El Gobierno alemán está pagando para que se delate quién está detrás de una cuenta particular en Twitter y se revelen datos personales del individuo en cuestión. Y, a partir de aquí, todo es entre carcajeante y ominoso.
Porque no se trata de una cuenta de Al Qaeda, o de un grupo neonazi o de una banda de narcotraficantes. Se llama ‘Libs of TikTok’ (en traducción libre, ‘progres de TikTok’) y ni siquiera ofrece opinión alguna, «buena» o «mala», peligrosa o inocua: se limita a colgar vídeos publicados (y, por tanto, públicos) en la red TikTok. Y su rasgo común es que revelan las ideas disparatadas de la izquierda «woke». Punto.
Todo empezó con un artículo del Washington Post en el que la periodista, Taylor Lorenz, se dedicaba a revelar quién está detrás de la cuenta. Esto se llama «doxxing», y es la razón por la que una buena parte de los participantes en redes sociales con opiniones «heréticas» (es decir, gente con ideas normales) optan por el anonimato. Y es que hace ya años que oponerse públicamente a la última locura de ingeniería social del régimen suele castigarse, ya sea con el despido, la pérdida de clientes, el boicot, el ostracismo social o incluso el acoso.
El «doxxing» nace para neutralizar este refugio del anonimato, empleando cualquier medio (hackers incluidos) para desenmascarar la verdadera personalidad del titular de la cuenta hereje y exponerlo a la ira pública, publicando todos los datos personales posibles, incluyendo dirección y empresa para la que trabaja.
Es lo que hizo Lorenz en su artículo del Washington Post con la persona que subía los vídeos de Libs de TikTok acusándola de «difundir el sentimiento anti-LGBTQ+» y de usar «lenguaje relacionado con QAnon» en el pasado. Repitamos, para que quede todo clarísimo: la cuenta no opina, no sube vídeos propios; se limita a poner vídeos que ya hacen públicos usuarios de cuentas en Tiktok.
La huella digital de la mujer que alimenta Libs of TikTok se descubrió a partir de una investigación realizada por Prototype Fund, que, como destacó Tucker Carlson de Fox News, fue fundada por un exempleado de Twitter y está financiada por el Ministerio Federal de Educación e Investigación del Gobierno alemán.
En ninguna parte del informe reconoce el hecho de que el Prototype Fund cuenta con el apoyo del Gobierno alemán. Lorenz no dudó en engañar a la responsable de la cuenta ni en revelar su nombre, ocupación, religión y en qué lugar del país vive. El artículo incluso incluía un enlace a toda la información personal de la interesada.
Cuando la ideología dominante, impuesta a base de millones que nos arrebatan desde Hacienda y amenazas de cárcel y persecución, empezó a convertirse en objeto del desprecio de cualquier persona pensante a causa de sus contradicciones internas y su incompatibilidad con la realidad observable, los medios empezaron a hablar de «fake news» y de «postverdad», y el presidente norteamericano Joe Biden, en su primera comparecencia pública, aseguró muy serio que la principal amenaza para América estaba en el «supremacismo blanco».
Y eso es lo que convierte la humilde cuenta de una particular, que no es periodista ni tiene detrás financiación ni nada de nada, en un peligroso misil en la línea de flotación del progresismo «woke» y en una de las favoritas de los conservadores. Es inatacable, porque no opina. No se le puede acusar de mentir, de ofrecer noticias falsas, de manipular, porque se limita a ofrecer los vídeos de quienes deciden lo que se enseña en nuestros colegios y universidades e inspira nuestras leyes, y eso resulta más explosivo que si lo refutara.