El análisis de los resultados de las elecciones federales de este domingo 23 de febrero en Alemania demuestra que la proporción de población inmigrante incide directamente en el respaldo electoral que reciben los distintos partidos.
Así, en numerosos distritos electorales donde la población nacida en el extranjero representa una fracción reducida, el partido soberanista Alternativa para Alemania (AfD) se posiciona como la opción preferida de los votantes. En estos enclaves, donde la homogeneidad cultural predomina, AfD ha logrado porcentajes que superan con creces a los de los partidos «tradicionales», convirtiéndose en la voz de quienes reclaman políticas firmes para recuperar la identidad y el control de los recursos locales.
Por ejemplo, en el Wahlkreis de Görlitz —uno de los bastiones del este histórico de Alemania— AfD alcanzó un 42,5% de los votos, mientras que la CDU apenas sumó un 20,3% y el SPD un 12,7%. Esta área tiene una de las menores proporciones de residentes nacidos en el extranjero; se estima que la cifra total ronda entre el 5% y el 7% de la población.
Otro caso destacado es el del distrito electoral de Dresden I, donde AfD se ha consolidado con un 37,8% de los votos, superando a la CDU y al SPD, y reafirmando su posición como alternativa ante la crisis de identidad y el estancamiento económico que aqueja a muchos sectores. En Bitterfeld-Wolfen —su tasa de población nacida en el extranjero es de las más bajas del país, situándose alrededor del 5% o incluso menos— la formación liderada por Alice Wiedel logró un 39% de los sufragios.
Los datos demuestran además que, en comparación con distritos metropolitanos con alta proporción de inmigrantes —donde AfD alcanza cifras moderadas, de entre el 15% y el 20%—, en los entornos homogéneos su apoyo se dispara. Analistas políticos interpretan estos resultados como una respuesta directa a la sensación de vulnerabilidad y abandono que sienten muchos ciudadanos donde las tradiciones locales se ven amenazadas por la introducción de nuevas culturas, según Der Spiegel. «En estos distritos, la gente quiere recuperar el control sobre su entorno, sentirse escuchada y proteger sus valores tradicionales», comenta un experto en estudios electorales.
En el otro extremo del espectro electoral se encuentran los distritos en los que la proporción de inmigrantes supera el 25% de la población. En estos barrios y centros urbanos —como el de Friedrichshain-Kreuzberg en Berlín o ciertos distritos de Hamburgo y Múnich— los votantes han optado mayoritariamente por partidos que promueven políticas que promocionan la inmigración. Así, en Friedrichshain-Kreuzberg el SPD obtuvo aproximadamente el 30% de los votos, Los Verdes un 28% y Die Linke un 22%, mientras que AfD apenas alcanzó el 15%.
Los datos evidencian que el panorama electoral alemán es notablemente heterogéneo: en los distritos de la antigua Alemania del Este y en áreas rurales —donde la influencia de inmigrantes es mínima— el mensaje de AfD, que aboga por políticas estrictas en materia de inmigración y defensa de la soberanía, resuena con fuerza. En cambio, en las grandes ciudades con alta diversidad, el electorado prefiere opciones de izquierda que se centran en la integración y la apertura de fronteras.