«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Así es Villarejo, el excomisario que grababa hasta a sus amigos

Dotado de un poder inaudito, Villarejo consiguió -con empresas, chanchullos y operaciones alegales- silenciar a todo el mundo a su alrededor. Todos tenían algo que perder. Para muchos de sus excompañeros, su fin comenzó con la Operación Cataluña. 

Chantajista, conseguidor y mangante sin escrúpulos, estafador, enfermo del dinero, delincuente corruptor… Son algunas de las palabras que emplean policías en activo y jubilados para hablar de José Villarejo, el excomisario villano al que le dejaron o «crearon» una bomba de relojería sin control.

Porque en lo que todas las fuentes consultadas por Efe coinciden es en que los sucesivos gobiernos democráticos y las cúpulas de la Policía Nacional dieron bastante manga ancha durante décadas a este comisario cordobés de 67 años, en prisión preventiva desde hace casi un año acusado de organización criminal, blanqueo de dinero y cohecho.

Es su situación actual, dicen, la única razón para que Villarejo destape la tapa de su cloaca con grabaciones ilegales: primero en julio la conversación con Corinna zu Sayn-Wittgenstein, una amiga del rey emérito Juan Carlos I, y esta semana, por capítulos, la comida en 2009 con la ministra de Justicia, Dolores Delgado. Eso, dando por supuesto que el material que sale a la luz proceda del propio Villarejo, extremo que los autores de las informaciones aparecidas en Moncloa.com niegan con rotundidad.

El material

Pero, siguiendo con esa teoría de que es Villarejo el que filtra el material, este es solo una muestra -dicen algunos de los policías que le conocen- de lo que tiene grabado para elevar su chantaje y la presión sobre el Estado, los jueces y el Gobierno con el objetivo de lograr su libertad. Más de un fiscal, juez, político, empresario o policía puede estar «bien acojonado», dice un expolicía. Y estas «extorsiones» ya sobrepasan a las cloacas. «Se puede cuestionar el trabajo de esos fontaneros, pero lo que es intolerable es que quien está en esa cloaca chantajee al Estado después», sostiene otra fuente policial.

Un «CNI paralelo» para su uso particular

Algunos investigadores dicen a Efe que Villarejo montó un «CNI paralelo»; otros resumen: «La dirección de la policía era él». Hay quien rebaja estas consideraciones a que creó una red de informadores en el ámbito judicial, policial y empresarial.

Mientras, algunos ex altos mandos defienden que se trata de un «tío sin escrúpulos» que hizo del chantaje su forma de enriquecimiento personal, porque sus supuestos trabajos para el Estado no fueron tales.

Pero, ¿cuál es la historia de Villarejo? Los policías consultados resoplan ante una pregunta que dicen llevaría «horas y horas» para responder, porque este policía, que pasó a la jubilación definitiva en agosto de 2016, ingresó en el cuerpo en 1973 como inspector, según consta en las bases policiales. Las fuentes advierten a Efe de que ya desde sus inicios se le veía venir, porque llegó a quedarse con dinero de confidentes de la lucha antiterrorista o a hacer creer que contaba con información privilegiada de unos etarras huidos a Uruguay.

Estuvo «infiltrado» en el Partido Comunista, aseguran a Efe, mientras que su compañero de «tándem» (nombre de la operación que llevó a su detención en noviembre de 2017), el comisario Enrique García Castaño, fue «topo» en Fuerza Nueva.

Detective a sueldo de la Cienciología

En 1983 se acogió a una excedencia voluntaria que duraría una década, un periodo en el que empezó a crear algunas empresas de seguridad, si bien algunos dudan de este retiro y opinan que nunca se fue del cuerpo, aunque en su currículum, incorporado en el sumario del caso Tándem, figura que volvió en junio de 1993.

Diez años apartado del cuerpo en los que afloraron sus iniciales en asuntos turbios como la operación Rocío contra la Iglesia de la Cienciología, que en 1988 acabó con una treintena de detenidos. Una de las 14 personas que fue a juicio por diversos delitos como los de fraude, amenazas, detención ilegal o coacciones fue Villarejo, un detective a sueldo de la Cienciología que investigaba a los disidentes.

«En la Cienciología aprendió que todo el mundo tiene un punto débil y con esa enseñanza ha trabajado siempre», señala a Efe una fuente. «Es un enfermo del dinero», apostilla. «Cazaba a su presa hasta desacreditarla».

Con su reingreso en la Policía en 1993 su forma de trabajar no cambia. Rápidamente es llamado a los despachos de Interior gracias a su amigo Agustín Linares, al que conoce en Barcelona como jefe superior y que en 1986 es nombrado subdirector operativo del Cuerpo.

Los policías en activo, jubilados o exagentes consultados señalan que es entonces cuando empieza a erigirse el emporio Villarejo de sociedades y empresas, la mayoría protegidas por los gobiernos de turno que «directamente le crean», a su nombre o al de terceros, y que están relacionadas con seguridad privada y también con clubes de alterne.

Según publicó El País en 2015, Villarejo participaba en 12 sociedades con 16 millones de capital, una estructura empresarial que gestionaba desde una oficina en la Torre Picasso de Madrid, que comenzó a formarse a principios de los años 90 y que creció paulatinamente en los últimos veinte años.

Unos dicen que con el objetivo de utilizarlas a modo de empresa fantasma para configurar una red de informadores, otros para blanquear fondos reservados.

Algunos ex altos mandos desconfían de que estas empresas reportaran algún beneficio al Estado pese a lo que hacía creer a miembros de la cúpula del cuerpo, que le llegaron a considerar Dios. «Recurrían a él para sus chanchullos y siempre les daba una solución».

Sin ir más lejos, en la etapa de Jorge Fernández Díaz como ministro del Interior se le encomendó -supuestamente- la «operación Cataluña» para recabar información de los Pujol y el informe PISA sobre la supuesta financiación ilegal de Podemos.

«Un poquito hijo de perra con los enemigos»

«Nosotros asesoramos al Ministerio en temas delicados que no le cobramos, obviamente tal y cual. Entonces tenemos cierta, cierto paraguas para la hora de pedir cosas y tal…», afirmaba en 2013 el entonces comisario a unos clientes a los que explicaba de dónde obtenía la información.

Las conversaciones contenidas en el sumario del caso, al que ha tenido acceso Efe, con algunos de sus más estrechos colaboradores como el comisario García Castaño, ‘el Gordo’, o el excomisario Carlos Salamanca, permiten esbozar el perfil del excomisario que se presentaba a sus clientes como un profesional «solvente», con contactos y medios, «incondicional» de sus amigos y «un poquito hijo de perra con los enemigos».

Un retrato que difiere del que dibujan los policías consultados. «Un mangante sin escrúpulos, con cero catadura moral, un jeta, un fantasma capaz de vender por pasta a quien haga falta porque grababa a todos, a sus amigos en una comida, a quien hiciera falta para chantajear en un futuro, porque su objetivo es únicamente la pasta», le califican algunos.

«Mucha gente sabía la calaña que es, pero todos le dejaron hacer sus mafias porque muchos formaban parte de ellas», sostiene una fuente, al tiempo que otra señala que las prácticas de Villarejo le hicieron el líder de un supuesto entramado criminal (el caso Tándem ya está dividido en al menos cuatro piezas separadas) en el que estarían directamente vinculadas 50 personas, muchas de ellas policías colocados ad hoc en puestos «estratégicos» para sus «negocios».

Villarejo lo grababa todo y presumía de sus métodos para encriptar información y de llevar sus comunicaciones «a rajatabla». Obsesionado por las medidas de seguridad, también alardeaba de que tenía cinco teléfonos, al menos uno de ellos a nombre de «un filipino» para que nadie relacionase el terminal con él.

El fin del «idilio»

Una historia aparentemente «idílica» hasta que los charcos en los que se metió Villarejo se descontrolaron, según comentan a Efe. «No hay un asunto en concreto que le hiciera caer en desgracia», sino el verse salpicado en muchos escándalos, desde el ático de Ignacio González (expresidente madrileño) a la operación Emperador de la mafia china, pasando por la causa que investiga al empresario Javier López Madrid o la grabación al entonces jefe de Asuntos Internos de la Policía con agentes del CNI en el caso del Pequeño Nicolás en 2014, una pieza separada cuyo archivo ha sido recurrido.

Como buen «oportunista», y al verse cercado, «decidió ir a saco a por el CNI» y fue ahí cuando él mismo cavó su tumba, dice un policía, mientras que otros añaden: «La operación Cataluña lo desbarató todo».

Villarejo, una mancha que ha ensuciado la imagen de la Policía, que quiere limpiar la inmensa mayoría de los miembros del Cuerpo, afanada en «abrir ventanas» que aireen a una fuerza de seguridad reconocida por los ciudadanos y se lleven el hedor dejado por unos pocos que nunca representaron a los otros 65.000 policías.

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