La Iglesia de Suecia ha anunciado el cierre de siete iglesias medievales durante los meses de invierno, desde octubre hasta mayo, como parte de su compromiso con la sostenibilidad y la reducción del uso de combustibles fósiles. Estas decisiones, según la institución, responden a su objetivo de ser completamente libre de combustibles fósiles para 2027, alineándose con las metas climáticas globales que hasta fondos de inversión como BlackRock ya han abandonado.
Las iglesias afectadas, construidas hace siglos, presentan problemas de aislamiento térmico y dependen del petróleo para su calefacción. En lugar de continuar utilizando este combustible, la Iglesia ha decidido suspender las actividades en estas edificaciones durante los meses más fríos del año. Aunque la medida pretende reducir la huella de carbono, ha generado críticas y polémica por las implicaciones culturales, sociales y religiosas.
Este paso hacia la sostenibilidad no es el primero que ubica a la Iglesia de Suecia en el centro del debate público. En años anteriores, el clero fue alentado a utilizar lenguaje inclusivo de género al referirse a Dios, lo que generó controversia entre quienes consideran que la tradición cristiana es clara en su representación masculina de la divinidad. Para algunos, estas decisiones reflejan una creciente prioridad de la institución hacia causas progresistas y climáticas por encima de los valores religiosos tradicionales.
El cierre de estas iglesias durante el invierno ha sido interpretado por críticos como una forma de «confinamiento climático», donde las restricciones no están vinculadas a la pandemia, sino a la lucha contra el cambio climático. Estos críticos cuestionan si esta medida representa realmente el espíritu de cuidado y acogida que históricamente ha caracterizado a la Iglesia. «¿Es esto lo que habría hecho Jesús?», se preguntan algunos detractores.
La decisión también plantea desafíos para las comunidades locales, que dependen de estas iglesias no solo como lugares de culto, sino como espacios de reunión y preservación de su patrimonio histórico. Para muchos, el cierre temporal simboliza una tensión creciente entre la preservación cultural y los compromisos climáticos.