Una Europa estaba agasajando a Ursula von der Leyen en la ceremonia de entrega del Premio Carlomagno mientras la otra estaba en Budapest en la cumbre de la CPAC alertando del peligro para la libertad y la democracia de la primera.
En Budapest habló el mandatario Robert Fico para advertir de las amenazas que la UE atrae sobre sí con su creciente deriva antidemocrática y tiránica, profetizando un futuro peligroso para Europa si se castiga la disidencia contra la opinión preferida de la UE.
«La imposición de una opinión política obligatoria, la abolición del veto, el castigo al soberano y al valiente, el nuevo Telón de Acero, la preferencia por la guerra sobre la paz», dijo durante su discurso Fico, que estuvo a punto de morir en un atentado por su disidencia. «Este es el fin del proyecto europeo común. Esto es una desviación de la democracia. Esto es el precursor de un enorme conflicto militar», añadió.
No hablaba a humo de pajas: los comentarios de Fico respondían a las amenazas que, dijo, tanto él como el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, habían recibido de «un nuevo canciller alemán particularmente nervioso», quien les advirtió que si no se alineaban con la visión uniforme de Bruselas sobre el apoyo militar a Ucrania y las sanciones a Rusia, «serán castigados». «Nadie en un proyecto pacífico y democrático debería tener derecho a tratar a otros estados miembros de la UE de esta manera, independientemente de su tamaño y fuerza económica», concluyó.