Las instituciones europeas encabezadas por la Eurocámara volverán a participar activamente el próximo sábado en el «orgullo LGTBI» de Bruselas. Bajo el lema «Unidos, es hora de proteger nuestros derechos», el evento vuelve a instrumentalizar el aparato comunitario en favor de una agenda ideológica al margen de la neutralidad institucional.
Por enésima vez, el Parlamento Europeo se alinea con los postulados del lobby LGTBI, y lo hace no sólo con declaraciones públicas, sino con presencia física, logística y simbólica. La institución participará con su propia carroza en el desfile, marcado gráficamente con el logotipo de Democracia en Acción, iniciativa que supuestamente busca promover el papel del Parlamento «en la vida democrática europea».
El desfile recorrerá las calles del centro de la capital belga y contará también con un «foro del orgullo» móvil, desde donde empleados seleccionados de las instituciones comunitarias compartirán mensajes con el público.
El Parlamento Europeo no estará sólo en esta apuesta por una celebración que muchos consideran ajena al mandato representativo que ostentan las instituciones comunitarias. También participarán la Comisión Europea y el Comité Económico y Social Europeo (CESE), que dispondrán de un gran stand en el llamado Pride Village, centro de actividades paralelo al desfile. Además, se ha habilitado un canal de mensajería instantánea para coordinar voluntarios encargados de distribuir banderas de la UE entre los asistentes.
Para darle más notoriedad al evento el propio Parlamento ha incluido en el anuncio del mismo los testimonios de empleados comunitarios que revelan el grado de implicación política que el evento ha adquirido. «Apoyar el ‘orgullo’ es más urgente que nunca», afirma una representante italiana del Parlamento, vinculada a la red Egalité, una plataforma interinstitucional de personal LGTBI que hace campaña activa por la visibilidad de este colectivo. Según su relato, el evento es tanto una «celebración» como una «protesta» política en favor de una agenda identitaria que trasciende las competencias legislativas de la Eurocámara.
Las declaraciones de los participantes dejan claro que la fiesta es mucho más que un acto lúdico: es una plataforma política para el activismo de género, para la imposición de una visión única de los derechos fundamentales, y para la expansión de una ideología que pretende institucionalizarse desde lo supranacional. «Europa significa libertad», repiten varios de ellos, obviando que esa libertad también incluye el derecho de millones de ciudadanos a disentir de una concepción antropológica y moral que no comparten.
Mientras tanto, no hay información pública sobre el coste de esta participación. La opacidad presupuestaria es una constante cuando se trata de actividades ligadas al activismo LGTBI dentro de las instituciones europeas. No se ha comunicado cuánto se ha destinado a la carroza, a la producción gráfica, al personal desplazado ni a la logística de distribución de material simbólico como banderas o folletos.
Desde el grupo Patriotas por Europa han señalado en más de una ocasión la necesidad de «recuperar la neutralidad institucional» frente al «adoctrinamiento globalista» que emana de Bruselas. «No se trata de derechos, sino de privilegios y de manipulación emocional para imponer una visión ideológica radical a todos los europeos», ha afirmado.