«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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«Vivo rodeada de suciedad y tengo que poner cerraduras para sentirme segura»

Una propietaria es obligada a compartir piso con su propia okupa: «Me insulta y me agrede, pero no la echan porque es vulnerable»

Piso en Valladolid (Castilla y León) - Europa Press

Una enfermera de Alcorcón llamada Yésica ha reconocido estar viviendo un auténtico infierno desde que alquiló una habitación en su piso. «La vivienda está destruida, vivo rodeada de suciedad y tengo que poner cerraduras para sentirme segura», ha relatado. A esto se suman los insultos, las agresiones físicas y el maltrato que tanto ella como su madre de 90 años sufren a diario. Yésica ha documentado los abusos con fotos y vídeos que ha presentado ante el juez, pero a pesar de esto, no ha conseguido que expulsen a su okupa.

El conflicto, adelantado por el diario Libremercado, comenzó cuando Yésica le comunicó a su inquilina que necesitaba la habitación para su hijo, lo que desencadenó una serie de impagos y agresiones. Aunque en un primer momento le ofreció quedarse hasta que encontrara otra vivienda, la situación sólo empeoró. «No la puedo echar porque tiene un hijo y la consideran vulnerable», lamenta, explicando que lleva año y medio tratando de resolver el problema sin éxito.

Además, Yésica señala que los Servicios Sociales deberían revisar con mayor detenimiento la situación de su inquiokupa. «Es una mujer joven, podría trabajar si quisiera», comenta. A través de antiguos propietarios, Yésica descubrió que su inquilina ha repetido este comportamiento en otros lugares, lo que agrava su frustración. «Yo no tengo por qué ser el escudo social de nadie, mucho menos en estas condiciones».

Esta historia se remonta a 2022, cuando Yésica compró un piso en Alcorcón para vivir con su madre y su hijo pequeño, que tiene una discapacidad. Tras reformar la vivienda y enfrentar varios gastos, decidió alquilar una habitación para generar ingresos adicionales. En ese momento, su inquilina actual se presentó como una madre soltera sin empleo, pero con el respaldo de Servicios Sociales para pagar el alquiler. Conmovida por la situación, Yésica aceptó alquilarle la habitación, recordando lo difícil que es criar hijos sola.

Sin embargo, los problemas surgieron en marzo de 2023, cuando Yésica le informó que necesitaba la habitación para su hijo. A partir de ahí, la situación se descontroló. «Al principio era conflictiva, pero todo empeoró cuando le mandé el burofax pidiéndole que se marchara», explica. Las amenazas no tardaron en llegar: «Me decía que sus compatriotas albaneses vendrían a okupar mi casa». Desde entonces, las agresiones físicas, insultos y robos se han vuelto parte de su día a día. «Incluso me robó el colchón de la cama de mi madre», afirma Yésica, mostrando pruebas de lo vivido.

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