Es de recibo enviar un mensaje de agradecimiento a las Fuerzas de Seguridad que en estos dĆas defienden la legalidad en CataluƱa. EspaƱoles valientes, comprometidos con su nación y con la gloriosa historia que la contempla.
Ayer sentĆ mucha tristeza. Las imĆ”genes que los medios de comunicación difundĆan de la situación en toda CataluƱa no invitaban a lo contrario. Compatriotas -sĆ, compatriotas- enfrentados por los delirios secesionistas de un grupo de polĆticos sin escrĆŗpulos que no tiene reparos en azuzar a las masas contra las Fuerzas de Seguridad y al que poco, o nada, le importa la integridad fĆsica de los cientos de niƱos que pusieron en riesgo para lograr la tan deseada imagen. Lo consiguieron. Los independentistas tuvieron su fotografĆa y pudieron votar.
Ayer sentĆ mucha vergüenza. La comparecencia de Mariano Rajoy, tras todo un dĆa escondido en Moncloa, me resultó indignante, pero sobre todo indigna de un presidente del Gobierno que no ha estado a la altura de un intento de golpe de Estado. Un presidente del Gobierno que abandonó a aquellos que no huyen ante los problemas, a los agentes de las Fuerzas de Seguridad desplazados a CataluƱa, en un ejercicio -bochornoso y lamentable- que inevitablemente le acabarĆ” pasando factura.
Rajoy ha demostrado un arrojo similar al capitĆ”n del Costa Concordia, que abandonó la embarcación cuando cientos de pasajeros no habĆan sido rescatados mientras el barco se escoraba en las aguas del MediterrĆ”neo. Un indigno heredero de una nación a la que le contemplan mĆ”s de 600 aƱos de historia, que no ha sabido estar a la altura de la afrenta.
Ayer sentĆ asco. Ver a los Mossos abrazados a los golpistas y enfrentĆ”ndose a los agentes de las Fuerzas de Seguridad fue superior. Una PolicĆa alineada por los golpistas cuyos mandos tienen la poca vergüenza de asegurar que rechazan Ā«todas las formas de violenciaĀ». Los mismos agentes que hace apenas 4 aƱos declaraban que la Ā«resistencia pacĆficaĀ» no existĆa.
Ayer sentĆ mucho orgullo. Orgullo por ver cómo decenas de espaƱoles valientes salĆan a las calles para defender la ley, la bandera y la nación. Orgullo de las Fuerzas de Seguridad que, traicionadas por los Mossos y en un escenario complicado, pusieron la otra mejilla para preservar la unidad del paĆs mientras el Gobierno les daba la espalda.
Los agentes deben estar orgullosos de su labor en CataluƱa, donde han tenido que soportar todo tipo de contratiempos, porque cada uno de ellos se limitó a cumplir con aquello que juró. La defensa de la patria por encima de los delirios de la clase polĆtica.
Es de recibo enviar un mensaje de agradecimiento a las Fuerzas de Seguridad que en estos dĆas defienden la legalidad en CataluƱa. EspaƱoles valientes, comprometidos con su nación y con la gloriosa historia que la contempla. Herederos dignos de los Tercios Viejos que defendieron por todo el mundo los pendones nacionales consagrados a la Inmaculada Concepción.
La gratitud se extiende tambiĆ©n a las familias de los agentes. A las madres, esposas y maridos que soportan la pesada losa de la presión mediĆ”tica sobre sus hombros. Ellos, mĆ”s que ningĆŗn otro, estarĆ”n orgullosos del camino que sus familiares decidieron un dĆa tomar. Aquel que no conduce al sendero mĆ”s corto y seguro. Aquel que no dribla los obstĆ”culos. Aquel cuyo principal logro es traer a la ciudadanĆa la justicia y la democracia. La verdadera democracia.
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