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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Las (evidentes) fallas del sistema antiterrorista alemán

Informes traspapelados, vigilancias por horas y un cuerpo policial sin medios para combatir la mayor amenaza a la que debe hacer frente Europa.

El investigador Bruno Jost ha dedicado los últimos meses a completar un informe sobre la investigación policial en torno al terrorista de Berlín, Anis Amri, y el ataque islamista que terminó con la vida de once personas. La conclusión es tan simple como rotunda: Alemania no cuenta con un sistema de protección adecuado.
Este exfiscal federal ha criticado los métodos de la Oficina de la Policía Criminal del Estado de Berlín, especialmente la labor de algunos agentes, la cual ha calificado como «poco profesional». Y es que en la oficina de la capital alemana se encontraron informes traspapelados y vigilancias a sospechosos canceladas por «extraños motivos». Jost ha subrayado que el atentado «podría haber sido evitado» si se hubiera seguido un protocolo similar al utilizado en Francia. No obstante, cabe recordar que el sistema de seguridad francés ha fallado en repetidas ocasiones en los últimos tres años.
Los oficiales de la LKA únicamente vigilaban al solicitante de asilo Amri durante las jornadas laborales. Los fines de semana y los días festivos, las autoridades decidieron que no representaba «un peligro inminente». Según uno de los informes traspapelados, las actividades islámicas de Amri no eran «lo suficientemente graves» e incluso cuando fue detenido con sustancias estupefacientes fue puesto en libertad horas después.
Amri nunca fue procesado por tráfico de drogas porque la comunicación entre la Policía y la Fiscalía era prácticamente inexistente. Ninguno de los servicios alemanes quiso hacerse cargo del caso del migrante y nunca llegó a declarar ante los tribunales.
Aún hay más. Durante su estancia en Baden-Württemberg, Amri fue detenido con dos tarjetas de identidad italiana falsas. A pesar de constituir un grave delito, las autoridades lo liberaron sin cargo alguno.
Los días posteriores al atentado, según Jost, los agentes manipularon pruebas relacionadas con el ataque para ocultar sus propias fallas y errores. De hecho, el exfiscal ha denunciado a un comisario de Policía por eliminar una serie de archivos claves para la investigación.

‘Es un escenario complejo’

El presidente de los Servicios Secretos alemanes del Interior, Hans-Georg Maassen, ha señalado que el yihadismo internacional volverá a cometer atentados en Alemania y en Europa.
Además ha advertido de la dificultad de abordar esta amenaza debido al «complejo escenario» que supone el terrorismo promovido por el Estado Islámico (EI), por sus diversos modus operandi: de lobos solitarios con armas improvisadas (cuchillos o camiones) a comandos organizados con fusiles de asalto y explosivos.
En este sentido, ha apuntado las tácticas de captación que emplean los islamistas a través de las redes sociales para reclutar jóvenes -incluso menores de edad- y también, aunque en menor medida, mujeres.
Estas personas son captadas, radicalizadas y después instruidas paso a paso para que cometan atentados, ha indicado Maassen.
En total, ha agregado, unas 900 personas han viajado de Alemania a Siria para unirse al Estado Islámico, de las que un 20% son «mujeres jóvenes» o directamente niñas, algunas de tan sólo 13 años.

El flujo de refugiados

“En el flujo de refugiados se infiltraron decenas de terroristas”. Dos años y medio han tenido que pasar para escuchar esta afirmación del Eurojust, la agencia de cooperación judicial de la Unión Europea (UE), que certifica lo que La Gaceta lleva denunciando desde entonces: los yihadistas han convertido la ruta de los Balcanes en su autopista de acceso a Europa.
Un simple vistazo a las imágenes procedentes de los puertos griegos o las fronteras húngaras hacían cuestionarse un asunto delicado que fue obviado por la mayor parte de la prensa: ¿Dónde estaban las mujeres? Hombres y niños formaban parte del flujo y los centros de las principales ciudades europeas se llenaron sin que ninguna autoridad respondiera a esta pregunta.
Michèle Coninsx, presidente del Eurojust, confirmó lo que era un secretos a voces: “Es una situación alarmante, porque vemos que estos traficantes [de personas] algunas veces financian el terrorismo; estos traficantes están siendo utilizados para garantizar la infiltración de miembros del Estado Islámico”.
La afirmación de Coninsx choca con el discurso mantenido hasta ahora por la canciller alemana, Angela Merkel, que trató de imponer una línea de acción a todos los socios. El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, se negó a aceptar las imposiciones de Bruselas y fue tachado de xenófobo por la prensa internacional, pero día a día son más los países que se unen a su causa e incluso el siempre tibio Mariano Rajoy aseguró en la cumbre del G20 que había que tratar de solucionar los problemas en “sus países de origen”.
“Respecto a la infiltración, escuchamos cada vez de forma más regular que hay un riesgo de mezcla entre la inmigración ilegal financiando el terrorismo y que la inmigración ilegal es utilizada por personas para llegar a la UE como ‘durmientes’ o ‘lobos solitarios’ y después llevar a cabo ataques“, sentenció Coninsx.
Lejos quedan los tiempos en los que desde Bruselas se vendían las bondades del espacio Schengen y su capacidad para contener este tipo de situaciones. La ausencia de controles reales en las fronteras permitió que los terroristas cruzaran desde Irak y Siria -con la connivencia de las autoridades turcas en muchos casos- hacia Bruselas, donde se establecieron para organizar, entre otros, los ataques islamistas del 13 de noviembre de 2015 en París.

Minimizar la violencia

Merkel, que ha ido matizando su discurso con el tiempo hasta el punto de admitir las “graves deficiencias de su gestión”, eliminó de un plumazo el plan europeo migratorio en 2015. Se puso al frente de una comisión de control, proclamó el ‘Welcome Refugees’ y pronunció la frase que le ha perseguido desde entonces: “Lo conseguiremos”.
La orden a autoridades y medios era clara: “No puede haber problemas”. Sin embargo, los miles de abusos cometidos por recién llegados la noche de Año Nuevo en Colonia incendiaron a la población. Lo sucedido se intentó ocultar por todos los medios. Poco se conocía al principio de las agresiones sexuales a jóvenes alemanas. Pero hubo algún diario que -contraviniendo las indicaciones de las autoridades- informó finalmente sobre la autoría de los ataques sexuales, en su mayoría perpetrados por inmigrantes.
Lo que en un primer momento se vendió como algo aislado, poco a poco fue adquiriendo una entidad mayor. Según publicó el diario Süddeutsche Zeitung, los casos, que en un principio se contaban por decenas, llegaron a los 1.200. Un informe al que ha tenido acceso este medio recoge que las autoridades reportaron que más de 2.000 hombres estuvieron implicados en agresiones sexuales a 1.200 mujeres en la última noche de 2015.
Ya en 2016, Merkel comenzó a rectificar su discurso ‘buenista’ y reconoció la “posibilidad” de que los yihadistas se aprovecharan del flujo migratorio. Le habría bastado con leer La Gaceta para llegar a semejante conclusión. Pero además las palabras de Merkel fueron la continuación de la advertencia de Maassen, que reveló entonces que diecisiete terroristas del Estado Islámico habían entrado a Europa como solicitantes de asilo.

La necesidad de mano de obra

Aunque los ataques en París y Bruselas -organizados y perpetrados por terroristas que utilizaron la ruta de los Balcanes para colarse en Europa- dieron la razón a las tesis de Orbán, Merkel puso en marcha el sistema de cuotas para obligar a cada país a acoger a un número determinado de refugiados.
El 2 de diciembre de 2015, este diario hacía público que Salah Abdeslam, cerebro de los atentados de París, había recorrido durante septiembre de ese mismo año la ruta de los refugiados. “Desde su barrio de Molenbeek, cerca de Bruselas, partió hacia Alemania, Austria y Hungría a comienzos de mes y, de nuevo, a finales”, señalaba el informe.
El inicial pretexto humanitario dejó paso entonces a la necesidad económica. Las principales empresas se posicionaron a favor de acoger al mayor número de migrantes posible, sondeando incluso la posibilidad de eliminar el salario mínimo. La ONU, tras unas declaraciones del siempre oportuno George Soros, anunció su plan para España. Este incluía la llegada de doce millones de inmigrantes para combatir el llamado invierno demográfico provocado por el envejecimiento de la población y las nulas políticas en favor de la familia.
El propio Mario Draghi se unía a este argumento ante Mariano Rajoy. El presidente del BCE alertaba sobre la necesidad de trabajadores en el Viejo Continente y dejaba entrever que en el futuro sería necesaria una reducción del salario mínimo. Esta teoría fue también avalada por los empresarios alemanes: “Los refugiados serán un pilar para el próximo milagro económico alemán”, aseguraban entonces.
Unos meses después la realidad era muy diferente. Según una encuesta de Reuters, sólo uno de cada 10.000 refugiados estaba trabajando actualmente en el país. En las 30 empresas del DAX que, recuerden, justificaron la llegada masiva de personas al país, sólo 63 refugiados se encontraban dados de alta en la seguridad social.
 
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