El verano se acaba en París con un banquete en Versalles en honor a un monarca extranjero. Igual que en los reinados de Luis XIV y Luis XV. «¿Y para esto hicimos una revolución y cometimos un genocidio?», se preguntarían los fantasmas de Robespierre y Marat de haberse enterado.
La visita oficial de los reyes británicos al país con el que sus predecesores solían guerrear hasta que a los franceses les sustituyeron los alemanes, incluyó el 20 de septiembre pasado un banquete de gala en la galería de los espejos del Palacio de Versalles.
En la cena, se sirvió un entrante compuesto de bogavante azul y cangrejo con un velo de almendras frescas y un toque de gel de menta y coco, elaborado por la chef Anne-Sophie Pic, condecorada con tres estrellas Michelín. El plato principal consistió en ave de corral de Bresse al perfume de maíz marinado al champán acompañado de boletus, cuyo creador fue otro poseedor de las tres estrellas Michelín, Yannick Alléno. Como postre, el pastelero Pierre Herme presentó un macaron persa de Isfahan confeccionado con una sutil combinación de agua de rosas, frambuesas y lichis.
Last night's banquet for King Charles 🇬🇧 and Macron 🇫🇷 at the Palace of Versailles. They are pushing carbon-zero and “eat ze bugs” agenda for you, but not for them…pic.twitter.com/XUuylR1rkw
— Dr. Eli David (@DrEliDavid) September 22, 2023
Todo iluminado, todo caro y todo exquisito para agasajar a los reyes de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte, junto a unas 160 personas más. Aparte de los políticos de uno y otro país, entre los invitados más conocidos estaban el cantante Mick Jagger, el actor Hugh Grant, la actriz Carole Bouquet, el futbolista Didier Drogba, el fabricante de best-sellers Ken Follet, la empresaria de la moda Delphine Arnaul…
No se usó foie-gras en la cena en atención al invitado principal, ya que el monarca inglés lo ha prohibido en sus residencias reales, porque siente pena por los patos de los que se extrae. Los cocineros también prescindieron de los espárragos, al estar fuera de temporada, para no tener que traerlos de muy lejos y aumentar así los gases de efecto invernadero en la Tierra.
Sin embargo, tanto Carlos como Camila se trasladaron a París en avión y llevaron con ellos un descomunal automóvil Bentley movido por un motor de combustión. Por tanto, no hubo veleros para cruzar el canal de La Mancha ni carrozas de caballos para circular por París, mucho más respetuosos con el planeta. Ni siquiera una bicicleta eléctrica.
Semejante lujo contrasta con el anuncio pesimista hecho por Macron hace justo un año y un mes, el 23 de agosto de 2022. A la vuelta del primer verano de la guerra de Ucrania, el antiguo empleado de la Banca Rothschild y exministro socialista les dijo a los franceses que «la era de la abundancia ha acabado» y les pidió «sacrificios» y «esfuerzos». Quizás le sentase muy mal a los 18 millones de votantes que le reeligieron, o quizás no, a la vista de cómo los ciudadanos progresistas votan una y otra vez a los políticos que les mienten y les empobrecen, pero detienen a la ultra-extrema-derecha.
Quien haya tenido ojos habrá visto en el Palacio de Versalles (un lugar más adecuado para los poderosos que el aburrido Davos), a la nueva aristocracia disfrutar de todo lo que quiere prohibir al pueblo, y habrá comprendido que los grillos, la carne artificial, el agua reciclada a partir de excrementos, el piso compartido, el patinete, los viajes racionados y la soledad son para nosotros, no para ellos.