«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

El 60% de los franceses cree que el islam es incompatible con su país

Imagen del interior de una mezquita

Europa vive una nueva encrucijada. Mientras las autoridades fomentan el islam -incluso en sus versiones más radicales-, los ciudadanos muestran su rechazo.


La brecha respecto al islam se acrecienta aún más en Europa. El 60% de los franceses admite ya sin ambages que no cree que el islam sea compatible con los valores de la sociedad, mientras que el 65% apuesta por reducir la inmigración. Estos dos asuntos se convirtieron en capitales durante la campaña de las presidenciales, pero la llegada de Emmanuel Macron al Elíseo no hace presagiar un cambio de sentido en este aspecto.
Es el nuevo cisma que vive la Europa de Bruselas y que en Italia ya se ha evidenciado en el Parlamento. Allí las figuras políticas del país discuten sobre una ley cuyo objetivo es otorgar la nacionalidad a los hijos de inmigrantes nacidos dentro de sus fronteras.
La encuesta de Ipsos para Le Monde muestra un aumento del rechazo a la inmigración masiva entre los partidarios de todos los partidos, incluidos los socialistas. Según el 61% de los franceses, la mayor parte de los recién llegados no hacen «esfuerzos» por integrarse en Francia.
Un 74% de los encuestados afirma que el islam quiere imponer «su modo de funcionamiento» a la sociedad francesa. Un sentimiento que es mayoritario entre los partidarios del Frente Nacional y Los Republicanos y que continúa al alza entre los socialistas y los votantes de Macron.
Según los datos de Ipsos, el 85% de los franceses otorga al fundamentalismo islámico un lugar preeminente en su lista de problemas. La histórica connivencia de las autoridades francesas con las corrientes más radicales del islam ha provocado la llegada de miles de islamistas organizados en células a los barrios periféricos de las principales ciudades.

Zonas prohibidas a las mujeres

Restricciones en la vestimenta, discriminación de la mujer y lugares sólo para hombres. Puede parecer que hablamos de alguna ciudad perdida al oeste de Mosul, pero es la realidad que se vive en muchos barrios periféricos de París, donde grupos de musulmanes radicales han tomado las calles y «recomiendan» a los vecinos que ciertas prácticas no son «nada aconsejables». Todo ello con la connivencia de las autoridades galas, que han abandonado estas zonas a su suerte, al igual que ocurre en Reino Unido o Alemania.
En las cafeterías y las calles de estos barrios hay un aspecto común que se repite: las mujeres desaparecen. Dos activistas de la llamada Brigada de las Madres denunciaron los hechos y mostraron la reacción de los musulmanes gracias a una grabación con cámara oculta.
Cuando Madia y Aziza accedieron al establecimiento, los hombres se sorprendieron. Las mujeres tienen prohibido «de facto» entrar en estos negocios y su presencia incomoda a muchos musulmanes que admiten sin ambages que «no deberían estar aquí».
«Esto no es París. Aquí tenemos una mentalidad diferente y seguimos las enseñanzas del islam«, reconocía otro hombre, ajeno a que la cámara le estaba grabando. Cuando una de las activistas le preguntó si no estaría mejor viviendo en Arabia Saudí, el musulmán respondió: «Francia es un paraíso para nosotros».

Macron culpó a los franceses

Durante la campaña electoral, Macron culpó a los jóvenes franceses de los procesos de radicalización que muchos musulmanes sufren en las principales ciudades galas. Ni una palabra sobre el islam, ni sobre las mezquitas wahabistas o los barrios periféricos donde la sharia se ha convertido en la verdadera ley. ¿Los culpables? Los jóvenes franceses que, curiosamente, se habían decantado en su mayoría por las propuestas del Frente Nacional.
El actual presidente, que recibió el apoyo de los principales dirigentes de Bruselas y de buena parte de la clase política europea, aseguró que la sociedad francesa «maltrata» a los jóvenes que viven en «barrios apartados» y que «son fácilmente influenciables» por el islam radical. Resultó paradójico ya entonces que tras más de dos años de violencia y terror yihadista en suelo francés, Macron no tuviera ni un sólo plan contra la amenaza que se cierne sobre Francia.
Claro que aquella noticia se entendió mejor unos días después, cuando la Gran Mezquita de París defendió al exministro francés de Economía por «encarnar la vía de la esperanza y de la confianza en las fuerzas espirituales y ciudadanas de la nación, dentro del respeto de los valores republicanos y de la aplicación estricta de los principios del laicismo”.

La influencia saudí

Arabia Saudí tiene a Francia en su punto de mira. La evidente islamización que vive el país ha provocado que el régimen de Riad considere el territorio francés como el escenario ideal para difundir su particular visión del islam. En 2016, Pierre Conesa, exalto funcionario de Defensa francés, desvelaba los 8.000 millones aportados por las autoridades saudíes para difundir la “palabra de Mahoma” por todo el mundo.
Y es que las injerencias saudíes en Francia son más que evidentes. Gran parte de la comunidad musulmana, especialmente en las ciudades más importantes, está influenciada por clérigos pagados por Arabia Saudí y las mezquitas de mayores dimensiones son financiadas con petrodólares. El objetivo no es otro que lograr una “representación real y fuerte” dentro del país.
Riad considera prioritario extender su red de mezquitas. En 2016, diferentes fundaciones relacionadas con Arabia Saudí participaron en la construcción de ocho mezquitas, a razón de entre 200.000 y 900.000 euros por proyecto. El wahabismo es la doctrina que se imparte en estos centros y no hay que olvidar que su concepción del mundo es prácticamente idéntica a la del Estado Islámico.
Los investigadores aseguran que Arabia Saudí ha gastado 3.759.000 euros sólo en 2016 para llevar a cabo su proyecto. Catorce imanes a sueldo de Riad ejercen en las mezquitas más importantes de Francia y adoctrinan acerca de la yihad, el sometimiento de las mujeres, la necesidad de castigar a los homosexuales y la expansión del islamismo a nivel mundial.
El segundo lugar en la lista de benefactores del islam corresponde a Marruecos. El país vecino dedica casi seis millones de euros a este propósito, una cantidad muy superior a la de otros años y que contrasta con el “islam moderado” que las autoridades tratan de vender a nivel internacional.
 
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