Hace unos pocos días la celebridad literaria norteamericana Ta-Nehisi Coates fue a presentar su nuevo libro The Message al programa CBS Mornings. El nuevo libro de Coates vuelve sobre la obsesión racializada, que sostiene su desprecio interseccional a Estados Unidos mostrado en ensayos anteriores, esta vez con un desprecio más profundo hacia el Estado de Israel, al que considera ilegítimo y comparable al Sur norteamericano de Jim Crow, que hace que considere que debería ser abolido. Lo entrevistaron Nate Burleson, Gayle King y Tony Dokoupil. Como siempre que se trata de una vaca sagrada del wokismo, los entrevistadores fueron sumamente elogiosos con Coates, pero Dokoupil cometió el pecado mortal de hacerle preguntas al autor sobre los errores factuales de su libro. Lo que siguió fue un delirio.
De inmediato CBS News reunió a su equipo de Mornings y reprendió a Dokoupil por «no cumplir con los estándares editoriales». La empresa desplegó también sus programas de DEI y por supuesto el periodista sufrió un brutal acoso que provenía de redes y medios progresistas. Dokoupil no aguantó mucho el embate y se disculpó llorando por haber “puesto en peligro” a sus colegas de la CBS y se sometió al adoctrinamiento interno de la CBS. Todo por el delito de hacerle a Ta-Nehisi Coates una serie de preguntas lógicas sobre las mentiras vertidas en el libelo de sangre que, por cierto, será un éxito de ventas. Pero algún empleado grabó el ritual de humillación de Dokoupil y la revista The Free Press lo publicó, afortunadamente, abriendo así un escándalo mediático lleno de paradojas y moralejas.
Cuestión que la accionista mayoritaria de Paramount Global, que es propietaria de CBS, Shari Redstone se enteró de lo que hacían sus empleados jerárquicos dijo a los ejecutivos de la cadena que no estaba de acuerdo con el linchamiento a Dokoupil, aunque ya era tarde. Los directivos y el mismísimo Dokoupil ya habían limpiado el piso con la dignidad del periodista y Redstone apenas si podía hacer control de daños. La anécdota se ha convertido en una historia emblemática de la era de las cancelaciones, las cazas de brujas, la emasculación del pensamiento crítico y, sobre todo, de la forma en que las luchas «antirracistas» se transformaron en un llamado a viva voz a la abolición de Israel en nombre de la ideología woke.
Las ideas tienen consecuencias, y las consecuencias se amplifican cuando son abonadas desde el Poder. Ta-Nehisi Coates es un señor poderoso, idolatrado por las élites más poderosas de EEUU y sus ideas son parte de la matriz ideológica que incendió Norteamérica en 2020 y que convirtió a la organización terrorista Black Lives Matter en otra vaca sagrada. De manera tal que si las ideas tienen consecuencias, las ideas destructivas, creadas para atacar a Israel o a occidente, tienen consecuencias destructivas para Israel o para occidente.
La idea criminal conocida como «Teoría Crítica de la Raza» (CRT), tiene afán destructivo. Los partidarios de esta teoría sostienen que nuestra cultura occidental está formada por sistemas de poder y jerarquías que, aunque no se vean, controlan la totalidad de la institucionalidad (cultural, gubernamental, jurídica, académica) de forma estructural. Sí, igual que el patriarcado estructural y otros pecados estructurales que, como el Sol, aunque no los veamos, siempre están.
Según los partidarios de la CRT, Estados Unidos está construido para defender y perpetuar la supremacía blanca. Esta situación es inmanente más allá de cualquier dato, estadística o ley que lo desmienta, incluso más allá del resultado de las luchas por los derechos civiles del siglo pasado. Gracias a esta negación se puede problematizar sistemáticamente a la sociedad y a los orígenes de Estados Unidos y gracias a esta machacona tara, en 2015, Coates publicó su bestseller “Between the World and Me” que ganó el National Book Award y estuvo más de cien semanas en la lista de los libros más vendidos del New York Times. En el mismo registro se inscribe su ensayo de 2014 en The Atlantic !The Case for Reparations», texto que se volvió desproporcionadamente influyente instalando las reparaciones por la esclavitud en la discusión en las elecciones de 2020.
Para la CRT, los miembros de grupos subyugados tienen una visión de sus propias experiencias que equivale o incluso supera en valoración al funcionamiento de todo el sistema social. Así, un miembro de una «minoría», «colectivo identitario oprimido», etc. puede decir legítimamente que sus experiencias reflejan «el mundo«. La teoría es expansiva dado que necesita encontrar cosas para deconstruir y descolonizar, la opresión puede (y debe) encontrarse en cualquier parte. La centralidad de la teoría crítica de la raza y la interseccionalidad han sido la clave del activismo político que ha puesto de cabeza al mundo, dado que la única opción posible frente a esta teoría es derrocar el sistema racista; ninguna otra solución podría derrotar la estructuralidad.
Ta-Nehisi Coates, durante la administración de Obama, fue llamado: el comentarista político más relevante de Estados Unidos. Esto nos habla del rol de la inexplorada pero crucial primera década de este siglo, momento de eclosión del vendaval woke que hoy nos gobierna. Muchos fetiches de la izquierda identitaria se inventaron ahí, se convirtieron en intocables sacerdotes de este dogma. Ta-Nehisi Coates ha sido colmado de honores por el establishment cultural, incluido el premio millonario «Genius! de la Fundación MacArthur.
Todo lo que escribe se considera un acontecimiento literario, incluso sus cómics, como la exitosa serie Black Panther. Es tal el prestigio que posee que su producción suele proclamarse como verdad revelada. Coates nunca deja de señalar que escribe desde la perspectiva de un hombre negro nacido en la América de las leyes de Jim Crow. No importa que haya nacido mucho después del triunfo del movimiento por los derechos civiles. Esta victimización pétrea de los identitaristas se repite en todos los «ismos» woke y es lo que les permite heredar el carácter de víctima aun cuando no hubieran padecido ninguna discriminación. O peor, aun cuando sean beneficiarios de las «discriminaciones positivas».
Ha pasado una década desde que, en estos elogiados panfletos, se revelara la mentalidad de Coates. Pero no sólo la progresía lo cobijó con ahínco y pocos hicieron sonar las alarmas sobre la naturaleza destructiva de su edulcorada versión de la CRT. Cuesta entender por qué tardaron tanto en comprender el marco teórico que aplica, el simplismo resentido resumido en “opresores y oprimidos” aprendido desde una infancia tan condescendiente como resentida. Un tipo de personalidad que, claramente, terminaría siendo judeófoba. Fue la temible organización BLM la primera en congratularse, e incluso monetizar con marketing, la masacre del 7 de octubre, era obvio que su inspirador moral Coates fuera un eliminacionista antiisraelí. Sorprende la sorpresa de muchos, incluso dentro de la intelectualidad judía.
Ocurrió que el 14 de octubre de 2023, cuando los israelíes aún estaban contando cuántos muertos había dejado la cruel invasión de gazatíes y a cuántos rehenes se habían llevado, como trofeo de guerra, los invasores. Cuando Israel aún estaba grogui, en el piso tratando de entender la dimensión de la masacre y, en el occidente libre, las turbas antisemitas borrachas de exitismo clamaban por el fin del pequeño país judío; Coates, el ícono antirrasista, encabezó la lista de firmantes de una carta abierta que condenaba a Israel por provocar la matanza de sus ciudadanos.
Además de la ruinosa entrevista a CBS, Coates ha sido protagonista de numerosos reportajes como parte del raid promocional de su nuevo libro. Una de los más destacados es el que publica la revista New York en el que acusa a Israel de genocidio, cuestionando la existencia misma del país: «¿El genocidio industrializado da derecho a un Estado? No», dijo a la revista New York.
Coates, que sostiene que Estados Unidos es una nación irremediablemente racista, establece un paralelismo de lucha racial en el conflicto de Medio Oriente aun cuando el debate no sea racial ni remotamente. Es importante ver la forma en la que Coates acomoda la realidad a su marco de análisis porque es el marco que luego usan los antisemitas en los campus universitarios, en ONU o en cualquier otro lugar en donde el odio a los judíos se desarrolló. Es bajo el paraguas de la Teoría Crítica de la Raza y bajo la bandera de la descolonización que gente como Coates desarrolla y que luego se lleva a las calles, los medios y las aulas. Pero como se trata de una celebridad afroamericana poderosa no puede ser cuestionada.
Este es el mecanismo por el que las élites culposas de Estados Unidos se han vuelto contra Israel y están apoyando una guerra contra su existencia. Así es como se fraguó la conversión de la narrativa «antirrasista» en puro antisemitismo disfrazado de descolonización. Coates nos da la clave, porque él está ungido con el supremo derechos woke de exponer la opresión de Israel porque él es negro y su precepción vale más que cualquier dato u hecho histórico. Y él, como negro, comparte con los gazatíes una historia como miembro de los “pueblos conquistados” por la supremacía blanca.
Claro que no hay ninguna diferencia racial entre la mayoría de los gazatíes y la mayoría de los judíos. Pero la raza para Coates no es una característica biológica sino un estado del ser. Este delirio anticientífico ha tenido enorme éxito en la grey periodística y cultural que consume los libros de Ta-Nehisi Coates. Este dogma woke le permite a Coates igualar el conflicto árabe-israelí con la esclavitud. No importa que no existan ni en Gaza ni en Cisjordania elecciones libres, que las autoridades casi ni vivan en esos lugares sino en el lujo catarí luego de robar todas las «ayudas humanitarias» de Occidente y tengan a su pueblo hambreado y sojuzgado. No importa que las mujeres no tengan derechos y que los niños sean armas y escudos de guerra y que los homosexuales estén prohibidos literalmente. No importa que la dirigencia palestina viva masacrándose en luchas internas y rechace todas las ofertas de construir un Estado. En el mundo woke la realidad no sólo no importa, es contraproducente.
Coates es un gran difusor de libelos de sangre porque los judíos y los occidentales blancos son, para su retorcida idea del mundo, inexorablemente malvados. Como si el mundo fuera uno de sus cómics, reduce todo a una idea prefabricada de buenos y malos que, increíblemente, el mundo sigue comprando ya de forma inercial, dopada. Como siempre ocurre en estos relatos, acá los palestinos son asombrosamente pacíficos, dechados de bondad cuyas acciones, sean lo que fueran, están plenamente justificadas.
Hoy Israel es el chivo expiatorio señalado por el wokismo, y la progresía mundial que siempre se consideró inmune a la intolerancia, gracias a la teoría Crítica de la Raza pasó del antirracismo a volverse abiertamente antisemita. Por eso, en la polémica CBS-Coates-Dokoupil nada sorprende, es lo que se viene imponiendo desde que se dio por buena la teoría Crítica de la Raza. Coates es negro, Dokoupil es blanco y, para colmo de males sus hijos viven en Israel, dentro de la jerarquía interseccional en la que habitan Coates y quienes lo veneran, Dokoupil está tan por debajo de su escala estamental que es intolerable que se atreva a cuestionar la palabra sagrada de Coates.
Es el mismo paradigma que impide un análisis serio, cuando alguien se autopercibe miembro de una minoría oprimida: por defecto siempre debe tener razón. Lo ocurrido en las oficinas de CBS recuerda dolorosamente las payasadas que artistas, deportistas, influencers y políticos hacían en los días post Floyd, cuando se arrodillaban frente a personas negras para pedirles perdón vaya uno a saber por qué.
¿Aquellos rituales de humillación pública, propios de los totalitarismos más aberrantes, serán lo que pretende Coates para los judíos?