciente, de YouGov, quienes piensan en Gran Bretaña que el país hace mal dejando la UE ascienden ya al 47%, la proporción más alta hasta la fecha, siente puntos porcentuales por encima de la última consulta de este tipo.
El cambio de actitud podría deberse a que, a juicio del ciudadano británico, May está negociando un acuerdo de partida horroroso. Aunque tampoco es ajeno al asunto el esfuerzo titánico de los grandes medios por convencer al votante.
O de Soros, que ha organizado -y financiado- un ejército de ‘Remoaners’ -a medio camino entre ‘los que se quedan’ y ‘los que se lamentan’, un neologismo para denominar a quienes votaron «sí» a la UE- que irá puerta por puerta por todo el país este verano para cambiar de idea a los ‘brexiteers’ más recalcitrantes, en una campaña que afectará a miles de hogares.
La idea -que no caerá en saco roto en Italia- es que la Unión Europea es como el Hotel California de la canción de los Eagles: no hay modo de salir de ella, al menos, ileso.
El Brexit ha alcanzado un punto que tiene a todos aterrados. A los británicos empieza a darles miedo el precio que tendrán que pagar -que la desastrosa y desangelada negociación de May les hará pagar- para poder dejar definitivamente el club. A Bruselas le asusta que el Brexit sea, después de todo, un éxito relativo y su ejemplo dé alas a otros -la Italia de Di Maio y Salvini, sobre todo- para imitarles. En Francia, sobre todo, temen la perspectiva de un ‘Frexit’ a la vuelta de la esquina.
Por toda Europa, además, aterroriza otra posibilidad: un Brexit ‘duro’ con controles aduaneros y aranceles en Gran Bretaña que caiga como una bomba sobre todas las empresas que tienen a Gran Bretaña como socio comercial preferente. Esto es como la visita al dentista: «Doctor, no nos vamos a hacer daño, ¿verdad?». Porque, puestos a malas, no es la UE la única que puede hacer daño; también Gran Bretaña puede hacerle un roto importante a los de Bruselas.
Y está, luego, la posibilidad de que Soros y sus ‘remoeners’ se salgan con la suya. ¿Habría un segundo referéndum? ¿O ya han escarmentado y serán el Gobierno y/o el Parlamento quienes decidan que mejor se quedan? Y, si fuera así, ¿quién pone el cascabel al gato? ¿Cómo se hace eso? ¿Se dan May y Juncker un abrazo ante las cámaras entre lágrimas murmurando «dijimos muchas cosas que no sentíamos, Theresa» y «todo está olvidado, Jean-Claude»? ¿Aquí paz y después gloria, pelillos a la mar, sin renegociar nada?
Sin un nuevo referéndum, la confianza de los británicos en la democracia quedaría tocada de muerte, y el Partido Conservador lo pagaría amargamente en las urnas. Con nuevo referéndum, ya pueden asegurarse de la victoria, o el ridículo será épico.
E incluso con una mayoría de «síes», estaríamos más o menos en las mismas, con Gran Bretaña partida en dos y los socios de Bruselas desconfiando profundamente de un euromiembro que ya ha intentado escapar una vez y podría volver a intentarlo.
Reforzarán los cerrojos, supongo.

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