Los políticos europeos del sistema le están viendo las orejas al lobo de la inmigración masiva y, sobre todo, del devastador coste electoral de seguir defendiendo la sustitución poblacional, así que están cambiando rápidamente de postura, al menos en público.
Esta semana hemos visto al primer ministro laborista británico, Keir Starmer, diciendo que deben controlar la inmigración para no convertirse en «una isla de extranjeros», y ahora el flamante nuevo canciller alemán, el democristiano Friedrich Merz, arremete contra la «inmigración descontrolada» en su primer discurso como líder del Ejecutivo alemán.
El discurso parece una enmienda a la totalidad de la política iniciada por su predecesora en el cargo de líder de la CDU y de canciller, Angela Merkel, que hizo en su día un llamamiento explícito a los solicitantes de asilo sirios para que se instalasen en Alemania.
«Hemos consentido demasiada inmigración descontrolada y posibilitado demasiada inmigración poco cualificada en nuestro mercado laboral y, sobre todo, en nuestros sistemas de seguridad social!, sostuvo Merz, anunciando además un aumento de las deportaciones.
En uno de sus primeros mensajes en redes sociales como canciller, Merz ya sentenció en X que !el problema migratorio en Europa sólo puede resolverse si limitamos estrictamente la inmigración». «Las fronteras exteriores europeas son también nuestras fronteras exteriores. Su protección también nos interesa. Queremos considerar el problema de forma holística y resolverlo juntos».
Pero, a juzgar por las respuestas a su publicación en redes sociales, el público alemán desconfía profundamente de un mensaje que solo se ha utilizado para contrarrestar el impulso de los soberanistas de Alternativa para Alemania en las pasadas elecciones, igual que los comentarios de su homólogo británico fueron, en opinión de muchos, una reacción al auge repentino del partido de Nigel Farage, Reform UK.