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SU MODELO CONTRASTA CON EL DE MACRON

La estrategia de Meloni en África apelando a la «colaboración» entre continentes

Giorgia Meloni, junto al primer ministro de Etiopía, Abiy Ahmed Ali, y el presidente de Somalia, Hassan Sheikh Mohamud. Twitter

Giorgia Meloni realizó el pasado fin de semana una visita a Etiopía de dos días con el fin de reforzar las relaciones bilaterales y potenciar la ayuda humanitaria destinada al desarrollo. La líder italiana fue recibida en Adís Abeba por el primer ministro, Abiy Ahmed Ali, quien visitó Roma fugazmente el pasado mes de febrero. Meloni también se reunió con el presidente de la Comisión de la Unión Africana, Moussa Faki Mahamat, y con el presidente de Somalia, quien viajó a la capital vecina para participar en la cumbre trilateral Etiopía-Somalia-Italia. 

Durante la visita, la presidenta del Consejo de Ministros de Italia llamó a Europa a «contribuir mucho al desarrollo, la seguridad y la estabilidad» de este «área estratégica, de máxima prioridad» para el continente. Para el Gobierno de Italia, la mejor manera de asegurar las fronteras europeas y lograr la disminución de los flujos de inmigración ilegal hacia el continente —junto con la trata de personas y la pérdida de vidas humanas que llevan consigo— pasa necesariamente por actuar en el foco del problema y favorecer la estabilidad y el desarrollo de los países africanos. En éstos, los frecuentes conflictos civiles, junto con la pobreza generalizada, provocan traslados de multitud de personas de unos países a otros que, a la larga, suelen acarrear repercusiones negativas en Europa. Para Italia, ayudar a África es ayudar a Europa, y el Gobierno italiano parece resuelto a que los países de la Unión actúen de manera decidida en el origen.

Por eso, Meloni pidió a Europa que ayudara a África «a sacar a relucir sus riquezas». No hay que olvidar que, en la actualidad, África es uno de los continentes más ricos en recursos naturales. La cabeza del gobierno de Italia reprochó al resto de líderes europeos su abandono de la región, y aseguró que «se cometió un error cuando, al dar un paso atrás, Europa favoreció la inclusión de actores que tienen un enfoque diferente», como Rusia o China, que siguen desplegando su influencia por todo el continente vecino. 

El viaje de Meloni a África, sin embargo, ha sido muy diferente al de otros dirigentes europeos. Giorgia señaló, satisfecha, que «el balance de la misión» fue «excelente» y que durante su visita vio un «gran deseo por Italia y mucha atención a nuestra capacidad de cooperar de forma no depredadora». Verdaderamente, el tono cordial y el respeto mutuo mostrados durante toda la visita de la italiana a los países africanos contrasta de manera muy marcada con la última gira del presidente de Francia, Emmanuel Macron. De hecho, decir que los europeos han «abandonado» África es faltar a la verdad: la realidad es que, en muchos países, los africanos han echado a los europeos.

El pasado mes de marzo, Macron realizó una gira durante la que recorrió Gabón, Angola, la República del Congo y la República Democrática del Congo (RDC). Allí, frente al dirigente galo, Félix Tshisekedi, presidente de la RDC, afeó a su homólogo su actitud neocolonialista en África: «Tenéis que dejar de tratarnos y hablarnos con tono paternalista. Debéis respetar a África». El congoleño recordó a Macron que «los esclavos de ayer, hoy ya no se callan ante sus antiguos amos. El mundo multipolar está aquí».

Las duras palabras, dirigidas en directo y en persona, provocaron en el presidente de Francia una visible incomodidad. Intentó salvar la situación achacando a la prensa nacional un mal trabajo de comunicación, pero un tajante Tshisekedi no le concedió esa escapatoria, una salida digna: «No me refería a ningún periodista. Me refiero a las declaraciones del ministro de Exteriores francés». En 2019, las palabras de Jean-Yves Le Drian, ministro de Exteriores, sobre la victoria electoral de Tshisekedi no fueron bien recibidas. En aquella ocasión, el ministro pidió «claridad con los resultados», que fueron distintos de «lo esperado». La victoria del opositor Tshisekedi, apenas cuatro puntos porcentuales por encima del segundo candidato, estuvo entonces empañada por acusaciones de fraude.

El presidente congoleño continuó invitando a Macron a centrarse en los asuntos de Francia y a evitar interferir en las cuestiones de los países africanos. Con su visita, uno de los objetivos del presidente francés era establecer «una relación responsable» con estas naciones y contrarrestar la creciente influencia de Rusia y China, quienes avanzan a pasos agigantados en el continente. La gira, sin embargo, no resultó beneficiosa para la imagen del presidente, sino todo lo contrario, y fue objeto de multitud de comentarios y críticas en las redes sociales, donde se afeó la actitud soberbia de la Francia de Macron. 

A París se le escapa por momentos la influencia que retiene en sus antiguas colonias de África Central. En apenas un semestre, en 2022 Mali, la República Centroafricana y Burkina Faso dieron carpetazo al expediente francés en favor de Rusia. A través del grupo Wagner y a cambio de un módico precio, los mercenarios rusos mantienen en marcha las actividades que unos 6.000 soldados franceses desarrollaban gratuitamente. En un ambiente mundial de inestabilidad y cambio, Rusia ha sabido explotar la acumulación de errores de Francia, el creciente sentimiento anti-francés y un recuperado espíritu panafricanista. Y las actuaciones de Macron y sus cambios de rumbo en la gestión de las fuerzas militares en África no han podido hacer frente a esta nueva ola, que se ha visto acrecentada por acusaciones de neocolonialismo e imperialismo.

Operaciones encubiertas, actuaciones directas, rumores de que París patrocina a «yihadistas» para mantener la región desestabilizada —y a Francia necesaria en África—, bombardeos a civiles negados, la emisión del franco CFA todavía presente y, sobre todo, la forma en la que los franceses tratan en África a los africanos, provocan que cualquier nueva forma de hacer las cosas que Macron pretenda quede en palabras. Los hechos, lo que se ve, contribuyen cada día a avivar en los africanos el odio al francés. Y Rusia y China están prestas a satisfacer las necesidades de este gran continente para ganar peso en él y asegurarse un control directo de su enorme riqueza natural. 

Por el contrario, durante su visita a Etiopía, Giorgia Meloni anunció el «Plan Mattei», una estrategia «para África, una actitud de Italia y Europa que no sea depredadora, sino colaborativa y respetuosa de los intereses recíprocos». En el pasado, y aun a pesar de su reciente llegada al poder, ya sentenció que Europa no puede expoliar África ni explotar sus recursos de espaldas a los africanos como si el mundo siguiera en el siglo XIX. En sus viajes a Libia y Argelia, Meloni fue acompañada por Claudio Descalzi, consejero delegado de la energética Eni. Respetar a África no significa no aprovechar las oportunidades que una buena relación bilateral puede brindar, sino contar con la otra parte en situación de igualdad, y así lo está demostrando el nuevo gobierno italiano. Meloni volvió de aquellos viajes con nuevos contratos firmados bajo el brazo que permitirán a Italia cumplir el objetivo de ver su dependencia energética de Rusia superada para 2025.

La italiana ha sido rápida y precisa porque entiende la gravedad de la situación y lo que podría significar para Europa tener en África a Rusia y a China ordenando los flujos migratorios y con acceso libre a los ricos recursos naturales del continente. Todas sus visitas al continente han supuesto éxitos rotundos y ganancias para ambas partes. Meloni ha sido la primera líder extranjera en ser recibida en Etiopía tras los Acuerdos de Pretoria, que pusieron fin a la guerra entre el Gobierno federal y el de Tigray. Durante el conflicto armado en Etiopía, Italia supo mantenerse al lado del primer ministro Ahmed y proteger las relaciones históricas existentes entre ambas naciones logrando establecerse como interlocutor preferente. Si bien es cierto que la presidenta del Consejo de Ministros de Italia heredó una buena relación con África —cultivada con acierto por los gabinetes anteriores— la firme resolución de Meloni y su buen tono son indiscutibles.

En esta última visita, tanto Etiopía como Somalia pidieron a Italia que, en el futuro, actúe como promotor y portavoz de sus peticiones en los organismos internacionales, como la UE, el G20 o el G7. La actitud de Meloni en África supone un soplo de aire fresco en un continente hastiado del paternalismo al que la mayoría de potencias europeas lo tienen acostumbrado. En el Plan Mattei «ofrecemos apoyos y puntos de vista, sin pretender tener la mejor solución», dijo Meloni. «Tenemos que actuar en colaboración, (…) no queremos imponer nada». Una vez más, la política exterior de la italiana y las formas de hacer de su nuevo Gobierno han dejado a la vista las vergüenzas de Emmanuel Macron.

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