El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunció este miércoles una reflexión para decidir si continúa al frente del Ejecutivo. Lo hizo escudándose en una supuesta «persecución» a su esposa, Begoña Gómez, tras abrirle un juzgado una investigación por un delito de tráfico de influencias.
Sánchez, que no puede disolver las Cortes antes del 30 mayo, puede someterse a una cuestión de confianza en el Congreso (lo que no requiere mayoría absoluta) o ceder la Presidencia a otro socialista, pero eso implicaría un nuevo proceso de consultas del Rey y organizar otra investidura.
O puede que todo sea un ejercicio de victimización, puro teatro, para desviar la atención de la investigación, forzar un cierre de filas de sus socios separatistas y proetarras, y movilizar a las bases del PSOE de cara a las elecciones catalanas del 12 de mayo y las europeas del 9 de junio.
Su carta responde al patrón del egocéntrico y del autócrata. Durante cuatro días toda España estará pendiente de la resolución que adopte el dirigente socialista, que busca amedrentar a la oposición, a los medios y a los jueces. El equipo de opción sincronizada se ha lanzado este jueves a señalar que España «llevamos demasiado tiempo en el lodazal» y «el clima político es irrespirable» (Ángels Barceló, en la SER); o que «el clima público tóxico que vive España desde que las urnas no arrojaron el pasado 23 de julio el resultado que las encuestas preveían» (editorial de El País).
Otros, como Jordi Évole, que se decía activista del cuarto poder, han dado por hecho su victoria: «Si dimite se va a lo grande, de una forma inédita (como su llegada a Moncloa con la moción de censura, como inédito fue su regreso al mando del PSOE) y desmontado su apego al poder. Si no dimite, se convierte en el líder contra la política basura. Siempre gana. Y lo saben».
En España se llegó a asediar la sede del partido político del Gobierno en plena jornada de reflexión (tras un atentado terrorista que cambió el curso de la historia). En España hubo burlas ante la agresión a una diputada de VOX, Rocío de Meer, en un acto electoral. En España —durante cinco años— los dirigentes y votantes de la tercera fuerza política han sufrido insultos, estigmatización y deshumanización de manera continua (también en la pasada campaña electoral en el País Vasco).
Ayer, El Español publicó un reportaje en el que trataba de señalar al único votante de VOX en Ochandiano (Vizcaya) ante el silencio cómplice del resto de periodistas y profesionales de la información. Años antes, La Sexta salió a la «caza» de los 44 votantes de VOX en Marinaleda (Sevilla).
