Los alemanes acudirán este domingo a las urnas para elegir al próximo Bundestag con la «seguridad» de que —salvo sorpresa— no habrá una mayoría suficiente para ningún partido y que la derecha soberanista de AfD tendrá un histórico resultado que le aupará previsiblemente la segunda posición, por detrás de la CDU y por delante de los socialistas.
Los medios de comunicación se han dedicado durante semanas a atacar y vilipendiar a Alice Weidel y a AfD tal y como hicieron (y hacen) con Donald Trump, con Javier Milei, con Giorgia Meloni, con Marine Le Pen, con Viktor Orbán o con Santiago Abascal, y con sus respectivos partidos.
En un perfil de Weidel publicado esta semana en El Mundo se dice de AfD que es «un partido situado a la derecha extrema del arco político y con agrupaciones bajo observación de los servicios secretos por supuestas actividades anticonstitucionales». «Un partido trufado por elementos que añoran el nacionalsocialismo», añaden. «Alemania se adentra en terreno desconocido con la normalización de un partido de raíces neonazis en tres elecciones consecutivas», recogió este mismo diario en una pieza titulada «Hitler y la relatividad del mal absoluto» publicada el pasado mes de septiembre.
En mayo del año pasado, Francisco Sosa Wagner firmó también en El Mundo una tribuna titulada «AfD: un peligro para Europa» y aseguró que «estas opciones son (…) muy peligrosas para quienes queremos una Europa fuerte en un mundo agresivamente putinesco».
Tras la victoria de AfD en Turingia en septiembre el diario ABC tituló: «Así conquistó Hitler el poder desde Turingia que AfD quiere repetir: ‘Esa región fue nuestro mayor éxito'». En el cuerpo del texto señaló: «El futuro dictador ya intuía la importancia que aquel Estado iba a tener en el ascenso del nazismo hacia el poder, en una historia que amenaza con repetirse tras la victoria este domingo del partido Alternativa para Alemania (AfD) en la misma región».
En el suplemento XLSemanal se afirmó a finales de enero que «Weidel y la AfD sólo quieren deshacerse de los inmigrantes ilegales, de los pobres, de los poco cualificados y de los criminales convictos». La crónica estigmatizó sus postulados, que a su juicio son: «(…) el desprecio a los musulmanes —rechaza dialogar con sus asociaciones—; la consideración de que, aunque ninguna estadística lo confirme, la inmigración aumenta la delincuencia —«como mujer, quiero poder tomar el último metro sin miedo»—; la salida de la UE y del euro —el dexit—; o la defensa de la ‘identidad’ alemana, un concepto de lo más espinoso en el país que vio florecer al nazismo».
La cadena COPE publicó un editorial en su página web en septiembre titulado «El populismo avanza en Alemania». Además de atacar al partido con la etiqueta de «extrema derecha», la COPE afirmó que «formaciones como esta avanzan en Europa por el rechazo al extranjero (…)». «Estamos ante una reacción excesiva. Los migrantes hacen posible que la vida económica y social esté a flote, y la gran mayoría de los musulmanes no son yihadistas, pero el populismo se alimenta de un mundo pensado que se impone al mundo vivido», concluyó.