Rebelión en el seno de la Unión Europea a cuenta del presupuesto, como si no tuviera ya Bruselas bastantes quebraderos de cabeza.
El presupuesto de la UE no suele provocar grandes disputas; equivale más o menos al uno por ciento de la Renta Nacional Bruta de cada país. Pero ahora que se va Gran Bretaña, los eurócratas quieren aumentar esa proporción -al 1,08% de la RNB, un aumento del 9,3%- en un movimiento que, para muchos, no augura nada bueno como tendencia.
El problema, ha explicado el primer ministro danés, Lars Rasmussen, es que el presupuesto presentado es para una Europa de 28 miembros, y ahora solo quedan 27, tras perder al segundo mayor contribuyente neto al presupuesto comunitario. Pero, como se queja el primer ministro holandés, Mark Rutte, «una UE menor como consecuencia del Brexit también debería significar un menor presupuesto», insistiendo en que la propuesta no es aceptable-
Es fundamentalmente el Brexit, claro, pero no solo. El caso es que la UE, que estaba ya dispuesta a lanzarse como sea en pos de su gran ambición de convertirse en un megaestado, ha visto cómo desde el Brexit la atmósfera ha ido cambiando, y la actitud predominante parece ir más bien en línea de lo comentado en la ocasión por Sebastian Kurz, el nuevo primer ministro conservador austriaco: «Tras el Brexit, nuestro objetivo debe ser una UE más austera, económica y eficiente«.
No es casual que quienes así hablan gobiernen en países que son contribuyentes netos de la UE, es decir, que pagan más de lo que reciben a cambio; como tampoco es casualidad que la rebelión verbal de estos líderes electos por sus respectivos pueblos haya chocado con la desdeñosa réplica de Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión por la gracia de la casta eurócrata.
«Es normal que los primeros ministros, sin conocer los intrincados detalles de nuestras propuestas, reaccionen así, siempre lo hacen», ha comentado Jean-Claude, que apenas puede contener su impaciencia contra esta ingrata legión arrojada por las urnas.
Mientras, una Theresa May con tan pocas ganas de ‘Brexit’ como su predecesor y antiguo líder, David Cameron, trata en lo posible de quedarse dentro pareciendo que está fuera, o al revés, y ha presentado un proyecto de ‘unión aduanera’ que, como suele pasar con esos proyectos que no son ni chicha ni limonada, no ha contentado a nadie y ha irritado a todos: a la Unión Europea y a los ‘brexiters’, sobre todo a los de su propio partido, el conservador.
El tan peculiar como popular diputado conservador Jacob Rees-Mogg lo ha entendido perfectamente al sentenciar desde su cuenta de Twitter que «una ‘asociación aduanera’ no dejaría básicamente dentro del Mercado Único».
Quizá a Theresa May, que se está mostrando una líder desastrosa al pilotar un proyecto en el que no cree, convendría recordarle una de las etiquetas más populares últimamente en redes sociales: No es No.
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