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EN LAS ELECCIONES DE ESTE DOMINGO

Von der Leyen amenaza a Italia con el ‘tratamiento húngaro’ si no vota como ella quiere

La presidente de la Comisión Europea, Ursula von Der Leyen. REUTERS
La presidente de la Comisión Europea, Ursula von Der Leyen. REUTERS

Ursula von der Leyen, presidente de la Comisión Europea que decide sobre nuestras vidas sin que la haya elegido electorado alguno, ha amenazado en el mejor estilo de la mafia siciliana al pueblo italiano en vísperas de sus elecciones nacionales.

«Veremos el resultado de las elecciones en Italia», ha declarado. «Si las cosas salen en una dirección difícil, tenemos herramientas, como en el caso de Polonia y Hungría». ¿Injerencia? No, amenaza pura y dura. Es el equivalente apenas velado del viejo «tiene usted una tienda muy bonita, sería una lástima que alguien la destrozara, ¿verdad, Vinnie?».

Europa inició hace pocos años una tendencia imparable en las urnas de rechazo al globalismo, y nuestros líderes están aterrados. Pero una cosa es que los populistas arañen poder en Suecia, un país al fin y al cabo periférico, y otra muy distinta es que lo hagan en un país de primera que forma parte del corazón de Europa como es Italia.

Por supuesto, Ursula es meramente la más indiscreta, pero no la única entre la élite mundialista en verle las orejas al supuesto lobo de la coalición «populista» que tiene todas las papeletas para alzarse con el triunfo este domingo. En realidad, la injerencia internacional en estas elecciones se sale de las tablas, en cantidad y en descaro, contaminando toda la campaña.

El primer ministro no electo, Mario Draghi, se va a la ONU, donde todos los que cuentan están de acuerdo es que a Italia la deben gobernar los banqueros; el canciller alemán Scholz califica de «peligrosa» la previsible victoria de la coalición de centro-derecha y la prensa internacional, de The Guardian a El País, auguran las peores consecuencias. ¿A quién se le ocurre dejar una decisión tan importante en manos de los italianos?

Italia tiene ya costumbre de que Europa «tutele» su política interna; Draghi es solo el cuarto de una sucesión (brevemente interrumpida) de primeros gobiernos que no pasaron por las urnas y que, básicamente, designó la Comisión Europea.

En campaña, las escenas que ya empiezan a ser deplorablemente comunes por todos los países de nuestro entorno y que, en España, sufrió VOX: casetas informativas destrozadas, reventadores en los mítines de Giorgia Meloni, líder de Fratelli d’Italia, violencia contra los militantes ante la indiferencia descarada de la policía del régimen…

Y se entiende: si «cae» Italia, con Polonia y Hungría castigadas de cara a la pared, Gran Bretaña en fuga y con el inminente invierto tercermundista amenazando toda Europa, todo el castillo de naipes de los globalistas podría venirse abajo. Nada puede volver a ser igual con una verdadera potencia europea «liberada» del yugo globalista.

¿Y de qué peligro estamos hablando, exactamente? De la victoria previsible de la coalición liderada por Fratelli d’Italia (Hermanos de Italia, las primeras palabras del himno nacional). Los partidos conservadores, incluidos la Lega de Matteo Salvini y Forza Italia del ex primer ministro Silvio Berlusconi, se han unido al partido de Meloni, al menos de momento. Las últimas encuestas muestran que la Fratelli tiene una cuarta parte del voto, un salto espectacular con respecto a solo cuatro años atrás, cuando solo disfrutaba del 4,4% de los sufragios. Y la coalición tiene todas las de ganar.

Giorgia Meloni, quien encabeza el partido, pide un bloqueo naval en el norte de África para detener el flujo de inmigrantes ilegales a través del Mediterráneo hacia Italia, después de que llegaran a la península más de 42.000 en lo que va del año. Lo suficiente, en fin, como para que los italianos digan “basta” y el partido se alce con el triunfo incluso en feudos inveteradamente socialistas.

Hermanos de Italia defiende una moratoria a toda la inmigración y deportaría a los inmigrantes que cometan delitos graves. Recortaría la ayuda exterior, examinaría a los beneficiarios de asistencia social para detectar drogas y prohibiría el control gubernamental de las llamadas telefónicas y los correos electrónicos. Prohibiría el matrimonio entre personas del mismo sexo y la adopción por parte de homosexuales. Un programa, en fin, que tiene a las élites mundiales en un aullido.

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