«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Comisión Europea asegura que la decisión de Ucrania tendrá un impacto mínimo

Ucrania cierra el penúltimo gasoducto ruso hacia Europa ante las críticas de varios integrantes de la UE

Gaseoducto ruso. Red Social X

Ucrania ha tomado una decisión histórica al no renovar el contrato que permitía el tránsito de gas natural ruso hacia Europa a través de su territorio, poniendo fin a una relación energética que se mantenía desde 1968. La medida, anunciada meses atrás por el gobierno de Volodímir Zelenski, subraya el objetivo de desvincularse completamente de Moscú mientras la guerra sigue devastando su territorio.

A pesar de las advertencias de varios países europeos y empresas energéticas, Kiev ha mantenido su postura. Zelenski dejó claro que no habría renovación del contrato a menos que Rusia aceptara condiciones que considera inaceptables, como pagos diferidos hasta el fin del conflicto. Aunque la decisión supone perder entre 800 y 1.000 millones de dólares anuales en tarifas de tránsito, Ucrania considera inadmisible seguir permitiendo que el Kremlin obtenga beneficios económicos utilizando su infraestructura.

La red de gasoductos Brotherhood-Progress y Soyuz, con una capacidad total de 15.000 millones de metros cúbicos anuales, representaba una de las últimas vías activas para llevar gas ruso a Europa. Ahora, solo queda operativa la ruta del TurkStream, a través del mar Negro, después de que otras conexiones como el Nord Stream 1 y 2 o el gasoducto Yamal quedaran inutilizadas o cerradas en los últimos años debido a conflictos y represalias.

La Comisión Europea, sin embargo, asegura que la decisión de Ucrania tendrá un impacto mínimo. Según Bruselas, los almacenes de gas europeos están suficientemente abastecidos, y las importaciones de gas natural licuado (GNL) desde Estados Unidos y Qatar contribuirán a evitar una crisis energética. “El fin del tránsito de gas ruso por Ucrania no preocupa a la Comisión”, afirmó un portavoz a Bloomberg, destacando que el bloque lleva meses preparándose para este cambio.

Mientras tanto, algunos países de Europa Central, como Eslovaquia, han reaccionado con inquietud. El primer ministro eslovaco, Robert Fico, cuyo país depende del gas ruso para cubrir dos tercios de sus necesidades energéticas, expresó su descontento, llegando incluso a sugerir represalias. Durante una reciente reunión con Vladímir Putin en Moscú, Fico advirtió que su gobierno está evaluando medidas, entre ellas el corte del suministro eléctrico a Ucrania, un país cuya infraestructura energética ya ha sido duramente golpeada por los ataques rusos.

En respuesta, Zelenski no dudó en criticar duramente las declaraciones de Fico, acusándolo de actuar bajo las órdenes del Kremlin. “Parece que Putin le ha pedido a Fico abrir un segundo frente energético contra Ucrania, sacrificando los intereses del pueblo eslovaco”, declaró en la red social X.

El fin del tránsito también afecta a empresas energéticas en países como Hungría, Italia y Austria, que habían solicitado a Ucrania mantener el flujo de gas por razones económicas. Estas compañías temen que un invierno frío pueda generar problemas de suministro y un aumento de los precios energéticos. A pesar de ello, los gobiernos de estos países han optado por no intervenir directamente en la disputa.

Para Rusia, este desenlace representa otro golpe a su antaño hegemónico sector energético. En 2023, las exportaciones rusas de gas a Europa se desplomaron a 43.000 millones de metros cúbicos, un tercio de los 150.000 millones enviados en 2021. La estatal Gazprom registró pérdidas por primera vez en 25 años, con un saldo negativo de 7.000 millones de dólares.

Aunque Moscú ha intentado redirigir sus exportaciones hacia Asia, el progreso es lento debido a la falta de infraestructura suficiente, como nuevos gasoductos hacia China o plantas de GNL. El Power of Siberia 2, un proyecto clave para conectar con el mercado asiático, sigue atascado, lo que complica aún más las opciones del Kremlin para sustituir el mercado europeo.

La medida tomada por Ucrania marca un punto de no retorno en las relaciones energéticas entre Europa y Rusia, poniendo fin a décadas de dependencia del gas ruso y reforzando el compromiso del continente con diversificar sus fuentes de energía.

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