«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Las municipales redondean el triunfo de los 'populistas' en Italia

Este fin de semana veíamos al nuevo primer ministro anunciando que van a traer un cambio «radical» a la política migratoria de la Unión Europea y asegurando que el futuro en esto es lo que ha elegido Italia, al tiempo que criticaba la propuesta conjunta franco-española.

Siena, Massa, Pisa: ciudades que han sido feudos inamovibles de la izquierda o el centro-izquierda, han caído en manos de la derecha, Liga Norte o Forza Italia; las plazas fuertes de la Toscana roja se rinden en la segunda vuelta de las municipales parciales italianas a una nueva derecha que todos los medios occidentales de prestigio maldicen.
Sí, elecciones municipales parciales, 75 ayuntamientos solo, pero un dato mejor que cualquier encuesta de encargo para medir el pulso al electorado italiano con respecto a un gobierno que tanto ha costado construir y que tantos disgustos está dando a Bruselas.
Van en serio, completamente en serio. Y el electorado les avala, por lo que parece. Que el Movimiento 5 Estrellas sea más o menos de izquierdas y la Liga Norte, de derechas, no ha sido obstáculo para formar el Gobierno, sencillamente porque los italianos, por una vez, no estaban eligiendo entre izquierda y derecha, sino entre globalismo o soberanía. Y han elegido soberanía.
Este mismo fin de semana veíamos al nuevo primer ministro, Giuseppe Conte, anunciando en la minicumbre comunitaria sobre inmigración que van a traer un cambio «radical» a la política migratoria de la Unión Europea y asegurando que el futuro en esto es lo que ha elegido Italia, al tiempo que criticaba la propuesta conjunta franco-española.
Mientras, el ‘alma’ de la coalición, Matteo Salvini, ministro del Interior y líder de la Liga Norte, pide desde Trípoli que se establezcan centros de control de refugiados en el sur de Libia como medio de frenar los intentos de los inmigrantes de cruzar el Mediterráneo.
Para cerrar el ciclo, el Gobierno italiano ordena a siete embarcaciones con mil inmigrantes abordo que den la vuelta y regresen a Libia, después de rechazar el desembarco de otro barco con 234 subsaharianos.
Es un desafío, y no hablamos del obvio que plantea el gobierno italiano a la UE y a los globalistas que financian estas ONG compinchadas con los traficantes, sino también de estas a la nueva coalición, insistiendo en dirigirse a Italia para poner a prueba su resistencia.
Pero es difícil que el gobierno flaquee con el apoyo que le dan las encuestas, de más de un sesenta por ciento. Entonces -y al mismo tiempo-, el negocio redirigirá sus naves hacia las costas españolas, gobernadas por un Gobierno que ya ha mostrado su interés en hacerse la foto con los ‘refugiados’ y en estar a los que Bruselas disponga.
Solo que no es difícil olfatear el cambio de tendencia. En España la opinión aún no es claramente antiinmigracionista, pero es que aquí no hemos tenido ni de lejos lo que ya han vivido Italia, Francia, Gran Bretaña o Alemania. Fuera de Cataluña y algunas zonas específicas, la inmigración que ha experimentado España es mayoritariamente hispanoamericana, es decir, una población mucho más cercana y fácil de integrar, que habla el mismo idioma y comparte muchos referentes culturales.
¿Es la Liga Norte, la AfD, el FPÖ o el Reasemblement National nuestro futuro, luego que lo sea de toda Europa? No necesariamente. El creciente voto ‘populista’ del europeo no es un voto para que se cierren las fronteras, ni un voto para abolir la Unión Europea. No del todo, al menos. Es la reacción a una situación que, por más que los medios la pinten como la única decente y civilizada, como la ‘normal’, es absolutamente anómala.
El control de las fronteras ha sido durante décadas compatible con una inmigración considerable pero asumible, adaptada a las necesidades y a la conveniencia del país de destino. De igual forma, el grado de soberanía nacional que exigen políticos como los que gobiernan Italia o los países del Grupo de Visegrado no es distinto del que era esperable en cualquier país europeo no hace tanto, y la Unión Europea se entendía como una alianza de Estados independientes.
Cabe, pues, muchas variantes de la ‘solución austriaca’. En Austria gobiernan los conservadores, el mismo partido que lleva alternándose en el poder con los socialistas desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. El PP de allí, para entendernos. Es solo que su nuevo y joven líder, Sebastian Kurz, ha entendido que para que nada cambie en el equilibrio de poder, en el consenso socialdemócrata de posguerra, es necesario reconocer en qué tienen razón los ‘populistas’, contra qué están protestando quienes les votan.
Frente a la propaganda oficial, no es exactamente el nazismo lo que avanza con este voto. De hecho, se defienden políticas -frente a Bruselas o la inmigración- que hubieran sido consideradas del más elemental sentido común por todos los grandes partidos hace solo unos años.
Estamos en un tiempo de continuas referencias en prensa al periodo de entreguerras, esperando en cada líder populista un nuevo Hitler, otro Mussolini. Pero es tan sencillo desactivar esa amenaza como que los grandes partidos de siempre inyecten un mínimo de moderación en su agenda globalista y respondan a lo que les pide cada vez más su electorado.

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