«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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En una semana Israel consiguió lo que la ONU no pudo en casi dos décadas

El grotesco espectáculo de la Asamblea de la ONU y la exitosa operación de Israel que retrata su inutilidad

Asamblea General de la ONU. Europa Press

Cada año los líderes mundiales viajan a Nueva York para asistir a una reunión de las Naciones Unidas. Luego de algunos discursos, transmitidos muy de cerca para que no se vea que nadie está prestando atención en la sala, elaboran declaraciones y firman acuerdos. El producto de estas reuniones no es vinculante, sin embargo sirve para que los Estados miembros sigan un manual de gobernanza conocido como «agendas» o «pactos» que se utilizan para orientar los planes presupuestarios e implementar políticas públicas de los países, sin que los ciudadanos tengan voz y voto en su implementación.

Este 2024, durante el 79ª Asamblea General se presentó una re re re re edición de estas famosas agenditas que suelen tener nombres y objetivos plagados de bondad, como estaba plagada de dulces la casita de la bruja de Hansel y Gretel. El más rutilante de la temporada es el «Pacto para el Futuro», que incluye el Pacto Digital Mundial y la Declaración sobre las Generaciones Futuras. El alcance de las demandas de este Pacto es enorme, ONU reclama millonarios estímulos de ayuda al desarrollo; mayor financiación para la alarma climática; respaldo a la censura gubernamental, el establecimiento de normas que regulen la inteligencia artificial; y negociación de instrumentos jurídicamente vinculantes sobre armas autónomas y armas en el espacio ultraterrestre. El pacto está repleto de sentencias insustanciales sobre la importancia del liderazgo de las Naciones Unidas a la hora de abordar estas todas las cuestiones.

El Pacto para el Futuro es, sin ningún disimulo, un intento del Secretario General, Antonio Guterres, de rescatar a las Naciones Unidas de su desprestigio e irrelevancia en los asuntos mundiales. Los esfuerzos arrogantes como el Pacto para el Futuro no hacen más que desviar la atención sobre problemas serios que deberían abordar las Naciones Unidas y, al no lograr los objetivos prometidos, erosionan aún más su reputación. Claro que el Secretario General tiene interés en reforzar el poder y la influencia de las Naciones Unidas, pero Pacto es, sobre todo, un intento desesperado por sumar poder a una organización que no es capaz de gestionar ningún cometido.

Cuestión que, el socialista António Guterres pidió un Nuevo Pacto Global, organizado alrededor de una serie de documentos que le otorgarían nuevos y renovados superpoderes. Uno de estos documentos daría autoridad para poner en funcionamiento una Plataforma de Emergencia que podría ser utilizada frente a «alarmas climáticas, pandemias, actividad disruptiva en el ciberespacio, interrupciones de los flujos globales de personas o finanzas», por ejemplo. El Pacto también pone énfasis en una entidad indefinida a la que llama «los jóvenes» para que participen en «la formulación de políticas porque considera que son una fuerza impulsora de la acción climática, la justicia racial, la igualdad de género». También proponen la adopción de un Pacto Digital Mundial para establecer la «gobernanza necesaria para un futuro digital sostenible». Los documentos también proponen políticas para regular la gobernanza mundial del espacio ultraterrestre bajo el control de la ONU.

La obsesión por controlar la información no podía quedar afuera y en este sentido ONU propone que se elabore una código de conducta para las plataformas digitales que promovería limitar la «información errónea, la desinformación y el discurso de odio». Los documentos que dieron vida al Pacto por el Futuro tienen, claro, especial preocupación por el “debilitamiento de la confianza” en los medios de comunicación. La ONU insta a los gobiernos a fortalecer el sistema multilateral como el único medio para abordar las amenazas globales y demanda cosas como: el reconocimiento de los vínculos entre el cambio climático y los conflictos, la reducción de los gastos militares y una reforma para que el Consejo de Seguridad sea más «justo y representativo». Ocurre que el Consejo de Seguridad de la ONU, órgano clave para la agenda antioccidental de Guterres y su tropa, está empantanado debido a los intereses opuestos de sus miembros con derecho a veto.

El Pacto y la intentona de cambiar las reglas del Consejo de Seguridad es, además, una forma de distraer la atención sobre un fracaso que a esta altura es flagrante. La aceptación tácita de que Naciones Unidas se ha alejado irremediablemente de la Carta de las Naciones Unidas cuyo objetivo era mantener la paz y la seguridad, respetar la autodeterminación, promover los derechos humanos y las libertades fundamentales. Actualmente Naciones Unidas necesita inventarse nuevas agendas, irracionales, ideologizadas, irrealizables y autoritarias por la sencilla razón de que la mayoría de los Estados miembros se oponen a los objetivos constitutivos de la Carta fundacional.

En términos de derechos humanos, ONU no sólo es el hazmerreír por su inutilidad manifiesta, sino que se ha convertido en la institución más arbitraria, parcializada y vergonzosa de la Tierra. En 2023, ONU aprobó 21 resoluciones por violaciones de los derechos humanos; 14 de ellas fueron a Israel. En contraste, le aplicaron a Rusia, dos; a Birmania, Irán, Corea del Norte y Siria, uno y a China, Cuba y Arabia Saudita ninguna. Aunque promueve la autodeterminación en la Carta de las Naciones Unidas, la mayoría de los Estados miembros de la ONU no respetan esta libertad, ni los derechos de las mujeres, ni de los homosexuales, ni la propiedad privada ni la libertad de expresión. Las Naciones Unidas no son sólo inútiles, están gobernadas por Estados moralmente corruptos y mayormente totalitarios.

En los que se refiere al mantenimiento de la paz, ejemplos como los de Somalía, Etiopía, Sudán, Haití; las persecuciones religiosas en África o Asia, el fortalecimiento y legitimación de las dictaduras y la sospechosa inutilidad de la Fuerza Provisional de las Naciones Unidas en el Líbano (FPNUL) que permitió a Hezbolá ampliar su campo de acción y reorganizarse debería hacer sonar las alarmas internacionales sobre sí solamente es ineptitud ante lo que nos enfrentamos. Para abundar sobre esta cuentión, es fundamental recordar los reiterados hechos de explotación y abuso sexual por parte de las fuerzas de paz de la ONU, y el accionar de sus empleados de UNRWA como chacales perpetradores de la masacre del 7 de octubre, para quienes Naciones Unidas tiene la desverguenza de pedir inmunidad.

En el Pacto, ONU condena al terrorismo y dice que quiere combatirlo, pero sus miembros se niegan a definir exactamente qué cosa es el terrorismo, lo que nos lleva a una enorme duda sobre cómo ONU va a combatir lo que no puede definir. Pero esto tampoco es ingenuo, las agencias de ONU están dominadas por países que ejercen o financian el terrorismo, y el financiamiento suele desparramarse para todos lados; cosa que para el establishment de ONU lo es todo. Las organizaciones terroristas más mortales no están incluidas en la lista de la ONU, y sus actos de terrorismo son facilitados por la ONU, como el caso de Hamas usando las instalaciones y los recursos humanos de UNRWA, además de siendo receptores de su ayuda humanitaria para someter a los pobres gazatíes.

Sin embargo, y en contraste con la complacencia frente al islamismo y al comunismo, en los días previos a la 79ª Asamblea General de Naciones Unidas, la ONU aprobó una resolución, por 124 votos a favor y 14 en contra, que exigía a Israel detener sus esfuerzos bélicos de autodefensa y así socavar la única democracia en Medio Oriente. Es angustiante saber cómo votaron los países que se jactan de su superioridad política, pero cuyos líderes ni siquiera pueden oponerse a una resolución judeófoba.

Canadá, Gran Bretaña, Alemania, Australia, Suecia y Suiza se abstuvieron. Irán votó a favor, lo que era esperable, pero también Japón, Francia, Bélgica, Luxemburgo, Islandia y España. Esto asegura narrativa para años de antisemitismo en los medios, en las ONG y en los campus. Una de las razones por las que la ONU es un organismo fallido es que se ha convertido en el escenario que permite que los déspotas ataquen sistemáticamente los valores de su carta constitutiva, los valores de occidente y a las democracias liberales. En esta edición Gustavo Petro, el exterrorista presidente de Colombia, ha culpado al 1% más rico de la humanidad del cambio climático, el presidente de Brasil, Luiz Lula da Silva, no habló de corrupción, o libertad de expresión y menos de transparencia electoral, temas que no le convienen, pero por supuesto que también habló del cambio climático. El Cambio Climático es el gran refugio narrativo del Socialismo del Siglo XXI.

Los africanos trillonarios y totalitarios siempre son bien recibidos en ONU, antes Idi Amin Dada y ahora Cyril Ramaphosa, que exigió que le sigan llegando los fondos frescos para «los pobres» pero nada dijo de las masacres racistas contra los blancos que han ocurrido en sus feudos. El presidente turco Erdoğan que ha encerrado periodistas y a cualquiera que lo critique y que ha continuado la agresión contra el pueblo kurdo también se dio el lujo de levantar su dedito moralizador. El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, al que se le acumulan los casos de corrupción y que se encuentra en estos momentos atentando contra la división de poderes y la libertad de expresión también vomitó moralina. Y Josef Borrell, Alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, se quejó de que el gobierno israelí esté decidido a aplastar a los terroristas en Gaza y el Líbano, y de que los israelíes no se vayan a detener hasta destruir a Hezbolá. Y lo que queda del presidente Biden se despidió de la Asamblea General pidiendo un alto el fuego en el Medio Oriente que parecía redactado por los líderes de Hamas y Hezbolá, olvidando que el organismo ante el que estaba hablando aprobó una resolución hace 18 años que impedía que Hezbolá se rearmara y que la ONU no logró hacer cumplir.

La ONU tuvo un sentido en la era posterior a la Guerra Fría en la tarea de manejar cuestiones de paz y seguridad y asumió el arbitraje sobre derechos humanos y derecho internacional. Se colocó en el centro de los esfuerzos supranacionales a través de sus numerosas agendas como los Objetivos de Desarrollo del Milenio para 2015 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible para 2030, y su extensión revitalizadora que es este Pacto para el Futuro. Uno por uno fue fracasando en todos los objetivos, pero a lo largo de las décadas su presupuesto y personal se expandieron descomunalmente promoviendo su degradación y corrupción. Lo obsesivo y ridículo de su Agenda 2030 y su protagónica responsabilidad en las políticas sanitarias frente al COVID-19 a escala global, mostraron su podredumbre y colonización socialista irremediable.

La ONU es hoy una cáscara vacía, inepta y radicalizada. El inefable António Guterres inauguró la Asamblea de la ONU con un discurso destinado a dar miedo por el eternamente anunciado fin del mundo al que ya nadie teme. El secretario general sabe que la influencia y reputación de ONU se desvanecen. Ya no asusta, ya no lidera, ya no acciona, ya no sirve para nada más que para mantener al grupo de burócratas que temen que se termine su bacanal. La vida y la política real pasan por otro lado.

La buena noticia es que mientras la 79ª Asamblea General de Naciones Unidas tenía lugar exponiendo su vana existencia, el Gobierno israelí la usaba de pantalla para realizar la operación antiterrorista más espectacular del último siglo. Así, en el momento en el que el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, hablaba ante la Asamblea; el ejército completaba el descabezamiento de la organización terrorista más poderosa del planeta. En una semana Israel consiguió lo que la ONU no pudo en casi dos décadas, tiene sentido que Naciones Unidas odie a Israel, el pequeño país judío es la prueba de su inutilidad.

Es deseable que pronto el mundo deje de financiar a este espectro defectuoso en que se convirtió ONU, y que una nueva generación de organismos formados por países libres sea la referencia mundial en reuniones multilaterales. Pero, mientras tanto, el 27 de septiembre de 2024 Naciones Unidas sirvió de distracción para que el líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, bajara la guardia y fuera finalmente eliminado. Por fin el espectáculo grotesco, que tiene lugar cada año en Nueva York, sirvió para algo bueno.

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