Los alemanes están hartos. Tras años de gobiernos fallidos, crisis encadenadas y promesas rotas, crece una oleada silenciosa de ciudadanos que ya no buscan soluciones… sino la puerta de salida. Según una encuesta de YouGov, el 31% de los alemanes emigraría «sin dudarlo» si no tuviese obstáculos laborales, financieros o personales. Otro 27% afirma que «probablemente» o «muy probablemente» también haría las maletas. Sólo un 37% declara que se quedaría en Alemania incluso si tuviera la oportunidad de marcharse.
¿La causa? La inmigración masiva y el encarecimiento del coste de la vida. Así lo señalan un 61% y un 41% de los encuestados, respectivamente. Más de un tercio confiesa que en los últimos meses ha pensado en irse con más frecuencia. La fuga de alemanes no es una amenaza futura: es una realidad. Sólo en 2024, cerca de 750.000 ciudadanos alemanes abandonaron el país. Mientras tanto, casi 900.000 inmigrantes recibieron un permiso de residencia ese mismo año. Una sustitución demográfica en marcha, frente a la que los políticos alemanes no sólo miran hacia otro lado, sino que la promueven como «solución» al envejecimiento poblacional.
La encuesta refleja que el rechazo no es marginal. Entre los votantes del FDP y sobre todo de AfD —donde un 79% emigraría si pudiera— se dispara el descontento con el rumbo del país. Se sienten abandonados por unas élites que desprecian sus preocupaciones, especialmente en materia migratoria.
La paradoja es evidente: mientras la clase política insiste en atraer más inmigración, son los propios alemanes los que se marchan por culpa de esa política. Para muchos, ya no se trata sólo de una cuestión económica o de calidad de vida, sino de identidad, seguridad y futuro.