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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Macron impulsa el globalismo: 'Existe el riesgo de una guerra civil europea'

Pero ¿se trata verdaderamente de unirnos a los europeos frente al mundo?


En una comparecencia esta pasada semana ante el Parlamento europeo, el presidente francés Emmanuel Macron ha alertado ante la posibilidad de que «resurja» una “guerra civil europea”. La frase ha saltado a los titulares de los medios del viejo continente, produciendo diversas reacciones.

Hacia un abismo autoritario

En principio, podía parecer que Macron señalaba los peligros que entraña la presencia, en ciertas áreas masiva, de inmigrantes, que está llevando a algunos países de Europa al borde del enfrentamiento civil. El tal caso, su declaración – procediendo de uno de los máximos mandatarios de la UE – podría haber sido un aldabonazo histórico, un antes y un después en la toma de conciencia europea.
Nada más lejos de la realidad. A lo que Macron se refiere es exactamente a lo contrario. Europa, según él, se abisma al autoritarismo y al nacionalismo, por causa de los gobiernos y las fuerzas políticas que, justamente, reaccionan contra la decadencia continental, contra el globalismo y contra la corrección política.
Aún más: en una escasamente velada alusión a Hungría ha criticado lo que considera “auge del autoritarismo” añadiendo que “su pretendida efectividad fascina a algunos”. Y ha rematado su alocución traicionando una mala digestión de los recientes comicios que han respaldado de forma abrumadora a Víctor Orban en el gobierno de Budapest: “Ante el autoritarismo que nos rodea, la respuesta no es la democracia autoritaria, sino la autoridad de la democracia”.

Combatir los efectos ignorando las causas

Así que, según el mandatario francés, el verdadero peligro no son las oleadas de inmigrantes que fluyen continuamente hacia Europa impactando, devastadoras, en nuestras sociedades: el verdadero peligro es lo que llama “los egoísmos nacionales, que parecen más importantes que lo que nos une frente al mundo”. Pero ¿se trata verdaderamente de unirnos a los europeos frente al mundo?
Desde luego que no. La Unión Europea no tiene por objetivo político la unión del continente en sí misma, sino que esta es solo un eslabón de la construcción mundialista. Por lo que la finalidad no es cuajar una identidad europea, sino más bien neutralizar las identidades nacionales para suprimirlas en su condición de barrera contra la globalización.
Lejos de cuestionar críticamente la actual situación de la Unión Europea, muy cercana a algo que podemos considerar como la crisis más seria desde su fundación, Macron ha insistido en que “hay divisiones entre los países, pero más allá de estas, es un modelo que nos une, único en el mundo.”
El presidente galo considera, pues, que el problema tiene su origen en las fuerzas políticas soberanistas que surgen por todas partes en Europa, y que en algunos países le están dando la vuelta a la situación como sucede en Hungría y en Polonia.

El “altruismo” de Macron

Las palabras de Macron encajan a la perfección con el proyecto globalista. Su apelación a la superación de los “egoísmos nacionales” suena escasamente convincente en boca de quien representa los intereses de una oligarquía transnacional que está empobreciendo a las clases medias y asalariadas europeas en favor de las élites económicas y políticas.
Al parecer, Macron considera egoísmo defender a los nacionales del expolio del capitalismo transnacional mediante las deslocalizaciones, que destruyen el tejido social, eliminando las pequeñas y medianas empresas en favor de las grandes corporaciones. El peso de los salarios en el conjunto del PIB está descendiendo, mientras los beneficios de las grandes empresas en el reparto de la renta no dejan de crecer.
En su lugar, propone una profundización en el proceso globalizador, con sus masivas transferencias de riquezas desde las clases medias hacia las élites económicas. Hoy, en una gran parte de Europa, ese discurso ya no resulta creíble.

Renunciar a la soberanía

Ignora Macron – deliberadamente – que esa “fascinación” que crece en Europa por lo que considera autoritarismo y nacionalismo tiene buenas razones: por un lado, el desorden y la amenaza a la identidad colectiva y personal que supone la masiva llegada de inmigrantes, alentada por instancias globalistas entre las que se encuentra la Unión Europea y poderosos gobiernos como el alemán y el suyo propio; y por otro lado, el que la construcción de la arquitectura política europea se esté efectuando de espaldas a los ciudadanos, revelando el esencial carácter antidemocrático de dicho proyecto.
El lógico corolario de las palabras de Macron ha sido la apelación a la necesidad de caminar hacia la creación efectiva de una soberanía europea por encima de las soberanías nacionales, para evitar una “guerra civil”; utilizando una imagen que, además de absurdamente alarmista, nos sitúa ante la idea de que podemos considerar como civil – en el sentido de interno – un conflicto entre diversos países de Europa que, hoy por hoy, aún son soberanos.

Más inmigrantes

La parte final del discurso de Macron versó sobre un tema clave: la resolución de la reforma de Dublín, que contempla un recorte de los fondos comunitarios para los Estados que se nieguen a acoger a solicitantes de asilo. O sea, a inmigrantes.
Ahora Macron propone reformar los acuerdo de Dublín – que regulan la situación de la inmigrantes en la UE de un modo, al menos, teóricamente, razonable – para eliminarlos de facto, bonificando a los municipios que acojan refugiados. No puede considerarse casualidad que Macron coincida con las necesidades del globalismo: su trayectoria le avala.
Sin embargo, sus propuestas han sido acogidas con tibieza por la Eurocámara, sobre todo cuando ha defendido una reforma de la unión económica y monetaria que contemple un presupuesto para la eurozona, al que Francia estaría dispuesta a contribuir incrementado generosamente su participación, siempre y cuando se arbitren nuevas formas de ingresos como tasas ecológicas y digitales y se establezca un cambio de prioridades en orden a favorecer la inmigración.

Un proyecto definido

Cada vez resulta más evidente que lo que defiende Macron es un proceso de transnacionalización que derribe las soberanías nacionales. Lo envuelve en una retórica de defensa de la democracia, pero la realidad es que la construcción de la UE difícilmente puede reputarse de democrática, en su estado actual.
De hecho, la cesión de soberanía a Bruselas puede ser considerada cualquier cosa antes que democrática, ya que el aumento de las competencias cedidas a la capital política europea disminuye en igual medida la capacidad de decisión de los europeos.
Cada vez es más difícil de ocultar que la pretensión no es otra sino que los estados-nación sigan cediendo soberanía para construir el sueño de los Estados Unidos de Europa en favor no de una Europa unida, sino de una unión europea concebida como etapa intermedia en la construcción de un orden transnacional globalista.
La guerra civil con que amenaza Macron es, en efecto, posible, y él como francés debería estar advertido: pues no será la guerra que predica la que habrá de acontecer, sino la que ya se encuentra en un estado algo más que embrionario, entre quienes aprovechan las políticas de las élites mundialistas en Europa para instalarse entre nosotros y los restos de una civilización que no se resigna a morir.
 
 

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