El niño de la banca Rothschild toma parte del programa del Frente Nacional ante la inseguridad que se vive en todo el país.
El globalismo celebró con entusiasmo la victoria de Emmanuel Macron en las presidenciales francesas. Cualquier excusa era buena para evitar la llegada de Marine Le Pen al Elíseo, incluso apoyar a un exministro socialista con un programa elaborado por Bruselas cuya receta para la solución de los problemas en Francia era la misma que había fallado en todo el continente.
La realidad despertó a Macron a las semanas de llegar al Elíseo y el niño de la banca Rothschild comenzó a virar en sus políticas. Las palabras que antes eran tachadas de «xenófobas» por el candidato globalista se convertían en elementos capitales en sus discursos y sus primeras reformas. Al igual que ocurrió con Angela Merkel en Alemania, las ideas de Viktor Orbán y el resto de Visegrado comenzaron a ser tomadas muy en cuenta en la Asamblea francesa.
Macron ha puesto en marcha un plan para expulsar del país a todos los extranjeros en situación irregular que comentan un delito. Una medida sensata que veremos cómo sienta entre los partidarios del globalista, firmes defensores del éxodo masivo, que dedicaron portadas y portadas en sus terminales mediáticas para censurar la puesta en marcha por parte de Donald Trump de un proyecto idéntico.
En su primera entrevista televisiva cinco meses después de llegar al Elíseo, Macron ha asegurado que de forma inmediata no cambiarán la ley, pero que «adoptarán medidas más duras» contra los inmigrantes en situación irregular.
Macron ha reaccionado así después de que se conociera que el autor del asesinato de dos jóvenes en Marsella el pasado día 2 era un tunecino en situación irregular que había sido arrestado dos días antes por robo y liberado sin control.
El presidente ha dicho que ese caso le reveló que «se ha instalado en el país una práctica en la que los irregulares podían ser arrestados varias veces sin por ello ser conducidos a la frontera».
Macron ha reconocido que Francia no tiene firmados acuerdos con los países de origen de los indocumentados, lo que resta eficacia a su política de expulsión. También ha anunciado una reforma legislativa sobre la inmigración y el asilo a partir del próximo año.
En materia de lucha contra el terrorismo, Macron ha afirmado que el Gobierno ha adoptado medidas significativas pero que «el riesgo cero no existe».
La connivencia del sistema público
El sistema de protección de Francia contra el islamismo no funciona. Casi tres años con el Estado de Emergencia activo no han servido para cerrar las grietas en torno a la seguridad y recientemente estas fallas se han hecho más evidentes que nunca. Y es que un hombre investigado por islamismo ha conseguido entrar en las Fuerzas de Seguridad sin que los Servicios de Inteligencia tuvieran constancia de ello.
Un ejemplo más de la nueva Francia, y la nueva Europa, que ha causado una oleada de estupor entre la opinión pública. El hombre, que llevaba siendo investigado desde 2012, mantenía un comportamiento “preocupante” y se encontraba en la lista de vigilancia emitida por el Servicio de Inteligencia del Ministerio del Interior.
El islamista intentó alistarse en el Ejército, pero los mandos rechazaron su entrada y fue entonces cuando se interesó por el cuerpo de Policía. Todavía bajo la vigilancia de la DGSI, fue contratado como adjunto de Seguridad, un puesto por debajo de un oficial de Policía y que implica patrullar las calles, tareas administrativas y contacto directo con los ciudadanos.
Según RTL, las autoridades no encontraron «inconvenientes» a su contratación y el pasado 22 de septiembre se convirtió oficialmente en agente tras recibir adiestramiento en la academia de Policía.
Población de sustitución
Durante la campaña, Macron recordó que los europeos «debían adaptarse a la inmigración masiva en lugar de resistirse». Desde septiembre de 2015, las élites globalistas han basado sus discurso en ensalzar las virtudes de la inmigración masiva y su necesidad vital para el futuro europeo. Sin ir más lejos, Naciones Unidas aseguró que España deberá recibir a 12 millones de inmigrantes -unos 240.000 al año- hasta 2050 para mantener su actual fuerza de trabajo. Las estimaciones de la División de Población subrayan que, junto al resto de países de la UE, España se verá abocada a recurrir a mano de obra extranjera para conservar sus cifras de población.
Es evidente que el suicidio demográfico español es notable, pero no parece claro que la solución esté en la acogida masiva mientras se promueven políticas contrarias a la natalidad y la familia. Según datos del INE, habrá 5,4 millones menos de habitantes y nacerán menos de 300.000 niños. La crisis económica y migratoria junto con la falta de políticas efectivas familiares, de ayuda a la natalidad y a la conciliación, son algunas de las causas que están detrás de esta alarmante situación, a la que ahora se une la complicada situación de la hucha de las pensiones y la falta de una verdadera política de ayudas y cuidado de mayores dependientes.
Rechazo al islam
La brecha respecto al islam se acrecienta aún más en Europa. El 60% de los franceses admite ya sin ambages que no cree que el islam sea compatible con los valores de la sociedad, mientras que el 65% apuesta por reducir la inmigración. Estos dos asuntos se convirtieron en capitales durante la campaña de las presidenciales.
Una encuesta de Ipsos para Le Monde muestra un aumento del rechazo a la inmigración masiva entre los partidarios de todos los partidos, incluidos los socialistas. Según el 61% de los franceses, la mayor parte de los recién llegados no hace “esfuerzos” por integrarse en Francia.