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ESCÁNDALO EN FRANCIA

Dos diputados del partido de Mélenchon explotan a una empleada del hogar sin papeles

El líder de Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon. Reuters

Malo es que nuestras élites «woke» nos sermoneen de continuo y desde todos los rincones con su moralina progresista, censurándonos lo homófobos, xenófobos, machistas y cristofascistas que somos en la plebe, al tiempo que nos exhortan a no comer carne, ni viajar, ni poner el aire condicionado, ni invitar a la familia en Navidades durante la pandemia. Pero peor es saber que no se aplican a sí mismos lo que predican como virtud, más bien todo lo contrario, como tenemos ocasión de comprobar casi a diario.

El último caso ha sido el de dos diputados de La Francia Insumisa de Mélenchon, del distrito Sena-Saint Denis. El partido viene a ser un Podemos a la francesa, esa extrema izquierda populista y antisistema que le está haciendo sombra al «macronismo» tras quedar segunda en las recientes legislativas francesas y que sueña con multiplicar la ya alarmante inmigración masiva procedente de tierras del Islam.

Pues bien, la pareja formada por Raquel Garrido y Alexis Corbière, recién elegidos por su distrito, tienen empleada en casa desde hace un año a una indocumentada a la que imponen condiciones laborales demenciales y aún le advierten de que no se queje y agradezca tener un techo, que a la menor la ponen de patitas en la calle y contratan otra, revela el semanario Le Point.

La pareja de diputados «insumisos» mantienen a la empleada del hogar sin papeles, de origen argelino y la explotaban como un patrón de novela de Dickens. Durante un control policial en mayo en la capital, la trabajadora doméstica de 36 años, que llegó a Francia en 2008 con un visado de estudiante, tuvo que acreditar su permiso de residencia y solo pudo presentar su pasaporte.

Ya en comisaría, la mujer habría contado a los agentes su brutal carga de trabajo diaria, de día y de noche.

Con la Policía, la treintañera habría revelado su importante ritmo de trabajo en casa de los dos parlamentarios en Bagnolet, a las afueras de París, así como en su apartamento en la misma capital, donde atiende a los tres hijos de la pareja. En la casa de Bagnolet tiene su propio dormitorio, pero en París tiene que dormir en un sofá. También confesó que sus patronos le habían prometido «papeles» si Jean-Luc Mélenchon llegaba a la presidencia o, ahora, se convierte en primer ministro.

No es solo la palabra de la argelina indocumentada; el semanario tuvo acceso a un mensaje enviado por los Corbière-Garrido en el que podía leerse: «Si te digo que te quedes, te quedas. Si no te viene bien, hay muchas en tu situación deseando trabajar, y ya puedes olvidarte de los papeles». Y otro: «El señor le dará 150 para la semana; el resto, ya veremos luego;, a lo que respondió la argelina: «Disculpe, señora, pero eso no está bien».

No queremos, por no hacer sangre, llamar la atención sobre la miríada de casos similares que tenemos por todas partes y muy especialmente en España, donde la «pareja reinante» en Podemos, representantes de «los de abajo» y adalides de «la gente», no solo pasaron en veinticuatro horas de un piso de protección oficial en un barrio obrero a una mansión en un barrio de élite, sino que colocaron como alto cargo en la Administración pública a una de las cuidadoras de sus hijos (o viceversa).

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