El sistema británico permite que los radicales islámicos campen a sus anchas por el sistema de prisiones y distribuyan libros y panfletos entre los fanáticos recluidos.
Las cárceles británicas se han convertido en uno de los principales semilleros de radicales en el país, todo ello con la connivencia de las autoridades, que no parecen reparar en los peligros que supone el adoctrinamiento islámico en los centros penitenciarios.
Cincuenta y seis libros con «material» extremista han sido incautados en lo que va de año, una cifra que dobla a la de 2016 y que preocupa especialmente a los trabajadores de prisiones. Puede parecer una cantidad de ejemplares baja, pero cabe recordar que el Reino Unido permite que los predicadores británicos compartan sus publicaciones con los reos, por lo que esos textos -que en muchos casos llaman a matar a los «infieles»- entran dentro de la legalidad del sistema.
Ian Acheson, exgobernador de prisiones, ya advirtió al Gobierno de David Cameron acerca de la situación: «La radicalización en prisión es un peligro real y presente que hemos visto crecer en escala. Los proveedores de ideologías de odio aprovecharán al máximo los espacios sin gobierno en las cárceles británicas. El servicio penitenciario tiene la obligación de controlar este fenómeno y detener la corrección política que ha impedido una acción decisiva contra el extremismo durante tanto tiempo».
En una entrevista para The Telegraph, Acheson advirtió que el Reino Unido «no podía tolerar que ciertas personas entraran a las cárceles como delincuentes y salieran como terroristas convertidos».
Investigación en profundidad
Una investigación del diario The Times puso de manifiesto la connivencia del Gobierno del Reino Unido con los radicales islámicos, que campan a sus anchas por las prisiones y distribuyen numerosos libros, panfletos y material informático para el consumo de los cientos de fanáticos allí recluidos.
Una revisión extrema, ordenada por Michael Gove en 2016, encontró en las salas de rezo habilitadas en las cárceles estos materiales, que piden el asesinato de los apóstatas y menosprecian los valores tradicionales de la sociedad británica. Los musulmanes representan el 14,5% de los presos del Reino Unido y su incidencia en el sistema penitenciario es más que notable.
Los hallazgos provocaron una alerta interna en el seno del Ejecutivo de David Cameron debido a la pérdida de confianza de muchos ciudadanos en el sistema antiyihadista del país. En unos momentos en los que Europa se enfrenta a una amenaza prácticamente incontrolable, no parece que la difusión de materiales radicales entre reos extremistas sea la mejor opción. La investigación ha detallado que numerosos imanes han iniciado campañas con el objetivo de recaudar fondos para organizaciones benéficas islámicas vinculadas al terrorismo internacional.
De hecho, muchos de los materiales encontrados estaban relacionados con Deobandi, una suerte de secta islámica con espíritu anti-británico y conservador. Fundada hace más de 150 años en el sur de Asia, desde Deobandi salen más del 80% de los imanes que actualmente operan en las mezquitas de todo el Reino Unido. La web de la organización apunta a que únicamente guardan lealtad a la comunidad musulmana y piden no tener amigos cristianos o judíos para «evitar contaminaciones».
«Las mujeres musulmanas deben permanecer en casa y deben rechazar acudir a actos no religiosos, ver la televisión, leer novelas o salir sin sus maridos de casa», reza el portal. Según la investigación, Deobandi fue denunciada por numerosos imanes que se sentían acosados en sus lugares de trabajo.
12.328 presos musulmanes
Las cárceles de Inglaterra y Gales registran en la actualidad un total de 12.328 presos musulmanes, de los cuales 131 fueron condenados por terrorismo. Sin embargo, la cifra que más preocupa al Ejecutivo de Cameron son los más de 1.000 reclusos considerados «vulnerables» para su radicalización islámica. El pasado año, el exjefe de la Oficina Nacional de Seguridad contra el Terrorismo advirtió de la escasez de personal en las prisiones para afrontar los riesgos islamistas.
Chris Phillips alertó de que, ante la ausencia de personal suficiente, los presos radicales podían manejar a sus anchas a los más vulnerables. De hecho, desde la Asociación Oficial de Prisiones también subrayaron los numerosos casos de extremistas islámicos que estaban tratando de radicalizar a los presos a cambio de puestos de trabajo en las cárceles.
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