La distancia entre las élites y el pueblo es la misma que hay entre los medios de comunicación convencionales y Twitter (excuse me, Mr. Musk). El seguimiento de la noche electoral americana, madrugada española, volvió a dejar momentos televisivos para la historia. El trumpismo ganó en las urnas y en las redes, pero no en los platós de televisión, donde anunciaban la llegada del apocalipsis.
Cuatro años después han vuelto a salir de los armarios. El fascismo amenaza a occidente y a sus democracias liberales. La Sexta emitió el habitual programa especial en el que oímos sobre Trump, cuando Kamala mordía el polvo y ni los muertos podían evitarlo, cosas como «delincuente convicto, mentiroso compulsivo, supremacista, el colmo de lo fake, enamorado de dictadores, aislacionista». También se metían con su físico («pelo amarillo, cara fanta de naranja») y hasta citaban a Melania como si eso también estuviera mal. Todo esto lo dijo Pedro Rodríguez, analista-gurú del ABC. Ferreras también dio unas pinceladas: «Misógino, xenófobo…».
El periodismo asusta-viejas (scare-old woman esta noche) ha vuelto a lo grande en el momento preciso. Las tragedias de verdad, las de cientos de muertos y desaparecidos en el barro, apenas merecen reproches a sus responsables políticos. Otra cosa es Trump, contra el que todo vale y casi siempre la mentira. Al mediodía del 5 de noviembre, horas antes de que abrieran las urnas en EEUU, en el programa de Ferreras (¿cuál no lo es?) vinculaban una posible victoria de Trump con la tragedia de Valencia. Llamaban a «votar bien» porque «si gana el negacionismo será una burla para las víctimas de Valencia, Cuenca, Cádiz…». Tiene mérito exculpar a Sánchez y señalar de la Dana a un señor que vive a 6.000 kilómetros y que no ha pisado España en su vida.
Debería haber elecciones americanas cada año, casi cada mes, aunque sólo sea por la hilaridad que nos suscita el ejército de comentaristas y tertulianos españoles distribuidos en las distintas cadenas, mas todas ellas de idéntico pensamiento. Recién comenzado el escrutinio TVE lanzaba el siguiente rótulo: «Alegría en la sede de Kamala Harris y contención en la de Trump». No van a creerlo, pero todos sus contertulios iban con la candidata demócrata.
La noche avanzaba y a las seis de la mañana Antonio García Ferreras debió verlo todo perdido cuando, cada tres minutos, repetía que Trump sería “el primer presidente delincuente”. A las 6:45h la frustración abría paso al comodín Putin y al fin de la democracia, así que el todopoderoso comunicador de La Sexta decía, en rigurosa exclusiva, que Trump es amigo de OrbÁn y se lleva bien con Putin. Por algún motivo, don Antonio omitía que PP y PSOE apoyaban a Kamala y sólo VOX a Trump. El corresponsal de El Confidencial en Washington (intercambiable con el 99% de los enviados especiales españoles) dibujaba el mismo escenario apocalíptico que en 2016: «Es una noche dura para la democracia occidental».
A las 7:01 hervían las cafeteras de media España y Ferreras sentenciaba que han ganado «la desinformación, los bulos y los fakes». El pescado estaba vendido en Atresmedia, así que tocaba sintonizar la COPE. Los contertulios parecen estar entre dos aguas, no del todo cómodos, pero sabedores de que el PP pasa del más absoluto desprecio (véanse Milei o Meloni) a mendigar alianzas en cuanto llegan a presidentes. Herrera se despide de sus colaboradores desde la capital de EEUU con un lacónico «que lo paséis bien dentro de lo que cabe».
Le edición digital de El País titulaba que «Abascal y Orbán se anticipan a felicitar a Trump por su triunfo», titular, por cierto, que muy pronto quedó obsoleto… justo lo que tardó Pedro Sánchez en felicitar al presidente número 47 de los Estados Unidos. «Trabajaremos en nuestras relaciones bilaterales estratégicas y en una fuerte asociación transatlántica», le escribió Sánchez soñando con hablar con el nuevo presidente algo más que los 10 segundos que cruzó con Biden. Pepa Bueno, directora del diario de Prisa, señalaba que el triunfo de Donald Trump «es el triunfo de la desinformación«.
Con el amanecer el olor a café se fundía con el de la tinta de las primeras ediciones de papel. El Mundo bien podría dirigirlo Pepa Bueno: «Trump arrolla y da alas al autoritarismo global». En el ABC, quizá escarmentados por el ridículo de 2016, los titulares eran más asépticos. Casi todos, claro: «Por qué Europa teme un segundo mandato de Trump», «El Kremlin respira aliviado»…
En las redes, caído Errejón, Rufián es el último analista de la izquierda plurinacional y nos explica por qué la clase trabajadora vota a Meloni, Ayuso o Trump. «Votan en contra de sus intereses creyendo que votan a favor de sus principios. ¿Y cuáles son esos principios? La patria. La bandera. Y en la medida que la izquierda llene neveras esto cambiará o no». Rufián, de nuevo a mitad de camino, quiere pero no puede. El ‘team facha’ —el que no está en Valencia ayudando— desata la fiesta en la plataforma de Musk, al que nadie gana en entusiasmo con un montaje en el despacho oval. Spainball tuitea convirtiendo la euforia made in Cristóbal Soria en lema trumpista: «Qué noshe Pedreroooooo». Es otra victoria del pueblo frente a las élites. Al fin y al cabo, como dice Hughes, el triunfo de Trump es la derrota absoluta de los corruptísimos medios de comunicación.