La isla de Formentera ha recibido a ocho menores no acompañados (menas) conflictivos de origen marroquí que ya han causado numerosos problemas por sus constantes amenazas y agresiones. Ante la falta de espacio en los centros de acogida de Ibiza y Mallorca, las autoridades se han visto obligadas a alojarlos en una casa de colonias, una medida que ha generado preocupación entre los residentes.
El presidente del Consejo Insular de Formentera, Llorenç Córdoba, ha advertido sobre la presión que esta situación supone para la isla: «Contamos con cerca de un centenar de estos menores, más que en Ibiza o Menorca, a pesar de que sólo representamos el 1% de la población balear. Es un desafío enorme». Para gestionar la crisis, se han contratado con dinero público a empresas especializadas que incluyen monitores y psicólogos en su equipo.
El impacto en Sant Francesc, la capital de la isla con apenas 3.362 habitantes, ha sido notable. Esta localidad, caracterizada por su tranquilidad, ha experimentado un cambio en su dinámica diaria. «Formentera siempre ha sido un lugar seguro, pero ahora los padres ya no dejan a sus hijos solos en la plaza del pueblo», comenta una vecina preocupada.
La inquietud entre los habitantes ha aumentado tras una serie de incidentes protagonizados por estos menores. Durante las pasadas Navidades, lanzaron un petardo a una anciana, lo que provocó la reacción de un niño que presenció la escena. Cuando el menor les recriminó la acción, fue agredido. Días después, otro niño de 12 años fue asaltado y sufrió un ataque de ansiedad tras ser víctima de un robo.
Los comerciantes también han alzado la voz. «Han robado en una tienda de deportes y amenazaron con una navaja», denuncia una residente. La percepción de inseguridad ha crecido en la comunidad: «Hemos dado libertad a unos para quitársela a otros».