Como ha ocurrido durante más seis décadas, 2023 se asoma como un año en el que los cubanos enfrentarán un cúmulo de calamidades en un país que se mantiene oprimido por la dictadura castrista que encabeza Miguel Díaz-Canel. Cifras récord de emigrantes hacia los Estados Unidos, un complejo panorama económico protagonizado por una inflación galopante, el relajamiento de ciertas sanciones internacionales y la realización de una nueva farsa electoral que dará pie a un nuevo período presidencial, se vislumbran como los asuntos más importantes por venir en los próximos 12 meses.
Una emigración que no cesa
Aunque Cuba tiene una larga tradición de emigración hacia los Estados Unidos, dada las paupérrimas condiciones de vida a las que históricamente han estado sometidos sus habitantes, lo ocurrido en 2022 en esta materia es escandaloso. El año pasado el país rompió sus propios récords al cifrar en torno al cuarto de millón el número de personas que dejaron la isla y entraron a territorio estadounidense, protagonizando un éxodo que, como acreditan diversos medios internacionales, supera con creces al de la crisis de los balseros de los noventa y la del puerto “Mariel” en los ochenta.
Esto tiene sentido si se piensa en el incremento de la represión que se ha producido luego de las protestas de 2021 y 2022, la carencia de servicios públicos de calidad y una economía que nunca ha terminado de arrancar, pese a las promesas recurrentes de planes extraordinarios del régimen para dinamizarla y atraer la inversión extranjera. Los cubanos no sienten que en lo inmediato su vida cotidiana vaya a experimentar mejoras sustantivas y, en ese sentido, prefieren arriesgarse y buscar su futuro fuera de sus fronteras nacionales.
Es simple, si los factores estructurales que llevan a los cubanos a irse no son corregidos, con plena seguridad la emigración se mantendrá en los mismos niveles o incluso podría verse incrementada en los próximos meses.
Más represión en el horizonte
Las protestas de mediados de 2021 soplaron como brisa fresca en una isla que se pensaba hasta entonces que estaba condenada a vivir en comunismo sin que nadie dijese nada. Las manifestaciones del 11-J sirvieron como un vasto testimonio de resistencia colectiva en medio de la declaración de libertad más grande que ha vivido Cuba en décadas. Sin embargo, toda gran acción de rebelión frente al poder tiránico conlleva a riesgos que en este caso no tardaron en materializarse.
Aquellas protestas, aunadas a las que tuvieron lugar en distintas provincias de la isla durante 2022 por el mal funcionamiento de los servicios públicos y el suministro de alimentos han alimentado la maquinaria represiva del castrismo, que ha optado en el último año y medio por ejecutar aprehensiones masivas de manifestantes -sin reparar que en varios casos se trata de menores de edad- y dar pie a juicios sumarios en el que se les imponen a los mismos largas condenas, superiores a los 20 años de prisión. Para octubre del año pasado la oenegé Prisoners Defenders dio cuenta de la existencia de 1.027 presos políticos en la isla.
Al tratar de vaticinar cómo caminarán las cosas en esta materia durante el año que recién comienza, la reconocida bloguera cubana Yoani Sánchez no es demasiado optimista. En un escrito publicado recientemente deja en claro que el incremento en la represión que ha ordenado el régimen de Díaz-Canel en los últimos tiempos tiene un doble efecto: mientras que por una parte se aumentan los incentivos para que los cubanos emigren –sobre todo en las capas más jóvenes de la población– buscando eludir la represión; por la otra este éxodo en masa de quienes están llamados a ser agentes de cambio político aleja en cierta medida las posibilidades de una eventual democratización en la nación caribeña.
“Pero un cambio democrático necesita mucho más que decepciones acumuladas y fracasos repetidos. Se precisa gente rebelde y joven que impulse una apertura. En los próximos meses, la emigración se llevará a parte de esos tan necesarios ciudadanos a través de Centroamérica, en una válvula de escape social que postergará la necesaria transición en esta isla”, afirma Sánchez.
Una economía patas arriba, pero con menos sanciones
Cuba, al igual que muchos países del mundo, quedó severamente golpeada en el campo económico por las restricciones implícitas durante la pandemia. Eso, si además se tiene en cuenta que se trata de una isla que capta ingresos fundamentalmente de una actividad turística que se ralentizó durante los confinamientos, tiene pleno sentido…
Sin embargo, el problema económico de Cuba es uno de nunca acabar. Uno que, de un modo general, es intrínseco al modelo político-económico existente en la isla desde hace más de 6 décadas: el del socialismo real.
A finales de 2022 el régimen de Díaz-Canel admitió que en la isla existe una inflación galopante que no ha logrado ser atenazada. En unas siempre dudosas cifras, el ministerio económico de la tiranía admitió en diciembre que la inflación anual de la isla rondó el 40%. Si se tiene en consideración que justamente el país viene de experimentar después de la pandemia el peor desplome de su Producto Interno Bruto (PIB) en décadas, podría asegurarse que el panorama económico por venir no es nada alentador.
Sin embargo, Estados Unidos ha comenzado a rebajar y distender algunas sanciones en esta materia, en una clara política de acercamiento propiciada por Joe Biden a la tiranía castrista. Por ejemplo, a inicios de esta semana se supo que la empresa internacional Western Union comenzará a hacer envíos de remesas hacia principales bancos de Cuba. Las mismas se encontraban suspendidas desde que en 2020 el expresidente estadounidense Donald Trump decidió vetar estos envíos de dinero al país hispanoamericano.
Las remesas, que entre 2005 y 2020, se estiman que constituyeron cerca del 6% del PIB total de Cuba, quizá ayuden a amortiguar la crisis a muchas familias durante el año. Aunque son un mecanismo que por sí solo no remedia en modo alguno la crisis de un modelo económico comunista que hace aguas por los cuatro costados desde hace rato.
En el campo de las sanciones de los Estados Unidos hacia la isla la apuesta es a que paulatinamente la Administración Biden rebaje las presiones, por lo que en este sentido es esperable un mayor grado de acercamiento del Gobierno de EEUU hacia Cuba en el año que corre. Eso, al menos desde el punto de vista de lo que se busca desde el bando demócrata, hoy en el poder.
La relegitimación de Díaz-Canel
Puede parecer un chiste, pero este año está planificada la realización de nuevas elecciones en Cuba. Unos comicios con una serie de irregularidades -que en suma solo constituyen un mero trámite para la relegitimación del Partido Comunista de Cuba (PCC) en el poder- se espera que se lleven a cabo el 26 de marzo. Ese día se efectuará algo parecido a unas elecciones generales en las que se llama a la renovación del Parlamento, que es quien elige al presidente de la República.
De este proceso, salvo que ocurra un evento inesperado, emergerá la renovación del mandato del dictador Díaz-Canel para el comienzo de un nuevo período presidencial de cinco años, además de la confirmación del control absoluto de los poderes del Estado por parte de integrantes o afines al PCC.