«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
MIENTRAS LA GASOLINA SE DISPARA

Biden exporta petróleo de la reserva de emergencia a China en plena crisis energética

Biden China negocios Hunter
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, en una reunión telemática con el presidente chino, Xi Jinping. Europa Press.

Los historiadores del futuro se romperán la cabeza tratando de entender por qué a principios del siglo XXI a los gobernantes les dio por arruinar a la humanidad teniéndolo todo. O por qué la gente, «el electorado», lo permitió con tan absoluta pasividad.

Aunque ya se empieza a despertar, como nos recuerdan desde Holanda ganaderos y agricultores en lucha contra un plan del Gobierno que les lleva a la ruina. O en Estados Unidos, donde una mayoría de ciudadanos, según una reciente encuesta de la Universidad de Monmouth, cree que las acciones del Gobierno federal en los últimos seis meses han perjudicado a sus familias y que las políticas del presidente Joe Biden no han beneficiado en absoluto a la clase media.

Lo difícil es entender por qué. Ni siquiera en la Casa Blanca saben dar razón de las disparatadas medidas energéticas del presidente Biden, que sigue hablando de «la carestía de Putin» como en España repite a modo de loro el presidente Sánchez. Al menos, la nueva secretaria de Prensa de la Casa Blanca, Karine Jean-Pierre, se queda sin palabras para explicarlo.

Es cierto que el gran mérito de Jean-Pierre es ser mujer afroamericana y homosexual, como se apresuró a contarnos en su primera comparecencia, pero lo mínimo que se espera es que la comunicación de la Administración tenga lista la respuesta para la pregunta más acuciante del momento: por qué, en mitad de la peor crisis energética en décadas, Biden está vendiendo a China petróleo de la reserva estratégica.

En la última rueda de prensa de la Casa Blanca, al fin, un periodista planteó la pregunta del millón: «Ha salido un informe de Reuters esta mañana según el cual el mes pasado se exportaron más de cinco millones de barriles de petróleo de la reserva de emergencia a Europa y Asia, parte del mismo destinado China. ¿La Administración está al tanto de esos informes? ¿Le importa al presidente que parte de este petróleo, que estaba destinado a aliviar los sacrificios de los consumidores, se destine al extranjero?».

Jean-Pierre reaccionó como si le hubieran preguntado por la Sucesión de Fibonacci: «No he visto ese informe. Sinceramente, tendría que investigarlo y ver qué hay de verdad en esa declaración que acabas de exponer y qué está pasando exactamente. Simplemente no he visto ese informe».

Las sanciones a Rusia son, para Estados Unidos tanto como para Europa, un excelente telón tras el que esconder el gigantesco fracaso, potencialmente catastrófico para el mundo entero, de apostar por una «energía verde» que ni en el mejor de los mundos posibles se acercaría a cubrir la demanda energética global. Porque es una fantasía, y creer en una fantasía puede desencadenar hambrunas como el mundo no conocía desde hace, afortunadamente, muchas décadas.

De los odiados combustibles fósiles procede el 80 por ciento de la energía que alimenta la economía mundial, y eso no va a cambiar de hoy para mañana, por mucho que los políticos crucen los dedos y pidan un deseo al paso de una estrella fugaz. De hecho, las economías de más rápido crecimiento del mundo, India y China, están quemando más combustibles fósiles que nunca, porque no tienen el menor interés en pasar hambre. Y si dos gigantes como estos, por no hablar de muchos otros países en desarrollo, ignoran por completo las recomendaciones de los «expertos» pagados por la ONU, ¿qué influencia pueden tener nuestros sacrificios sobre el presunto Cambio Climático?

La realidad no es Disney. Lo que sí pueden hacer nuestros gobernantes es, en el proceso, precipitarnos en una crisis sin precedentes.

Es muy probable que la invasión de Ucrania por Putin haya empeorado el panorama, sin duda. Pero es sencillamente falso pretender que esta crisis no se estaba preparando. Meses antes de que comenzara la guerra ya estaba escrito el mensaje en la pared. Cuenta la estrella de la Fox, Tucker Carlson, en un reciente editorial que una firma de análisis de petróleo llamada GasBuddy decidió hacer un cálculo simple para poner en contexto el aumento de los precios de la gasolina. Determinaron cada año el cambio de precio de la gasolina en Estados Unidos desde 2002, 20 años, y encontraron esto: desde noviembre de 2020 (desde las elecciones) hasta noviembre de 2021, los precios de la gasolina en Estados Unidos aumentaron más del 66 por ciento, el mayor encarecimiento interanual desde que se hacen estos cálculos.

Los americanos no pueden decir que no se les avisó. Joe Biden dijo en campaña electoral que iba a terminar con los combustibles fósiles, y luego canceló oleoductos, rescindió contratos de arrendamiento de petróleo y gas y se reincorporó al Acuerdo Climático de París sin explicar por qué. Además, inyectó billones de dólares más en la economía, devaluando así el dólar y encareciendo todo, incluida la energía.

No se trata de un error, asegura Carlson. Es intencional. Para hacerlo lo más obvio posible durante el fin de semana el personal de comunicaciones de Joe Biden tuiteó esto bajo su nombre: «Mi mensaje para las compañías que administran estaciones de servicio y fijan los precios en las gasolineras es simple: estamos en un momento de guerra y emergencia mundial. Bajen el precio que están cobrando en el surtidor y que refleje el costo que están pagando por el producto y háganlo ahora». Si alguna vez se ha preguntado cómo sería tener en la presidencia del país más poderoso de la tierra a un anciano con demencia senil, ya lo saben.

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