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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

'Italexit': La baza de Salvini para cambiar las normas en Europa

¿Se avecina una nueva salida de la Unión Europea a la vuelta de las elecciones italianas?

El ‘Italexit’ -una bomba de bastantes más megatones que el Brexit, al pertenecer Italia a la eurozona y llover sobre mojado- planea sobre Europa con la probable victoria del bloque encabezado por el euroescéptico líder de la Liga Norte, Matteo Salvini.
Salvini, desde luego, no ha rehuido el debate en este sentido, sino que parece complacerse en echar más leña al fuego. A principios de año causó alarma suficiente al declarar que «el Brexit es un ejemplo a seguir para los italianos».
Fue en declaraciones a la televisión italiana, y sus palabras hicieron temblar a Bruselas: “El Brexit debería hacer reflexionar a los italianos». Luego siguió diciendo que los británicos habían decidido salir de la UE pese a que manejaban su propia divisa, controlaban sus fronteras y recibían más dinero de la unión del que daban. Lo contrario, según el líder italiano, que su país: «Nosotros damos más de lo que recibimos y nuestras fronteras son un coladero. No somo ingleses, somos italianos, estamos en el corazón de Europa, somos uno de los miembros fundadores de la UE: o cambiamos nuestro modo de estar en Europa o no tiene sentido que sigamos pagando a la UE».
¿Se avecina una nueva salida de la Unión Europea a la vuelta de las elecciones italianas? Aunque todo es posible, no lo creemos. Las palabras de Salvini suenan más a amenaza destinada a cambiar las formas de hacer las cosas en la Unión que a verdadera declaración de intenciones.
En realidad, no es cosa de Salvini, ni cabe esperar que la victoria de algún otro vaya a dejar la relación de Italia con Bruselas como está. Hasta cierto punto, todos los grandes partidos -con la excepción obvia del Partido Democrático del ex primer ministro Renzi- son euroescépticos, al menos en el sentido de querer reequilibrar los términos de una relación que juzgan perjudicial para el país. Incluso los excéntricos del Movimiento Cinco Estrellas de Beppo Grillo, aunque estos no plantean la posibilidad de una salida del club europeo, sino una vaga ‘reforma’ de sus estructuras.
Pero si la salida es poco probable, sí lo es, y mucho, que el ejecutivo que salga de las urnas en las próximas elecciones italianas fuerce un cambio crucial en el equilibrio de poder dentro de la Unión Europea.
La Unión reaccionó a su primera gran crisis, la salida de Gran Bretaña tras el referéndum de hace dos años, reforzando su plan para hacer inevitable la marcha hacia un megaestado europeo a base de acelerar los pasos: ejército común, autoridad bancaria, fiscalidad.
También formaba parte de sus planes cobrarle a Gran Bretaña su «libra de carne», castigar al osado para que ningún otro país tuviera la excéntrica idea de imitar a Londres.
Pero el impulso ha perdido fuerza. Siguen teniendo las mejores cartas, pero el sentimiento antiBruselas gana fuerza , debido en parte a la caótica y errática política de inmigración, y en parte a lo que se percibe como un autoritarismo vengativo de la Comisión contra los disidentes, especialmente el llamado Grupo de Visegrado.
Los Cuatro de Visegrado -Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia- no tienen la menor intención de salirse del club, pero sí han planteado un firme desafío para que la UE vuelva a ser lo que se firmó en origen: una alianza principalmente comercial de países soberanos en la que las injerencias estén fuera de lugar.
El núcleo duro, liderado por Merkel y Macron, amenazó con sanciones, incluso con la ‘opción nuclear’, pero los de Visegrado se han mantenido inamovibles y están ganando la batalla: siguen sin admitir los ‘refugiados’ que Bruselas ha decidido que tienen que acoger y, sobre todo, han ganado una baza fundamental: Austria.
En las pasadas elecciones generales austriacas no hizo falta que se alzara con la victoria el FPÖ, el ‘partido de populista’ de rigor, porque el partido conservador de toda la vida presentaba un joven candidato, Sebastian Kurz, más que dispuesto a darles lo que piden en lo que se refiere a control de fronteras y recuperación de soberanía. Austria se une así en una curiosa recreación del Imperio Austro-Húngaro a sus antiguas posesiones para reivindicar, precisamente, que la UE no se convierta en un imperio sin mandato.
Pero si el espaldarazo de Austria ha sido clave para el sector soberanista de la UE, al ser el primer país occidental que se suma a la corriente, contar con Italia podría cambiar definitivamente las tornas.
Italia, que lleva un año tomando el relevo de Grecia como puerto privilegiado de las pateras africanas, está desbordada y difícilmente podría ganar estas elecciones un partido que no propusiera mano dura con la inmigración ilegal o que no plantease una reforma en la Unión Europea.
Así pues, aunque el ‘Italexit’ no es en absoluto descartable, el resultado más probable de estas elecciones con respecto a la UE sea una ralentización, al menos, de su marcha hacia la creación de un megaestado.
 
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