«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
el regreso de la España que no se resigna a ser pisoteada por la bota monclovita-separatista

Manifestación en Barcelona contra la amnistía: traición y reacción seis años después

Manifestación en Barcelona contra la amnistía el pasado domingo. Europa Press
Manifestación en Barcelona contra la amnistía. Europa Press

Seis años después la nación volvió a desbordar las calles de Barcelona. Otra vez 8 de octubre. Otra vez España por Cataluña y Cataluña por España. Y otra vez la clase dirigente traicionando a esa España de los balcones que cuelga y descuelga, con la paciencia del santo Job, la rojigualda según lo amenazada que vea su patria. Si el termómetro es la movilización dominical del paseo de Gracia no es osado proclamar el regreso de esa España que no se resigna a ser pisoteada por la bota monclovita-separatista. He ahí un motivo de esperanza.

Claro que también los hay para la resignación, como lamentó Feijoo por la ausencia del PSOE, del PSOE bueno, claro, al que ya podemos llamar el ausente. «Falta el Partido Socialista, están poniendo otra vez a la sociedad catalana en manos del independentismo». A estas alturas del golpe cabe preguntarse si confundir los deseos con la realidad es sólo una inocente torpeza o una calculada estrategia para blanquear la enésima fechoría socialista porque dos o tres socialistas históricos han elevado el tono en una tertulia. En cualquiera de los casos yerra Feijoo, que obvia que no es sólo la sociedad catalana la que padece el separatismo, sino el conjunto de la española.

Mientras Feijoo no acaba de aterrizar en 2023 es conveniente recordar que en aquel octubre de 2017 Borrell, socialista histórico pata negra, subió al escenario a regañar al millón de personas que gritaba «Puigdemont a prisión» con una de esas frases que pasará a la historia como ejemplo de la alergia que el poder siente hacia cualquier reacción espontánea popular: «No gritéis como las turbas del circo romano, a la cárcel sólo van los que dicen los jueces». Seis años después, Borrell guarda ahora el silencio de los traidores. ¿Dónde están todos aquellos que entonces loaron la cordura y el seny del socialista catalán?

Seis años después es muy de agradecer que las piezas del tablero se hayan movido con tal claridad que ya no quepan equívocos, sólo falsos aspavientos. A un lado, hay un bloque liderado por el PSOE que engloba a la extrema izquierda y todas las formaciones separatistas a las que han prometido una amnistía a cambio de la investidura de Sánchez. Al otro, se apreció en las calles de Barcelona, estaban el PP y VOX, aunque a este último los medios no tratan con el mismo rasero.

Santiago Abascal irrumpió en el paseo de Gracia y atendió a los medios de comunicación. El canal 24 horas de TVE, como hizo Ferreras cuando Abascal tomó la palabra durante la investidura fallida de Sánchez en julio de 2019, cortó la emisión. El presidente de VOX decía en ese momento que Sánchez es el político más corrupto de la historia de España y, de pronto, algo falló en la emisión de la televisión pública. Problemas técnicos. No se había visto nada igual desde que todas las cadenas americanas censuraron a Trump en directo durante la noche electoral de 2020.

Sin embargo, es posible sortear la realidad paralela que cocinan los medios de comunicación. Hay que bajar a la calle, donde casi nada de lo que ocurre es difundido por televisiones, radios y periódicos. En mitad del larguísimo paseo barcelonés la comitiva de VOX avanza detrás de una pancarta («no a la amnistía, no al golpe de Sánchez») en cuyo centro se sitúa Abascal. A ambos lados de la calle, los barceloneses más curiosos se acercan a gritarle «presidente, presidente» y «Abascal orgullo nacional». Hay otros gritos más profundos que piden auxilio, como quien llama al batallón de Spengler para salvar a la civilización («no nos falles», «no nos abandones»), que pronuncian esos catalanes que, asfixiados por la atmósfera irrespirable del separatismo catalán, encuentran en VOX el último cartucho.

La mañana barcelonesa, radiante y azul, resultó calurosa cuando Abascal abandonó la manifestación, o al menos trató de hacerlo, porque la masa apenas le dejaba avanzar a paso de costalero sevillano. Lástima, de nuevo, que esas imágenes no aparezcan en ninguno de esos informativos que esconden las salidas de prisión de más de un centenar de violadores y pederastas pero pasan semanas hablando del beso de Rubiales. También es muy probable que el separatismo hurte a los catalanes la vista cenital del paseo de Gracia, pues decenas de miles de ellos inundaban, rojigualda en mano, la calle sin presencia de símbolos partidistas.

Seis años después, en definitiva, el PSOE bueno, el de Borrell, se esconde en Bruselas. Él, como tanto otros, ha validado con su silencio todas las traiciones del Gobierno de Sánchez. No son poca cosa: el acercamiento a los delincuentes —como hace con los etarras— a las cárceles catalanas, el indulto a los golpistas y la amnistía que hoy negocia con Puigdemont, el presidente que huyó escondido en un maletero tras dar un golpe de Estado. Borrell, por tanto, tendría que actualizar su predicción. A la cárcel sólo va quien diga el PSOE.

+ en
Fondo newsletter