La creciente tendencia por parte de homosexuales y «trans» de pagar a madres sustitutas para que tengan hijos por ellos está provocando un inquietante tráfico de personas que convierte a los seres humanos en meras mercancías y alimentan redes de tráfico internacional.
La «moda», que suele aparejar desasosegantes sesiones fotográficas en las que las parejas posan en camas de hospital con el recién nacido como si los acabasen de parir, degrada la maternidad, pone en serio riesgo la estabilidad vital futura de los niños utilizados como accesorios y normaliza enfermedades mentales relacionadas con la identidad de género.
Así lo ha visto el Gobierno italiano de Giorgia Meloni, que ha asestado un duro golpe a este demencial tráfico con una ley que bloquea la gestación subrogada (vigente desde 2004), y amplia esa prohibición para abarcar la contratación fuera del país. En otras palabras, se trata de una prohibición total de los embarazos subrogados. Quienes infrinjan la ley se enfrentan a multas de hasta un millón de dólares y dos años de prisión.
Existen numerosos estudios científicos que demuestran que los niños de hogares homosexuales crecen peor que los de hogares con una madre y un padre tradicionales.
Estos problemas estudian factores tales como si el niño creció y necesitó asistencia social o de tipo similar, si era más propenso a tener ansiedad o depresión, si era más propenso a sufrir abusos o si era más propenso a tener hábitos poco saludables como tener más parejas sexuales, fumar o consumir drogas.